La diplomacia científica (DC) es una disciplina relativamente novedosa con gran potencial para el desarrollo nacional. Según la experta María Estelí Jarquín, mediante la DC se pueden atender necesidades de política pública de un país, fortalecer las relaciones internacionales por medio de la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI), y propiciar la cooperación científica global para afrontar retos comunes.
El ritmo actual del avance científico y tecnológico no tiene precedentes en la historia del mundo, lo cual pone bajo estrés la capacidad de los países de insertarse y beneficiarse de ello. La diplomacia científica es especialmente relevante para los países pequeños y las economías emergentes, para los que es aún más difícil resolver por sí solos los desafíos sanitarios, climáticos y económicos, entre otros.
La dinámica es de doble vía: la ciencia como apoyo para la diplomacia y la diplomacia como plataforma para la ciencia. Costa Rica ya tiene varias experiencias en que la academia ha provisto la evidencia científica necesaria para fundamentar acuerdos diplomáticos. Un ejemplo fue la negociación para redefinir los límites de las plataformas continentales de Costa Rica y Ecuador en el Océano Pacífico, que permitió la creación del “Corredor Marino del Pacífico Tropical Oriental”; en el proceso de 10 años de negociación, el Estado costarricense contó con la asesoría del científico del Ovsicori Marino Protti, entre otros.
Identificar, retener y atraer talento científico, tanto nacional como extranjero, impulsaría la CTI, un motor fundamental del desarrollo sostenible del país. La reciente designación de Costa Rica como primer aliado estratégico en la industria de semiconductores por parte del gobierno de Estados Unidos ilustra la importancia de contar con la información completa y oportuna sobre las capacidades y las carencias del país de responder a la demanda.
En 2014 el Programa Estado de la Nación (PEN) señaló algunas debilidades en ese sentido: baja inversión en investigación y desarrollo, baja producción de conocimiento científico (publicaciones científicas y patentes), escasos nexos entre la comunidad CTI con otros sectores como el industrial y financiero, y una reducida comunidad científica. Aunque ha crecido el número de personas que se gradúan de carreras afines a la industria de semiconductores y otras áreas de CTI, la oferta académica universitaria no está satisfaciendo la creciente demanda de talento especializado; ello se debe en parte a la concentración predominante de la oferta de educación superior de carreras STEM en la GAM (40%).
Estos hallazgos refuerzan el imperativo de mapear, atraer y articular el talento foráneo y el costarricense en el exterior con la academia, la industria y la comunidad científica locales. Más que la “repatriación de cerebros”, la tendencia actual es crear puentes de vinculación y de intercambio que propicien la transferencia y la creación conjunta de CTI entre científicos locales y de la diáspora nacional, así como foráneos. Esto coincide con la “Teoría de Scrabble del Desarrollo Económico” de Ricardo Hausman: el desarrollo requiere del know-who (identificar y conectar a las personas correctas) y movilizarlo para que también se muevan la tecnología y el know-how; la producción de valor se da precisamente con la colaboración entre individuos que por sí solos “no tienen todas las letras”.
Según Hipatia, el banco de información creado por el PEN más completo y actualizado sobre nuestro talento científico, 45% de científicos ticos que residen en el extranjero no planea regresar al país; en el 2022 era 41%. Si bien se trata de una población fluctuante, los datos muestran una tendencia a arraigarse donde encuentran más oportunidades de trabajo y de avance en su carrera.
De acuerdo con una investigación realizada en 2022 por varios científicos costarricenses (algunos emigrantes), las diásporas científicas son activos clave para el desarrollo de un país en CTI. Según esta investigación, comparado con otros países Costa Rica ofrece pocas oportunidades de empleo para científicos fuera de la academia.
Las estrategias de países como China, Filipinas, Argentina, México, Polonia y Tailandia incluyen la creación de incentivos que, por una parte, faciliten la inserción laboral y social de las personas dispuestas a repatriarse y, por otra, promuevan vínculos duraderos de colaboración con la comunidad científica doméstica. Por ejemplo, políticas de puertas abiertas en las universidades para atraer miembros de la diáspora a dar talleres y cursos o hacer práctica conjunta con científicos de la comunidad local; atracción para efectuar estudios de doctorado y post-doctorado; asesoría del sector financiero para invertir en el país; invitaciones del sector productivo para colaborar en proyectos de investigación, planes piloto para desarrollo de productos, mentorías y capacitaciones.
El Estado debe ofrecer incentivos fiscales para quienes se repatrien temporal o definitivamente, facilitar trámites migratorios y permisos de trabajo para talento extranjero, fomentar la inversión en I+D tanto pública como privada; crear fondos de capital de riesgo para CTI e incentivar la creación de redes de inversores ángeles, entre otros. Ello permitiría ampliar la marca país como destino atractivo para la investigación y posicionar internacionalmente a Costa Rica como socio estratégico en materia científica.
La misma diáspora científica puede ofrecer muchas de las claves para revincularse con el país y contribuir al desarrollo nacional.