Es una realidad que las empresas estamos viviendo los momentos más duros de la historia reciente. El impacto de COVID-19 está siendo significativo no solo en términos de salud, sino también en términos económicos (pérdida de empleos, cierre de empresas y empobrecimiento acelerado de la población). De hecho, el nivel de pobreza de 21% al cierre del 2019 ha crecido significativamente en los últimos meses.
La reacción natural e inmediata de los empresarios ante este panorama tan complejo e incierto es generar planes reactivos: ¿Cómo mantener mi negocio a flote? Esto es correcto, pero insuficiente. Si bien es cierto una estrategia reactiva es vital para el negocio en este momento, existe una oportunidad de oro para los empresarios visionarios.
Es el momento de desarrollar una estrategia proactiva. Es una realidad que estamos frente a nuevos hábitos de los consumidores y una nueva forma de operar en el mercado. Estos dos elementos no van a cambiar para los próximos 18 a 24 meses y hasta podrían permanecer para siempre.
El mundo y la economía nunca serán iguales después de COVID-19. La forma en que la gente coma, trabaja, compra, cuida su salud y socializa, nunca serán iguales. Hay elementos como el teletrabajo, la combinación indivisible vida-trabajo y el uso de la tecnología para socializar que representan oportunidades para las empresas. A mi criterio el primer paso es entender muy bien las oportunidades para el negocio que esta nueva economía “low-touch” nos presenta. Con base en este análisis la empresa debe diseñar una nueva estrategia y propuesta de valor para clientes y consumidores. Es clave que la estrategia derive en el desarrollo de nuevos productos, servicios y modelos de negocio.
Las oportunidades están frente a nosotros. Como dijo Albert Eistein: “es en la crisis donde nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo”.