La competitividad de las costas, las fronteras y las zonas rurales en general, es uno de los retos más importantes de la Costa Rica del bicentenario. Este no es un objetivo en sí mismo, si no que se entiende la competitividad como una de las condiciones necesarias para elevar el bienestar de sus habitantes. Se entiende la competitividad como el conjunto de políticas, factores e instituciones que promueven el aumento de la productividad de una nación o una región en particular.
La productividad es importante porque determina los ingresos de las personas -de ahí su vinculación con el bienestar- y también porque define la tasa de retorno de las inversiones. Así que si se quiere que la gente tenga mayores ingresos y el país pueda recibir más inversiones, es preciso elevar la competitividad.
De acuerdo con el Foro Económico Mundial, quien ha sido pionero en medir este concepto y comparar sus resultados entre economías, existen 12 pilares que determinan el desempeño competitivo de las naciones. Estos tienen que ver con las reglas del juego (instituciones), la salud y educación de la fuerza laboral, la infraestructura de transporte y telecomunicaciones, el ambiente macroeconómico, el funcionamiento y tamaño de los mercados, la sofisticación de los negocios y la capacidad de innovar.
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Pese a que la información del Informe Global de Competitividad ha estado disponible por más de dos décadas para el país, seguimos mostrando rezagos importantes en temas como la infraestructura de transporte, el funcionamiento de los mercados –sobre todo en sectores clave como finanzas, combustibles, electricidad–, además de problemas relacionados con regulación, carga impositiva, innovación y más recientemente, la crisis fiscal.
Mucho del debate entre tomadores de decisión y analistas, ha estado concentrado, con razón, en estos temas. Sin embargo, muy poco se discute sobre el efecto territorial de esta problemática, sobre todo en las costas, las fronteras y las zonas rurales.
No obstante, recientemente, el péndulo de las políticas públicas ha vuelto a posicionarse sobre la cuestión de cómo el Estado puede activamente influir sobre la competitividad del país, los territorios y las empresas. A este tipo de intervenciones se les denomina políticas de desarrollo productivo y buscan precisamente resolver fallas de mercado que permitan a las empresas y a las personas operar en mercados donde puedan expresar su potencial competitivo. Estas políticas tienen como elementos comunes, la búsqueda de cooperación entre el Estado, la academia y el sector privado, entendiendo que los desafíos son tan grandes y complejos que un solo sector no podría resolverlos por sí solo.
Algunas de las políticas de desarrollo productivo que Costa Rica ha empezado a ejecutar buscan resolver fallas de mercado que tienen que ver con las externalidades que se generan del proceso emprendedor al descubrir nuevas oportunidades rentables de inversión.
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Parte de los obstáculos que afronta Costa Rica para alcanzar el crecimiento sostenido tienen que ver, en parte, con la incapacidad de descubrir aquellas actividades donde tiene ventaja comparativa.
El problema principal radica en que el emprendedor, el que realiza el descubrimiento, solo captura una pequeña parte del valor para la sociedad que éste genera. En otras palabras, una vez hecho el descubrimiento, otros productores lo copiarán, lo que resta incentivos para inversiones futuras en ellos.
Esta es una problemática común en el sector agropecuario y de ahí que a mediados del año 2018 Procomer y Comex con el apoyo del sector privado, CINDE y la academia, lanzaran el Programa Descubre.
Descubre es una plataforma para la diversificación de la oferta exportable y la atracción de inversiones para emprendimientos del sector agropecuario. La premisa conceptual de Descubre es que los cambios en la productividad surgen a partir de modificaciones de la estructura productiva.
Otro tipo de falla de mercado es el que resulta del desaprovechamiento de las economías de escala producto de la aglomeración, lo que popularmente se conoce como clústeres. Un clúster es “un grupo de empresas e instituciones concentradas geográficamente, ligados por intereses comunes y complementarios”. El clúster es muy útil porque resuelve eficazmente problemas de coordinación o de “huevo o gallina”. Problemas típicos tienen que ver con el acceso a mano de obra calificada, la oferta de servicios públicos, necesidades de infraestructura, acceso a mercados, estatus sanitario, etc. El clúster genera una dinámica de competencia colaborativa entre las empresas, promueve el intercambio de información y mejores prácticas, así como la remoción coordinada de los obstáculos a la innovación. Por estas capacidades, los clústeres han sido identificados por las organizaciones multilaterales, como la forma de organización ideal para la promoción de la innovación.
Los clústeres se posicionaron en Costa Rica desde que INCAE Business School, a través de su centro de pensamiento, el CLACDS, lanzara la Agenda de Desarrollo para la Competitividad y el Desarrollo Sostenible en 1999. Lamentablemente, los esfuerzos para institucionalizar y convertir en política de Estado las estrategias de formación de clústeres, han sido intermitentes.
Afortunadamente, ha habido un renacimiento de la idea de promover los clústeres, pero esta vez en la periferia del país. Un ejemplo especial es el establecimiento del Clúster Agroindustrial del Caribe, un proyecto público-privado promovido por la Zona Económica Especial de Limón, el Gobierno de la República, la academia y el sector privado regional.
Por décadas se han ejecutado múltiples proyectos de desarrollo productivo en la provincia de Limón. Sin embargo, los rezagos en términos económicos y de desarrollo humano se mantienen. Continuar financiando proyectos productivos aislados, de baja escala, sin una estrategia de escalamiento, articulación y sostenibilidad clara, es el camino equivocado.
Esta vez, se está pensando en el desarrollo de un clúster en una región donde su principal ventaja competitiva radica en el sector agropecuario, basado en un esfuerzo colaborativo donde participan las instituciones públicas, los gobiernos locales, la academia y por supuesto las empresas.
La experiencia internacional demuestra que el modelo de desarrollo productivo basado en clústeres, con enfoque triple hélice (involucrando al gobierno nacional y local, al sector privado y a la academia), resulta mucho más eficaz y costo-efectivo para impulsar el tipo de transformación estructural del aparato productivo, necesaria para la generación del empleo decente que se requiere y para elevar la calidad de vida de las personas que habitan un determinado territorio.
La provincia de Limón tiene múltiples fortalezas. Es una región riquísima desde el punto de vista cultural y con recursos humanos abundantes llegando al pico del bono demográfico. Es la puerta al mundo de nuestro país. Tiene ventajas competitivas en agroindustria y es sede de organizaciones académicas como la EARTH, multinacionales y empresas nacionales como Corbana, de clase mundial. La formación del clúster agroindustrial es la oportunidad para superar la desconexión entre los empleos que se generan y las capacidades de la fuerza laboral, para atraer la inversión necesaria a los proyectos empresariales, para promover la innovación y la diversificación de la economía y para crear empleos y bienestar para sus habitantes.
El éxito del clúster agroindustrial del Caribe no solo traerá esperanza a Limón sino a las demás zonas rurales del país.