La humanidad ha tenido una larga conversación sobre el tiempo. El problema no ha sido medirlo, eso lo aprendimos a hacer muy temprano en nuestra historia, sino más bien su percepción, la cual cambia a través de la vida de cada persona.
Muchos recordaremos que durante nuestra niñez la espera entre un cumpleaños y el siguiente, o entre navidades, era una verdadera tortura, ¡una eternidad! Pero conforme crecemos el tiempo parece pasar más rápido. Y ya para cuando las canas llegan, vuela….
Existen grupos de científicos dedicados precisamente al estudio de la percepción del tiempo, y recientemente se publicaron los resultados de una investigación que abre una interesante posibilidad: el corazón podría tener el secreto.
Este órgano que la poesía ha tenido en un pedestal, y la ciencia destrona definiéndolo como una simple bomba o, más exactamente, dos bombas encargadas de mover la sangre por el cuerpo. Recordemos, sin embargo, que el corazón tiene algo especial: su propio marcapaso, que define el ritmo de los latidos al contraer sincronizadamente las bombas, produciendo unos 100.000 latidos cada día de nuestras vidas, sin derecho a vacaciones.
El estudio detecta que el lapso entre latidos regulares (entre sístole y diástole específicamente) parece variar con la edad, una diferencia de milisegundos, imperceptible para nosotros, pero que claramente conforma un patrón. Esta pequeña variación podría ser la responsable de que cambie la percepción del tiempo con los años.
Sabíamos que el cerebro envía mensajes al corazón que alteran la velocidad promedio de los latidos, en este caso sería el corazón el que estaría instruyendo al cerebro para que este modifique su percepción del tiempo.
Preguntas que surgen: ¿qué sucede con las personas que tienen una forma de vivir que genera el aceleramiento del corazón de forma regular, como al practicar deportes extremos o realizar trabajos físicamente demandantes? Y en contraste, con las personas que tienen un estilo muy tranquilo y reposado, como diría mi abuelita, a quienes la vida les pasa por el cuerpo. Tendremos que esperar que el conocimiento avance, pero yo creo que el corazón tiene un muy buen chance de recuperar su antiguo glamur.