Nace El Financiero en una época de cambios significativos en los diferentes ámbitos de la vida del país. En el campo económico el modelo de crecimiento basado en la sustitución de importaciones da campo a otro cuyo eje gravita en una mayor apertura a las corrientes comerciales y financieras de la economía internacional. Busca así denodadamente el país, al igual que lo hizo siglo y medio atrás, una mayor inserción en la economía internacional.
En el campo social fenómenos tales como el crecimiento demográfico, el proceso de urbanización, la inmigración, la distribución de ingreso y las patologías sociales, alejan al país del concepto de una nación de labriegos sencillos.
En el campo moral la desintegración familiar, el afán por un enriquecimiento fácil y rápido, la falta de respeto por lo ajeno, la corrupción en múltiples formas, llevan a una crisis importante de valores y a mutaciones culturales profundas.
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En el campo político, el desencanto en el sistema democrático tradicional se acrecienta. Urgen cambios para alcanzar una mejor representación ciudadana y mejorar la eficiencia de las instituciones públicas en los tres poderes. Las ideas en torno a la necesidad de la descentralización y la desconcentración geográfica y funcional, el respeto al principio de subsidiariedad, que pide al Estado no hacer lo que realiza el sector privado, exigen reflexionar sobre nuevos planteamientos y posibilidades en cuanto al ordenamientos político-institucional del país.
El proceso de cambio no toma desprevenido al país. Se parte de una plataforma sólidamente anclada en cien años de educación, una acendrada vida democrática y una larga tradición de respeto a los derechos humanos. Pero el barco navega por aguas procelosas y hace agua por algunas escotillas.
Además, el proceso de cambio ha de verse enmarcado en uno más amplio de grandes transformaciones internacionales. Casi no hay ámbito –cultural, moral, político, económico, social—que escape a este proceso. Un mundo en proceso de rápido cambio caracterizado por las transformaciones científicas, las innovaciones tecnológicas y la revolución informática cuyo ritmo es muy difícil de seguir.
Nuevos retos y peligros
Es necesario tener presente que todo proceso de cambio genera pugnas entre quienes desean mantener las cosas tal como están en la actualidad y quienes propician su modificación. Las posibilidades de progreso o de estancamiento del país dependen, en esencia, del resultado de estas pugnas.
El proceso de cambio plantea nuevos retos y peligros y ofrece nuevas alternativas y oportunidades. Para enfrentar las primeras y aprovechar las segundas el país ha de prepararse. El presente y el futuro dependerán de cómo se preparen y capaciten específicamente los empresarios y los profesionales y, en general, las mujeres y los hombres del país para hacer frente a esos retos y peligros y para aprovechar esas alternativas y oportunidades. El mañana inmediato es un mundo más abierto e interdependiente, más globalizado e integrado, mucho más competitivo y mucho más “informatizado”. Nada de esto debe ser extraño al país. Por ello hay necesidad de poner manos a la obra cuanto antes.
Algunas tareas irrenunciables son las siguientes: el mejoramiento de los recursos humanos, ya que un país es, en definitiva, lo que su población sea.
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La reconversación de las empresas del país, en todos los sectores de la producción, para hacer frente al mayor grado de competencia.
El aumento del ahorro, tanto privado como público, y su uso racional a fin de depender en mayor grado del esfuerzo interno y menos de las decisiones tomadas en el exterior.
La reorientación del papel del Estado para cumplir a cabalidad las tareas que le son propias, sin lo cual el país no podrá avanzar. El Estado “obstaculizador” de hoy ha de transformarse mañana en el “facilitador”. Dejar así de ser carlanca y llegar a ser elemento propicio del progreso social y del desarrollo económico.
Ideas y principios
Ante este panorama un grupo de personas procedentes de diversos campos –del mundo de los negocios, de las finanzas, de la academia y de los medios de comunicación—ha decidido aunar sus esfuerzos para publicar El Financiero. El propósito básico es contribuir al proceso de cambio desde varios puntos de vista.
Desde las columnas de El Financiero se defenderán con ahínco y entusiasmo ciertas ideas y principios. En el campo ético las libertades individuales, la responsabilidad y el respeto a los demás; en el político la democracia y la participación; en el social la movilidad social, la igualdad y la solidaridad, y en el económico la innovación y la competencia. Estas serán las líneas directrices y las orientaciones principales de El Financiero.
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