En Costa Rica ha existido tradicionalmente una estacionalidad en el comportamiento del tipo de cambio del dólar en la segunda mitad del año, ocasionada por el incremento en las importaciones para suplir las ventas navideñas. Esta estacionalidad se extiende hasta finales de noviembre, cuando las empresas transnacionales trasladan capital externo para hacerle frente al pago de aguinaldos y impuestos.
Sin embargo, la tendencia mostrada por el tipo de cambio a la fecha sugiere que esta estacionalidad no será tan marcada este año o puede ser que del todo no se observe, aun tomando en consideración que los precios del petróleo están alcanzando el nivel más alto de la última década, exceptuando el pico experimentado postpandemia en el primer semestre del 2022. En el pasado, precios del petróleo elevados y el consecuente aumento en la factura petrolera llevaron a presionar el tipo de cambio al alza.
En sus informes, el Banco Central de Costa Rica (BCCR) indica que, por el contrario, existe una tendencia a la baja en el tipo de cambio y que ha tenido que acudir al mercado a comprar divisas para evitar mayores presiones a la baja. Esto a su vez ha provocado una disminución en los precios de los productos importados, lo cual ha influido en la inflación negativa que sufre el país. En el último año, la caída en el Índice de Precios al Consumidor ha sido de -3,3%, muy lejos de la meta inflacionaria del BCCR alrededor del 3% anual.
Según el BCCR, el ingreso de divisas que presionan el tipo de cambio a la baja es producto del crecimiento de las exportaciones de los regímenes especiales, por ejemplo, las zonas francas; y del sostenido ingreso de capitales por inversión extranjera directa (IED). A esto se le deben sumar dos fuentes adicionales: la entrada de capitales especulativos producto de las expectativas creadas por el propio BCCR en torno al tipo de cambio (el BCCR se siente muy cómodo con el tipo de cambio bajo y todo lo contrario con el tipo de cambio alto) y el fuerte endeudamiento del gobierno en mercados internacionales, tanto por la colocación de bonos de deuda externa, como por empréstitos de organismos internacionales.
Así, existe en nuestro país un sector muy dinámico de empresas dedicadas a la exportación y con altísimas tasas de crecimiento, mientras que tenemos al sector más numeroso de la economía, que corresponde al 88% de la producción, creciendo muy poco o estancado en algunos sectores. Esto es un indicio de que, de continuar por este camino, el país podría experimentar lo que se conoce como enfermedad holandesa. O sea, una relación causal entre el crecimiento de un sector generador de divisas y el declive en otros sectores de la economía.
A pesar de lo anterior, no pareciera existir una coordinación entre la política monetaria y cambiaria con la política de endeudamiento del Ministerio de Hacienda, pues lejos de disminuir el riesgo de sufrir un mal holandés, las políticas de estos dos entes más bien lo incrementan.
Por ejemplo, los niveles de reservas internacionales del BCCR están en cifras récord. ¿No tendría sentido pagar anticipadamente el préstamo del Fondo Latinoamericano de Reservas para contrarrestar estos efectos? Este préstamo por $1.100 millones se adquirió hace poco más de un año para apoyar un ataque especulativo al alza sobre el tipo de cambio y hoy la condición de reservas del BCCR es sustancialmente mejor. Un gobierno como el de Chile, que posee ingresos por las exportaciones de cobre, evita repatriar las ganancias cuando los precios internacionales están al alza, con el fin de afectar el crecimiento de otros productos exportables.
Segundo, la continua entrada de dólares nuevos al país sugiere que existe espacio para bajar la tasa de política monetaria, con el fin de romper las expectativas creadas por el BCCR de que no existe un gran riesgo de una depreciación del colón y con ello detener la entrada de capital que busca una mayor rentabilidad en nuestra moneda.
Tercero, no parece ser un buen momento para colocar el siguiente tramo de $1.500 millones en eurobonos, tanto por los niveles internacionales de deuda, por la desmejora reciente en el Índice de Bonos de Mercado Emergentes (EMBI por sus siglas en inglés) para América Latina y por la presión adicional que tendría sobre el tipo de cambio.
Por último, el BCCR debería tener una postura diferente alrededor del tipo de cambio, pues a pesar de que controla el 70% del mercado mayorista, asegura que no influye sobre la moneda. Sin embargo, no hacer nada es en sí mismo una opción de política y por ello debería preocuparse por la excesiva apreciación del colón y su efecto sobre la producción.