Muchos hemos tenido la molesta experiencia de un jefe controlador, con reloj en mano para verificar si nos retrasamos cinco minutos, aún si el día anterior estuvo pesado y salimos mucho más tarde del horario establecido. Y lo peor de todo, es probable que con el pasar del tiempo y de la mano con nuestro crecimiento de carrera nos hayamos convertido en uno de ellos. ¡Qué horror! Pero esto es más común de lo que quisiéramos.
La crisis actual que conlleva esta pandemia mundial ha puesto en evidencia de forma acelerada las carencias que muchos jefes o gerentes tienen para desempeñarse como verdaderos líderes, facilitadores e impulsadores del potencial de sus equipos de trabajo. Ya no basta pensar que nuestra gente nos necesita a su lado para poder mantener su productividad y cumplir o superar las metas establecidas.
Prácticamente de un día para otro, miles de puestos que algunos consideraban no “teletrabajables” tuvieron que pasar a un esquema remoto, exigiendo un cambio drástico de paradigmas frecuentemente infundados.
Sin embargo, esta situación también nos obliga a re-pensar la dinámica de las relaciones en el contexto laboral. Si bien es cierto, los psicólogos tienen muchos años refiriéndose a nuestra naturaleza bio-psico-social como seres integrales que no podemos simplemente dejar en casa los problemas ajenos al trabajo y evitar que los mismos afecten nuestro desempeño, esa integralidad hoy en día se materializa en un solo espacio para miles de personas: su casa.
Muchos jefes llevan años practicando el liderazgo remoto debido a la naturaleza y alcance de sus actividades, con frecuencia esparcidas en una amplia geografía de varios países o continentes. Sin embargo, para la gran mayoría ha sido un verdadero reto lidiar con tantos nuevos temas a la vez.
Probablemente se dieron cuenta de lo poco que conocen sobre el contexto, vida personal y familiar de cada uno de sus colaboradores, y mucho menos sobre los recursos o carencias psicológicas de los mismos para enfrentar épocas de incertidumbre constante. Los temores a perder su trabajo, a no dar la talla en su nuevo rol, a no contar con los recursos materiales necesarios para desempeñarse apropiadamente, entre muchos otros, son totalmente reales y acechan a nuestra gente constantemente.
Para complicar aún más el panorama, muchos de nuestros líderes están en medio de la “hamburguesa”, o sea, por un lado, deben velar por el desempeño y bienestar de sus colaboradores, pero a su vez tienen encima a sus respectivos jefes presionando por lograr los resultados de cada semana, quincena y mes.
Esta compleja combinación de factores incidiendo en la nueva normalidad del mundo laboral, nos lleva a plantearnos la urgente necesidad de volver a nuestra esencia más humanista, desde la cual, es más factible considerar las particularidades de cada uno de nuestros colaboradores y las suyas propias, porque de otra manera será muy difícil conectar efectivamente con nuestros equipos y mantener la cohesión, motivación y productividad de los mismos.
Necesitamos, como líderes, revisar nuestras expectativas y de ser necesario, ajustarlas a las posibilidades de nuestra gente. Si bien es cierto, nos vamos a topar con estrellas que pareciera estaban esperando esta oportunidad para brillar por sí mismos, muchos que antes brillaban podrían empezar a opacarse si no somos capaces de visualizar y atender de la mejor manera sus necesidades particulares.
Es necesario restarle importancia a situaciones que antes hemos señalado como inapropiadas: el bebé que se aparece en media videoconferencia pidiendo atención, el perrito ladrando como sonido de fondo, nuestros vecinos cortando el césped en plena mañana, la emergencia que surge para atender a un adulto mayor que está a nuestro cargo, y muchísimos ejemplos más que podríamos agregar.
Nuestra comunicación debe ser mucho más asertiva, sincera y considerada, pues no todos contamos con los recursos y red de apoyo necesarios para evitar alguna de estas situaciones. Cada una de ellas refleja la realidad de nuestra gente, y si nos llamamos líderes, deberíamos ser capaces de romper esquemas, ser creativos e innovadores y ofrecer nuevos beneficios materiales o intangibles que les permitan desarrollar competencias y capacidades acordes con esta nueva realidad.