Las cifras más recientes del Índice Mensual de Actividad Económica (IMAE) muestran una desaceleración importante en los últimos meses. Los números más recientes indican que la variación interanual ha caído de 9,2% en diciembre de 2021 a 3,2% en noviembre de 2022.
Cuando se desmenuza el crecimiento por sector de producción, el IMAE del régimen especial —es decir, aquellas actividades que gozan de algún tipo de ventaja tributaria porque están ligadas al sector exportador como las zonas francas—, muestra un crecimiento interanual vigoroso de 16,5%, incluso superior al registrado un año atrás. Sin embargo, la producción del régimen definitivo —la enfocada a la atención de los demandantes locales— está prácticamente estancada, pues su IMAE solo creció 0,7% en el último año, luego de venir creciendo 8,6% un año atrás.
¿A qué se debe esta diferencia entre ambos sectores? La dinámica del régimen especial depende de la evolución de las economías de los países que compran los bienes y servicios de exportación. En los Estados Unidos, por ejemplo, la producción sigue experimentando una tasa de crecimiento bastante aceptable, al tiempo que la inflación de ese país ya se muestra más moderada. Por su parte, la competitividad de nuestro país como destino de inversión extranjera directa depende de los costos de producción, principalmente de la mano de obra. Este costo está influenciado por el tipo de cambio, entre otras variables, pues como la mayoría de los salarios de los obreros son en colones, un menor tipo de cambio implica una mayor erogación en dólares para las empresas exportadoras, cuyos productos tienen precios en dólares que se fijan en los mercados internacionales.
La dinámica del régimen definitivo depende de las condiciones internas de la economía. En el último año, el Banco Central ha incrementado la tasa de política monetaria de forma sorprendente ante el surgimiento de la inflación. Ello genera problemas en la demanda, pues priva a los consumidores de adquirir nuevas deudas y a las empresas de invertir en nuevos negocios. Por su parte, los consumidores y empresas ya endeudadas tienen que destinar más dinero a las cuotas de sus préstamos con la consecuente menor disponibilidad para adquirir bienes y servicios o invertir. Así, menos consumo e inversión implican menor crecimiento económico o una recesión de continuar con esta tendencia.
Adicionalmente, el incremento en tasas de interés crea problemas de oferta, pues al contar Costa Rica con amplia movilidad de capitales, el colón se vuelve más atractivo, por lo que nacionales y extranjeros trasladan su ahorro financiero de dólares a colones, lo cual presiona el tipo de cambio a la baja. Ello provoca que los productores para el mercado local tengan que competir con importaciones más baratas. En un poco más de 7 meses, el colón se ha apreciado casi 20%. Esto ha hecho que las ventas de los productores nacionales caigan, que algunos de ellos desaparezcan del mercado y, como secuela, una pérdida de empleos.
La historia sería distinta si la apreciación del colón fuera el resultado de una economía más productiva, pero la narrativa es totalmente la opuesta. Esta apreciación tiene un origen —en parte— en la meta del Banco Central de corregir la inflación en el menor tiempo posible y por un gobierno que continúa incrementando el endeudamiento externo para financiar su gasto creciente. La colonización de esa deuda ejerce una presión sobre tipo de cambio.
Así, la posibilidad de una recesión ya no es una eventualidad, pues para el sector más grande de la economía ya casi estamos allí. La interrogante es en qué momento el gobierno de la República y el Banco Central considerarán que existe un desequilibrio importante en la conducción de la política monetaria que está mermando a un sector de la economía que es muy relevante en la generación de empleos, al tiempo que desalienta la atracción de inversiones extranjeras; el caballo de batalla del país durante décadas. Mientras ese desequilibrio persista —o sea, en tanto las tasas de interés no se moderen—, nos mantendremos en este círculo vicioso. Continuará la tendencia del colón a apreciarse y se perderá producción que luego tomará mucho más tiempo en recuperarse por la dificultad que existe en Costa Rica para conducir negocios.