Hace unos pocos días se publicó el barómetro de confianza global de Edelman y me llamó poderosamente la atención que las empresas están actualmente posicionadas como los actores sociales más competentes y éticos a nivel global. De hecho, el barómetro indica que desde del 2020, la confianza en el sector privado ha aumentado más de 20 puntos en el aspecto ético y alcanzó un nivel de confianza del 62%, 11 puntos por encima de los gobiernos.
En contraste con este aumento de confianza en el sector privado también el barómetro señala un colapso del optimismo económico. Solo el 40% de las personas alrededor del mundo piensa que ellos y sus familias estarán mejor en los próximos 5 años (10 puntos menos que en el año 2022).
El otro gran fenómeno es el aumento de la polarización que en el caso de Costa Rica se ha convertido en una de nuestras principales preocupaciones. El tejido social se ha debilitado y cada vez la gente es más extrema en sus posiciones y menos tolerante a las posiciones de los demás.
La otra macrotendencia está relacionada con la importancia de luchar por la verdad. Los ciudadanos esperan que las empresas se involucren en “la búsqueda de la verdad” y sean parte de la solución a los problemas sociales y ambientales como el cambio climático, la desigualdad, la reconversión de la fuerza laboral, etc.
Claramente este aumento de la confianza en las empresas representa una gran oportunidad, pero también una gran responsabilidad. Hoy más que nunca, el sector privado debe tomar un papel proactivo y protagónico en el desarrollo sostenible. Las empresas que realmente serán exitosas son aquellas que incorporen en sus estrategias de negocio, la creación de valor ambiental y social con la misma rigurosidad y excelencia que por siglos han estado enfocadas en maximizar valor económico. La bola está en nuestra cancha.