Con el crecimiento global estabilizándose por primera vez en tres años, la inflación alcanzando su nivel más bajo en tres años y las condiciones financieras mejorando, la economía global parece estar en su aproximación final para un “aterrizaje suave.” Pero esta noticia positiva no puede ocultar la realidad sombría: más de cuatro años después de que comenzó la pandemia de la covid-19, el mundo – especialmente las economías en desarrollo – aún no ha emprendido un camino prometedor hacia la prosperidad.
Como muestra un nuevo informe del Grupo del Banco Mundial, la tasa a la que el crecimiento global anual se está estabilizando – 2,7%, en promedio, hasta 2026 – es significativamente más baja que el promedio de 3,1% en la década previa a la pandemia. Esto es insuficiente para apoyar el progreso en objetivos clave de desarrollo. Para finales de este año, una de cada cuatro economías en desarrollo será más pobre que en la víspera de la pandemia. En 2024-25, la mayoría de las economías del mundo crecerán más lentamente de lo que lo hicieron en la década anterior a la covid-19.
Con las tasas de interés globales previstas para promediar el 4% hasta 2026 – el doble del nivel de las dos décadas anteriores – es poco probable que este panorama cambie. En lugar de esperar un golpe de suerte, los gobiernos deberían trabajar para impulsar el crecimiento a largo plazo fomentando la productividad, el emprendimiento y la innovación, en un entorno de cooperación internacional más estrecha.
Este es el modelo que floreció después de la caída del Muro de Berlín. Alentar el flujo de bienes, capital e ideas a través de las fronteras hizo posible aproximadamente 25 años de prosperidad global sin precedentes, durante los cuales la brecha entre los ingresos per cápita en los países más pobres y más ricos del mundo se redujo significativamente. Antes de la pandemia, la erradicación de la pobreza extrema parecía estar al alcance.
Sn embargo, la cooperación internacional se ha estado fracturando en los últimos años. Las medidas diseñadas para restringir los flujos comerciales transfronterizos están proliferando. Con muchas de las principales economías celebrando elecciones este año, la incertidumbre sobre la política comercial es mayor que en cualquier otro momento de este siglo. Todo esto ocurre en medio de una debilidad persistente en la inversión: en 2013-23, el crecimiento de la inversión en las economías en desarrollo cayó a menos de la mitad de la tasa de los años 2000.
Esto ayuda a explicar por qué se espera que el crecimiento del ingreso per cápita en las economías en desarrollo promedie solo el 3% hasta 2026, muy por debajo del promedio de 3,8% en la década anterior a la covid-19. Muchas economías en desarrollo no harán ningún progreso en absoluto para cerrar la brecha de ingresos con sus contrapartes de economías desarrolladas en el corto plazo, y esa brecha se ampliará para casi la mitad en los primeros cinco años de esta década – la mayor proporción desde los años 1990.
También hay puntos brillantes en la economía global. Estados Unidos, en particular, ha mostrado una resiliencia impresionante, con un crecimiento que se mantiene boyante incluso en medio del endurecimiento de la política monetaria más rápido en cuatro décadas. El dinamismo de EE.UU. es una razón clave por la que la economía global tiene algún potencial al alza en los próximos dos años.
Entre los mercados emergentes, India e Indonesia destacan por su fuerte desempeño. Impulsada por una vibrante demanda interna, una inversión en auge y un dinámico sector de servicios, se proyecta que la economía de India crezca un 6,7% por año fiscal, en promedio, hasta 2026. (Asia del Sur es ahora la región de más rápido crecimiento del mundo). Por su parte, se espera que Indonesia crezca un 5,1%, en promedio, en los próximos dos años, gracias en gran parte a una creciente clase media y políticas económicas prudentes.
Estas economías demuestran que las altas tasas de crecimiento pueden mantenerse, incluso en condiciones difíciles. Si otros quieren lograr un éxito similar y mejorar su propio potencial de crecimiento a largo plazo, deben promulgar políticas que fortalezcan el capital humano, aumenten la productividad y fomenten que más mujeres ingresen a la fuerza laboral. Para ello, la inversión pública eficiente y bien dirigida es fundamental.
En las economías en desarrollo, la inversión pública representa solo una cuarta parte de la inversión total, en promedio. Nuestra investigación muestra que aumentarla en solo un 1% del PIB puede incrementar el PIB total en más del 1,5% a mediano plazo y aumentar la inversión privada en hasta un 2% en aproximadamente cinco años. Los beneficios son mayores en países con un historial de inversión pública eficiente y, crucialmente, con suficiente espacio fiscal para aumentar el gasto.
Para algunos países – especialmente los pequeños países en desarrollo (con poblaciones de menos de 1,5 millones) – esto es un desafío formidable. Hogar de solo 17 millones de personas, los pequeños países en desarrollo enfrentan desastres naturales relacionados con el clima a una tasa que es ocho veces mayor, en promedio, que en otras economías en desarrollo. Para empeorar las cosas, dos quintos de estos países están en, o en alto riesgo de, estrés por deuda.
Esto no significa que los gobiernos de los pequeños estados no puedan guiar sus economías hacia un camino más estable y próspero. Por el contrario, tienen considerable margen para movilizar más ingresos de fuentes nacionales, que ofrecen una base fiscal más confiable que los flujos extranjeros. También pueden crear marcos fiscales – incluidos fondos de emergencia – capaces de hacer frente a desastres naturales frecuentes y otros choques, y mejorar la eficiencia del gasto público, especialmente en salud, educación e infraestructura. La coordinación de políticas internacionales y el apoyo financiero pueden complementar estos esfuerzos.
Los responsables de políticas tienen buenas razones para celebrar: la economía mundial ha evitado la recesión, a pesar del aumento más pronunciado de las tasas de interés globales desde la década de 1980. Pero también deben reconocer que, en gran parte del mundo, el crecimiento sigue siendo demasiado lento para apoyar el progreso en el desarrollo y la reducción de la pobreza. Sin una cooperación internacional más fuerte y políticas que avancen en la prosperidad compartida, la economía global permanecerá atascada en el carril lento.
Indermit Gill es Economista Jefe y Vicepresidente Senior de Economía del Desarrollo en el Banco Mundial. M. Ayhan Kose es Economista Jefe Adjunto y Director del Grupo de Perspectivas en el Banco Mundial.