La literatura sobre gobierno corporativo abunda en referencias sobre idoneidad de los miembros de juntas directivas o consejos de administración. Individualmente, deben poseer demostrado conocimiento, atestados académicos y experiencia en el campo donde se desenvuelve la entidad. Cada miembro debe tener un conocimiento similar o superior, al respectivo gerente general o puesto equivalente, según el tipo de organización. Lo contrario también es cierto respecto al perfil del gerente general. Prueba de ello es que muchas empresas fijan las dietas de los directores, calculando las horas dedicadas y tasándolas al mismo salario por hora de la gerencia general.
Por otro lado, el grupo de directores debe analizarse como equipo, para lograr sinergias: una mezcla de especializaciones y experiencias, de modo que las decisiones se construyan desde múltiples perspectivas.
En un artículo anterior (El punto débil de los pesos y contrapesos en la organización), comentaba que también aspectos conductuales o de personalidad adversos, podrían llevar a que un Consejo tenga el poder de decisión concentrado en uno o pocos directores, o incluso ser dominado a placer por la alta gerencia. Ejemplos sobran.
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Si bien todo lo anterior es acertado, existe un concepto complementario, y al que todo órgano colegiado debe aspirar al nombrar directores, y es el de “señorío”.
Un director o directora con señorío (seniority en inglés), es aquel que reúne una combinación superior de conocimiento, experiencia y valores personales construidos a lo largo de muchos años. El director senior es reconocido como una autoridad en el campo o actividad en la que se desenvuelve, porque ha estudiado, analizado, reflexionado y procesado abundante información del tema en particular, convirtiéndolo en un experto o un maestro, independiente de sus grados académicos. Hasta podría carecer de grados académicos del todo, pero haber forjado ese conocimiento de manera autodidacta en la universidad de la vida.
El director con señorío atesora la experiencia de haber vivido y sufrido diversas crisis económicas o financieras desde puestos de decisión, a lo largo de su vida. Sabiamente se dice que, las enseñanzas de una crisis, por dolorosas que sean, valen tanto o más que un grado universitario.
El otro componente del señorío es la integridad, o apropiación de principios y valores.
Es una persona que cree firmemente en la ética de los negocios, en la observancia de leyes y normas existentes, y en que la organización debe ser capaz de salir avante cumpliendo cabalmente sus impuestos, obligaciones laborales, sociales y ambientales. Sin apalancarse en subterfugios para alcanzar una factibilidad forzada. El director senior tiene la virtud de analizar hasta las decisiones más técnicas, desde una perspectiva humanista (al interno y externo de la organización). Nunca pierde la visión, interés y satisfacción del cliente o usuario final, e incluso el impacto social.
Ser un director o directora senior puede estar relacionado con una edad madura, pero tampoco en esto hay recetas. El señorío bien podría alcanzarse a los 40 años, a los 70 años, o no alcanzarse nunca. Lo que sí es notable es que el director con esta cualidad es un referente de conocimiento. Sus intervenciones dictan cátedra (masterclass) en el seno del Consejo de Administración.
Recuerdo participar en un directorio así. Solíamos entrar en discusiones y criterios encontrados. Don Carlos Attwell (q.e.p.d.), atentamente seguía las disquisiciones en silencio, apuntando mentalmente. Cuando los demás, todos profesionales de edad menor a él, nos sentíamos atados en un nudo gordiano, nos volvíamos en señal de auxilio, solicitando su opinión. Con notable claridad mental, acompañada de un verbo elocuente y conciso, unía los puntos en discordia, ordenaba ideas, discurría a través de los principios o fundamento de las cosas, y apelando a su experiencia emitía un criterio y sugerencia de caminos a seguir. El director con señorío tiene esa capacidad de ver el bosque desde lo alto, orientar el análisis del Consejo por los cauces de la prudencia y con vistas al horizonte.
Una junta directiva con al menos un director senior, es una junta directiva señorial o con señorío. Tener dos directores con ese perfil, sería excepcional. Disponer de tres o más, un lujo. Conozco juntas directivas con señorío, pero lamentablemente muchas otras sin un solo director senior. Y no es que sean seres inalcanzables o mitológicos; tampoco se trata de cualquier persona con una colección de títulos académicos. Lo dice el refrán: “Lo que natura no da, Salamanca no presta”.
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El problema de muchas organizaciones, empresas, e instituciones, es que la elección de directores se hace a la ligera, sin sopesar la trascendencia del acto. A veces priman criterios políticos o familiares, o por control del poder, sin procurar la excelencia y menos aspirando al señorío de los órganos colegiados.
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El autor es economista.