En tanto los precios de la energía siguen cayendo y se arraiga el efecto base de los aumentos de precios del año pasado, se espera una caída de las tasas de inflación en todo el mundo occidental. Aun así, los precios, probablemente, se mantengan inaceptablemente altos en el futuro previsible, haciendo que la verdadera estabilidad de precios sea una perspectiva distante.
Asimismo, se espera que los salarios en alza y las tensiones geopolíticas en curso, junto con factores estructurales de largo plazo como las tendencias demográficas y la desglobalización, mantengan las expectativas de inflación por sobre las metas de los bancos centrales, sobrecargando a las economías y sociedades occidentales en el largo plazo.
Es hora de que los bancos centrales tomen medidas decisivas y mejoren sus estrategias de comunicación. Los responsables de las políticas deben explicar, con urgencia, las razones de la alta inflación de hoy, sus consecuencias y las medidas tomadas para resolverla. Esta comunicación no debe limitarse a los participantes del mercado, ya que el compromiso de los ciudadanos es igual de importante, si no más. Después de todo, los ciudadanos son los socios más importantes de los bancos centrales a la hora de combatir la inflación y proteger su propia independencia.
Una comunicación efectiva requiere de una dosis importante de perspicacia, autocrítica y humildad. En el pasado, los bancos centrales han cometido errores, como diagnosticar mal un período de estabilidad de precios como un episodio de inflación inaceptablemente baja. Su política monetaria asimétrica en las últimas décadas, que resultó en tasas de interés progresivamente más bajas, redujo su espacio potencial de maniobra y provocó distorsiones significativas del mercado. Sin embargo, a pesar de la evidencia del daño causado por su política ultraexpansiva de bajas tasas de interés y una expansión masiva de los balances, los banqueros centrales, repetidamente, pospusieron el momento de interrumpirla.
Los responsables de las políticas tardaron demasiado en reconocer las fuerzas inflacionarias generadas por las alteraciones de las cadenas de suministro relacionadas con el COVID-19 y la guerra en Ucrania. Al ignorar o pasar por alto indicadores económicos y monetarios críticos, consideraron el alza de precios como un fenómeno “transitorio” que no exigía ninguna acción inmediata, y los mercados y la población recibieron señales engañosas de que las tasas de interés se mantendrían bajas hasta 2024.
Por estos malos diagnósticos y por la respuesta demorada ante la inflación, los bancos centrales no tuvieron otra alternativa que implementar alzas agresivas de las tasas de interés que atraparon a los participantes del mercado fuera de guardia y provocaron distorsiones.
Al apartarse de su mandato central de garantizar la estabilidad de precios para perseguir otros objetivos de políticas no relacionados, los banqueros centrales, en algún momento celebrados como héroes, han perjudicado seriamente su credibilidad. Especialmente en los países de la eurozona, su incapacidad analítica y su mal criterio profesional han puesto en tela de juicio la confiabilidad y la efectividad de sus políticas y de sus recomendaciones a los gobiernos.
Para recuperar la confianza de la población, los bancos centrales deben abandonar su torre de marfil monetaria. Por más interesantes que sean las conferencias en las universidades y las instituciones de investigación, su rol principal es afirmar la propia importancia de los banqueros centrales. Pero un discurso académico cargado de jerga no ayudará a los bancos centrales a ganarse a la población en general. En su revisión estratégica de 2021, el Banco Central Europeo manifestó que debería usar un lenguaje más accesible en las comunicaciones futuras, educando a la población sobre cuestiones complejas sin simplificarlas demasiado. Desafortunadamente, el BCE no ha actualizado su lenguaje ni se ha vuelvo más amistoso con los ciudadanos desde entonces.
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El BCE, responsable de garantizar la estabilidad de precios en 20 países europeos, se ha distanciado demasiado de la población a la que sirve, y debe hacer un esfuerzo mucho mayor para achicar la brecha. Como se comunica esencialmente en inglés, cada declaración oral y escrita debe traducirse en los idiomas nacionales, y la tarea de involucrar a la población recae, principalmente, en los bancos centrales nacionales, aunque este rol no está definido claramente. En la era previa al euro, los bancos centrales se comunicaban con los ciudadanos de manera más efectiva, manteniendo un nivel de confianza que el BCE hoy no tiene.
Sin embargo, los bancos centrales nacionales se han alejado aún más de la población desde que se introdujo el euro hace casi 25 años. Los responsables de las políticas monetarias nacionales no han sabido desempeñarse como agentes de información efectivos, en parte debido a desacuerdos internos al interior del Consejo de Gobierno del BCE. Si bien usar estos desacuerdos como una oportunidad para lograr el apoyo de la población en torno de opiniones divergentes habría sido problemático en la etapa inicial del BCE, es probable que ese ya no sea un problema hoy que el banco ha madurado.
En tiempos de alta inflación, es crucial restablecer el lazo entre los bancos centrales nacionales y la población. Para lograrlo, los bancos deben desprenderse de tareas innecesarias, liberar capacidad, centrarse exclusivamente en su mandato principal y lanzar campañas integrales de difusión pública. Pero los bancos centrales no pueden restablecer su credibilidad y volver a ganarse la confianza de la población a menos que asuman su responsabilidad por sus errores pasados y aprendan de ellos.
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Desafortunadamente, parece que los bancos centrales no están dispuestos a involucrarse en este proceso necesario de autorreflexión. Al día de hoy, solo el Banco de la Reserva de Australia ha reconocido sus errores de políticas pasados y ha tomado medidas para aumentar el compromiso de los ciudadanos. Otros bancos centrales deberían seguir el ejemplo de los australianos -y esperar que el daño causado por sus errores pasados sea reparable.
Jürgen Stark, exmiembro de la Junta Ejecutiva y del Consejo de Gobierno del BCE, fue vicegobernador del Deutsche Bundesbank y profesor honorario en la Universidad de Tübingen.