Un grupo de manifestantes del sector pesquero irrumpe en Casa Presidencial exigiendo ser atendidos y profiriendo improperios en contra del Mandatario al tiempo que se lanza un cartucho de dinamita a las afueras del edificio. Una bomba casera es detonada en la ventana de la oficina de la diputada Zoila Volio. Focos de protesta en diversos lugares. Tortuguismo en las principales vías del país. Los reclamos van desde la instauración de los “baños neutros” en escuelas y colegios hasta impedir la aprobación del proyecto de Educación Dual, pasando por exigir la exclusión de los alcances de la eventual reforma al régimen de Empleo Público. Esto ocurre, precisamente, en los umbrales de la entrada en vigencia del nuevo Impuesto al Valor Agregado (IVA) y los esperables efectos de su implementación.
LEA MÁS: Editorial: El futuro de la política económica
Todo está diseñado para dar la apariencia de espontaneidad y ser el producto de un descontento generalizado a lo largo y ancho del país, que exige del Gobierno un cambio de rumbo inmediato y hasta la renuncia de algunas autoridades. Algunos cabezas calientes incluso se atreven irresponsablemente a decir que es el inicio de un “golpe de Estado”. Pero pecaríamos de ingenuos si de verdad creyéramos que todo esto es obra de la casualidad. Ni es casual, ni es la primera vez. Un plan similar, con algunas variantes de importancia, se diseñó y ejecutó disciplinadamente durante la administración de doña Laura Chinchilla con el mismo propósito de fabricar un ambiente de desestabilización, que detuviera la toma de ciertas decisiones, necesarias pero difíciles. La “crispación social” de aquel entonces se detuvo, como por “arte de magia”, con el cambio de gobierno, el archivo de esas medidas y la promoción de otras.
Esas mismas fuerzas parecen haberse activado de nuevo, bajo la máscara de otros grupos sociales más potables, luego de la fracasada huelga del año pasado, y ahora en una extraña alianza con la agenda del fundamentalismo religioso, que podría tener como efecto inmediato la profundización y polarización de posiciones que nos dividen y cuya altisonancia solo beneficia a quienes asuman posiciones extremas, de izquierda o de derecha, pero cobijadas todas bajo el peligroso manto del populismo. Por otro lado, el fenómeno de las redes sociales exacerba la difusión masiva de información imprecisa, incompleta o abiertamente falsa, contribuyendo a la confusión y radicalización de la opinión pública, a pesar del esfuerzo que hagan los medios de comunicación serios por enfocar la noticia desde la perspectiva correcta.
Lectura cuidadosa
Ese contexto no debe ocultar, sin embargo, que existe un caldo de cultivo propicio para esta situación: la ya prolongada desaceleración económica es una realidad bien documentada que tiene una relación directa con el desempleo, la desigualdad y la calidad de vida de las familias costarricenses; el equipo económico del gobierno se ha tardado demasiado en armar una propuesta de reactivación económica creíble que dé confianza a los inversionistas y al sector privado en general, no obstante lo que puedan decir sus principales dirigentes; el liderazgo y manejo político desde Zapote ha sido deficiente y ni el presidente Alvarado ni el ministro Piza han sabido anticipar los problemas y, más bien, han perdido tiempo valioso en hacer avanzar proyectos importantes en la Asamblea Legislativa, y han mostrado desenfoque en la identificación de las verdaderas prioridades del país.
Dicho lo anterior, lo cierto es que el deterioro de la situación económica está lejos de llegar a ser una crisis inmanejable. El doloroso pero necesario IVA dará un respiro a las finanzas públicas y evitará que el problema sea aún mayor. Además, hasta ahora, el Gobierno ha contado con el apoyo maduro de la principal fracción de oposición en el trámite de los proyectos más urgentes y sigue comprometida con los proyectos de Eurobonos, reforma al Empleo Público y de regulación de las huelgas. Estas iniciativas, aunque insuficientes, son indispensables para salir del atolladero en que nos encontramos. Paradójicamente, son también el objetivo de muchas de estas protestas, lo que nos obliga a tener una lectura cuidadosa de lo que realmente está sucediendo y a reaccionar con sensatez y cordura.
LEA MÁS: Editorial: #MiCasoIVA
El Gobierno debe concentrarse en mejorar las condiciones para que la economía vuelva a crecer como en el pasado, para lo cual no puede dar marcha atrás ni frenar las reformas institucionales que se requieren para alivianar la carga del sector privado, único generador de empleo sostenible. Los partidos políticos, principalmente los que han tenido experiencia de gobierno, no deben caer en la tentación de unirse a la protesta callejera con fines electorales. El resto de nosotros no debemos dejarnos llevar por el llamado irracional y emotivo a la violencia y la agresión ni atizar el fuego. Las diferencias que tenemos pueden y deben ser resueltas a través del diálogo, la negociación y de los mecanismos institucionales que con tanto empeño hemos creado a través de nuestra historia.