La Constitución Política obliga al presidente de la República a dar un informe anual de sus labores ante la Asamblea Legislativa. En el pasado se interpretó que este mandato consistía en sumergirse en detalles de todas las acciones del Poder Ejecutivo; hoy se ha comprendido que el tedioso ejercicio de detenerse en pormenores es innecesario.
El pasado 4 de mayo el mandatario Carlos Alvarado acudió al Congreso y dio un mensaje que se caracterizó por ser corto y por cuatro grandes elementos discursivos: pandemia, intento de justificación de su gestión total de dos años, esfuerzo por motivar a la ciudadanía frente al COVID-19 y una breve incursión en futuras medidas ante la recesión económica.
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Su análisis de las acciones para frenar el avance de la pandemia fue correcto y se dirigió a precisar las acciones tomadas con anticipación y criterio técnico para impedir un ascenso acelerado de la enfermedad y una mitigación de sus efectos económicos y sociales. El país reconoce que se actuó adecuadamente ante la emergencia.
Es por ello que la segunda parte del informe, centrada en pormenorizar los avances de la prepandemia sorprendió por el detallismo y por el intento de justificar, paso a paso, toda la acción de Gobierno desde el 2018. No era el momento para ello, pues el Presidente ha recuperado parte del capital político perdido en el enfrentamiento por la reforma fiscal y las frecuentes renuncias en su gabinete.
Asombró que ensayara una defensa de la UPAD en la parte final del informe, como parte del esfuerzo para posicionar los avances prepandemia, asimilando la minería de datos de esta fracasada tentativa con la gestión de la pandemia. Amalgamar ambas cosas trajo a la discusión pública un tema que había quedado relegado, sino olvidado por la buena gestión del Ministerio de Salud, la Caja Costarricense del Seguro Social y la Comisión Nacional de Emergencias, entre otros actores.
Faltó el cómo
El esfuerzo de motivación presidencial a la ciudadanía giró en torno al principio de mantenerse firmes y no aflojar. Adecuadamente insistió en evadir las dicotomías simplistas y la polarización en momentos en que el reduccionismo y la división impiden el tránsito fluido de las decisiones, ante una amenaza que nos impide detenernos en cosas accesorias y obliga a pensar y actuar en los temas de fondo. Camina por la vía correcta la narrativa presidencial cuando insiste en el pluralismo sociopolítico, el respeto a la diversidad y la cohesión social como principios integradores de la acción colectiva nacional en la lucha contra la crisis. Posicionarse como jefe de Estado más allá de las presiones de intereses sectoriales fue también un acierto.
El fallo fundamental del discurso giró en torno al futuro. Anunció que se tomarían medidas, pero no esbozó el derrotero; si no van acompañadas con la precisión del cómo y de los actores encargados de ejecutarlas, no pasarán de ser ejercicios teóricos de escritorio. El derrotero del país pasa no solo por las medidas de mitigación y recuperación económica a partir de la situación presente creada por la pandemia. El informe no tenía porqué esbozar detalles de las soluciones técnicas, pero sí delinear en términos generales las distintas respuestas ante los diversos escenarios en la evolución de la pandemia, a cada uno de los cuales corresponderían medidas diferentes, no sólo económicas.
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La gravedad de la situación económica crea la tentación del economicismo, no hay que olvidar que esta es consecuencia de una causa sanitaria, que el corazón del problema reside ahí, y que como lo ha señalado con lucidez un economista tan serio como don Eduardo Lizano, en última instancia las decisiones más importantes dependen de los cambios sociales y políticos provocados por la pandemia.
La toma de estas decisiones debe realizarse por profesionales de diversas ramas, la colaboración de organismos internacionales, sectores de vanguardia en la academia nacional y empresas con conocimiento en áreas de la salud y tecnología.
Aparte de una referencia al multilateralismo, el informe careció de un análisis del posible impacto de la situación internacional, particularmente a los problemas sociopolíticos de nuestros principales socios comerciales. La planeación sobre el futuro del rumbo nacional no puede darse en el vacío sin analizar el impacto externo.
El informe presidencial quedó debiendo en lo que a estrategia se refiere, si entendemos por esta la relación entre los resultados de las batallas que se prevén y el objetivo final que sería el éxito en la guerra contra el virus. Medidas económicas o sociales que no se articulen con una visión general no pasarían de ser meras acciones particulares sin conexión con la globalidad del problema.