La cooperación internacional está sometida a grandes tensiones. Las voces que propugnan el proteccionismo y el nacionalismo cobran fuerza. Cada vez más, los gobiernos persiguen sus objetivos políticos a través de medidas unilaterales y ad hoc, en detrimento de la colaboración multilateral.
A pesar de esta realidad, la cooperación internacional eficaz continúa siendo la mejor vía para mejorar nuestras economías nuestra vida cotidiana.
El intercambio automático de información financiera de acuerdo al estándar común impulsado por la OCDE ha permitido a los gobiernos de todo el mundo recaudar alrededor de 85.000 millones de euros en ingresos fiscales adicionales, fondos que pueden contribuir a financiar mejores políticas sociales.
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En virtud de la Convención para combatir el cohecho de la OCDE, el cohecho en transacciones comerciales es ahora una infracción penal en 43 países. Y gracias al Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) de la OCDE, 72 países pueden tomar decisiones mejor informadas sobre las políticas educativas que determinan el futuro de nuestros hijos.
Estos son sólo algunos ejemplos de los beneficios que las instituciones multilaterales aportan a las sociedades modernas. Pero el valor del multilateralismo en sí trasciende cualquier programa o política concretos.
El sistema internacional y sus instituciones fueron creados como un baluarte contra las guerras. Tras permitir la reconstrucción de Europa de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial, el multilateralismo ofreció a los países de todo el planeta un objetivo común: mejorar el bienestar y la calidad de vida de sus ciudadanos. Más allá de los éxitos económicos y el desarrollo de nuestras sociedades, debemos medir los resultados del multilateralismo en términos de guerras evitadas y vidas no perdidas.
Pérdida de confianza
Sin embargo, más y más personas están perdiendo la confianza en la capacidad de la cooperación internacional de resolver los problemas actuales. Aunque la intensificación de las interconexiones entre las economías de todo el mundo ha impulsado el crecimiento, sacado a millones de personas de la pobreza y elevado los niveles de vida, los beneficios no se han compartido lo suficiente.
Si el multilateralismo no está logrando todo lo que deseamos, la solución no es renunciar a él. Debemos, en cambio, lograr que produzca resultados aptos para el mundo de hoy.
Habida cuenta de la magnitud de los retos a los que nos enfrentamos, ningún país irá muy lejos por sí solo o de forma bilateral.
Al igual que sucedió hace 70 años, únicamente en un entorno multilateral encontraremos soluciones a estos complejos desafíos.
La cooperación multilateral ofrece foros para resolver las diferencias de manera pacífica; plataformas en las que pactar las reglas comunes de juego; mecanismos para gestionar mejor los flujos internacionales; canales de intercambio de ideas y experiencias que permiten a los países aprender unos de otros.
La cooperación y la integración mundiales han sido decisivas en la impresionante expansión del bienestar y las oportunidades que se ha registrado en los últimos 70 años.
La semana anterior los ministros de los países de la OCDE se reunieron en París bajo el liderazgo del presidente francés, Emmanuel Macron, con la convicción de que la cooperación internacional es más importante que nunca. Pero discutieron también cómo el multilateralismo puede abordar con mayor eficacia las frustraciones y expectativas de nuestros ciudadanos, y ayudarles a hacer realidad sus aspiraciones.
¿Qué hacer?
Sabemos lo que hay que hacer. Debemos impulsar una regulación inteligente de los mercados que anticipe los efectos disruptivos de las nuevas tecnologías digitales, aprovechando al mismo tiempo las oportunidades que ofrecen.
Tenemos que actualizar —no abandonar— las normas del comercio y la inversión internacionales, para que sus beneficios se repartan más ampliamente.
Hay que encontrar nuevas maneras de luchar contra la desigualdad y proteger a los más vulnerables.
Y debemos proporcionar a nuestros hijos no sólo una educación de calidad, sino también con las competencias que necesitan para prosperar, dejándoles un planeta limpio en el que puedan vivir.
Los países pueden aprender mucho unos de otros sobre cómo conseguir un crecimiento más inclusivo que permita abordar problemas como el desempleo, la erosión salarial, el acceso a la vivienda o la calidad de la asistencia sanitaria.
Pero sin cooperación en la lucha contra retos globales como la corrupción, los flujos financieros ilícitos, las amenazas de ciberseguridad, la competencia desleal, la contaminación o el cambio climático, las soluciones a tales problemas nacionales serán parciales y efímeras.
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En su reciente discurso ante el Congreso de los Estados Unidos, el presidente Macron abogó en favor de una “nueva generación de multilateralismo… eficaz, responsable y orientado a resultados. Un multilateralismo que respete, proteja y apoye nuestras culturas e identidades nacionales”.
Para hacer realidad este nuevo multilateralismo, la OCDE se centra no sólo en defender el principio de cooperación internacional, sino también en debatir qué es lo que no ha funcionado y, por tanto, debería mejorarse.
Para encontrar soluciones es necesario que escuchemos a todos, en especial a los que han perdido la confianza en los gobiernos e instituciones. El multilateralismo ha de evolucionar con la finalidad expresa de servir a todos los que aspiran a una vida mejor.
En un mundo dividido, todos perdemos. Pero si aunamos nuestros conocimientos, experiencias y recursos, y renovamos el compromiso con un sistema multilateral responsable, eficaz e inclusivo, podemos construir un futuro más brillante y próspero para todos.
Ángel Gurría es Secretario General de la OCDE.
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