Una de las exigencias más importantes para la banca estatal en nuestros días es la eficiencia. Este es un indicador para controlar y gestionar efectivamente los gastos e ingresos, respecto a su costo. Es decir, una entidad será más eficiente en la medida que produzca más, con menos recursos.
La eficiencia refleja cuanta proporción de la utilidad operacional bruta (resultado de intermediación financiera, comisiones y servicios) es absorbida por los gastos administrativos (gastos de personal y otros administrativos). Por ejemplo, una eficiencia de 50% para un banco significa que por cada ¢100 que ingresan, se gastan ¢50, o sea, cuanto más reducido sea el indicador de eficiencia, es mejor. En esto intervienen factores como el resultado financiero, tamaño del banco, productividad, gasto administrativo, y costos operativos, entre otros.
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Según la firma Bloomberg, el promedio de eficiencia en los principales bancos europeos es de 63,79%, frente a 58,11% en Estados Unidos, superado solo por el sistema financiero asiático, donde la eficiencia se aproxima a 46%. En Latinoamérica existen diferencias: hay niveles muy bajos en Chile (47,09%) y Colombia (48%). México se ubica en el medio (54,03%) y Brasil un nivel más elevado (60%).
Según cifras de la Superintendencia General de Entidades Financieras (Sugef), en Costa Rica la eficiencia del sistema financiero, a diciembre del 2018, es de 55%, cercano a la media latinoamericana. Sin embargo, existen brechas importantes dentro de sus participantes: los bancos del Estado se ubican en promedio en 66%, los privados en 45% y las cooperativas en 54%.
Sin embargo, en una revisión más apegada a la realidad, podría hacerse el análisis desde los conglomerados financieros. Así, por ejemplo, Credomatic y el conglomerado BN se ubican en los primeros 10 lugares de eficiencia; el BAC como conglomerado pasa de 29,94% a un a 69,49%.
Control del gasto
La eficiencia en todo el sistema financiero ha mejorado en los últimos cinco años. En estos años la banca estatal mejoró en más de 11 puntos porcentuales. Al cierre del 2018, la mayoría de las entidades financieras se ubica entre 50% y 70%.
Entonces es posible valorar la eficiencia de los bancos estatales con base en el promedio y no solo con respecto a la entidad cuyo indicador es el más bajo (el mejor), ya que la eficiencia es reflejo de modelos de negocio y objetivos que son muy diferentes. Así, la distancia entre bancos estatales y otra entidad con el mejor indicador, se debe no sólo a un mayor gasto administrativo sino también a la composición de su colocación de crédito.
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También, en el gasto administrativo, la banca estatal presenta una estructura mayor de agencias, que ha permitido llevar servicios financieros a todo el territorio nacional, contribuyendo al desarrollo del país.
Los bancos estatales han venido haciendo esfuerzos por controlar el gasto administrativo, con resultados verificables.
En cuanto a la mezcla de activos, la banca estatal se enfoca en los sectores productivos y de vivienda, cuyos márgenes son mucho menores, mientras que otros bancos, se enfocan en la banca de consumo, la cual tiene márgenes superiores de al menos 15%. Esto en medio de una coyuntura actual atípica, con bajo crecimiento económico y aumento en el gasto por estimaciones. Sin embargo, revisando un período extenso de tiempo, los rendimientos de los bancos del Estado son comparables a los de la mayoría de los bancos privados.
En conclusión, persisten retos en materia de rentabilidad y transformación digital para la banca estatal, pero esta seguirá ajustándose a un ambiente cada vez más competitivo y complejo. Queda claro que pese al mito de ineficiencia que algunos enarbolan, la realidad es otra.