¿Puede el mundo terminar con la pobreza en 2030, el objetivo fijado por la Agenda para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas? La Asamblea General de las Naciones Unidas recientemente ratificó este plazo pero admitió que, para cumplirla, será necesario “acelerar las acciones globales” para enfrentar las causas de la pobreza. En tanto la comunidad internacional explora nuevas soluciones, las lecciones del pasado pueden ser instructivas.
La reducción de la pobreza ha sido central para la política de desarrollo durante décadas. Durante los 15 años de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), los antecesores de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el porcentaje de gente que vive en la pobreza —definida como menos de $1,90 por día— cayó significativamente, de casi el 27% en 2000, cuando comenzaron los ODM, a alrededor del 9% en 2017.
A primera vista, la tasa de reducción de la pobreza en los primeros años de los ODS también ha sido impresionante. Entre enero de 2016 y junio de 2018, se calcula que 83 millones de personas fueron sacadas de la extrema pobreza.
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Sin embargo, para permanecer en buen camino para cumplir con la fecha límite de 2030, aproximadamente 120 millones de personas tendrían que haber salido de la pobreza durante ese período. A pesar de los logros reconocidos, el ritmo del progreso no ha sido tan satisfactorio.
En un texto que escribimos para el periódico World Development, examinamos qué factores impulsan la reducción exitosa de la pobreza. Apelamos a estadísticas de pobreza de los países en desarrollo durante la era de los ODM y evaluamos si los países con niveles más elevados de pobreza de ingresos —es decir, más gente que vive con menos dinero— experimentaron reducciones más rápidas de sus tasas de pobreza que las economías con niveles de pobreza de ingresos más bajos.
Con límites de $1,25 o $2 por persona por día, descubrimos que la pobreza tendía a disminuir más rápido en los países que arrancaron siendo más pobres.
Objetivo lejano
Pero estos hallazgos, aunque positivos, cuentan sólo una parte de la historia. En muchos países, el fin de la pobreza sigue siendo un objetivo distante. Por ejemplo, al ritmo actual de reducción de la pobreza, estimamos que Mali, donde el 86% de la población vivía con menos de $1,25 por día en 1990, necesitará otros 31 años para erradicar la extrema pobreza por completo.
Pero inclusive en Ecuador, donde sólo el 7% de la población vivía con menos de $1,25 por día en 1990, eliminar la pobreza llevará por lo menos otros 10 años.
Las diferentes experiencias de los países en África y Asia ilustran que, si bien la adopción de la agenda de ODM efectivamente aceleró la reducción de la pobreza, el grado de progreso ha variado marcadamente.
A comienzos de los años 1990, los niveles de pobreza en Nigeria, Lesoto, Madagascar y Zambia eran similares a los de China, Vietnam e Indonesia. Pero para cuando los ODM terminaron en 2015, los países asiáticos habían reducido drásticamente los niveles de pobreza; los países africanos, no.
Esta divergencia continúa. Hoy, la extrema pobreza está prácticamente restringida a África; según el informe Pobreza y Prosperidad Compartida de 2018 del Banco Mundial, 27 de los 28 países más pobres del mundo están en el continente y cada uno tiene una tasa de pobreza por encima del 30%.
En verdad, a las tasas actuales de reducción de la pobreza, más de 300 millones de personas en el África subsahariana seguirán siendo pobres en 2030.
Muchos factores han contribuido a la geografía cambiante de la pobreza. En África, el desempeño económico débil —alimentado por el conflicto, las políticas ineficientes, la fragmentación ética y las sacudidas externas— ha hecho que a los países les resulte más difícil financiar programas de alivio de la pobreza. Pero el factor más importante puede ser la capacidad del estado.
Después de todo, las instituciones estatales débiles no pueden ofrecer bienes y servicios púbicos de manera eficiente.
Ingrediente esencial
Por supuesto, esto nos lleva a otra pregunta: ¿qué factores determinan la capacidad de un estado? En general, los estados funcionan mejor cuando las élites gobernantes están acotadas por límites a su poder.
Pero la experiencia administrativa también incide. China, con un período ligeramente más prolongado de estado moderno que la mayoría de sus contrapartes africanos más jóvenes, simplemente puede haber desarrollado una mayor capacidad para administrar su territorio.
Sin embargo, más allá de cuál sea la razón para esta variación, no cabe ninguna duda de que la capacidad del estado es uno de los ingredientes esenciales para una reducción exitosa de la pobreza.
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Determinamos que durante los ODM, los países con altos niveles de pobreza e instituciones estatales fuertes pudieron reducir la pobreza dos veces más rápido que los países con una capacidad endeble, y tenían más probabilidades de alcanzar el objetivo de los ODM de reducir la pobreza a la mitad en 2015.
La erradicación de la pobreza sigue siendo una alta prioridad para los 193 gobiernos que han adoptado los ODS. Pero como aprendió la comunidad internacional de los ODM, los objetivos no garantizan el progreso.
Para asegurar que los 725 millones de personas que se quedaron en la pobreza al final del período de los ODM puedan dejar de ser pobres, hace falta invertir en programas que apunten a construir estados efectivos. De lo contrario, una fecha final para la pobreza sigue siendo elusiva.
M Niaz Asadullah es profesor de Economía del Desarrollo en la Universidad de Malaya en Kuala Lumpur, y director del grupo del sudeste asiático en la Organización Mundial del Trabajo. Antonio Savoia es profesor sénior de Economía del Desarrollo en la Universidad de Manchester.
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