Recientemente leí que en un foro la Primera Dama, Claudia Dobles, dijo que impulsará el teletrabajo como una medida para reducir la cantidad de traslados que se hacen cotidianamente y así bajar el volumen de tránsito hacia centros de trabajo.
Tiene razón.
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Tal y cual lo afirmó, la mejor forma de reducir la carga de tránsito es dejar de circular cuando no sea indispensable hacerlo. Si al teletrabajo público y privado le agregamos un eficiente gobierno y gestión digital en instituciones nacionales y municipales, en el sector financiero y en la educación superior, lograremos la reducción radical de los traslados, emisiones, consumo de combustibles y energía; no por trasladarnos en tren o vehículos eléctricos, sino por no movilizarnos del todo y hacer nuestro trabajo o realizar nuestros trámites y procesos en línea.
Esto requiere de infraestructura y sistemas —no de más calles, carreteras, o vías férreas, de altísimo costo— sino de mejor conectividad en todas las regiones urbanas y rurales del país, que permitan una fluida y eficiente comunicación e interacción.
¿Qué más se requiere?
Además, sistemas de supervisión y evaluación del trabajo por resultados en todas las instituciones y empresas participantes, así como de incentivos y castigos como cambiar el valor relativo de los traslados al alinear la intención de reducir el tránsito con la disponibilidad y el costo de los parqueos, las multas por mal estacionamiento y los combustibles, pasajes y otros.
Nuestra ecoeficiencia nacional está en deuda. Según datos internacionales, desde 1990 Costa Rica consume mucho más de lo que su biocapacidad nacional puede reponer cada año. Nuestra calidad de vida sufre por el enorme tiempo que pasamos en tránsito cada día. La factura petrolera sigue siendo un importante rubro en la estructura económica nacional.
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Debemos moderar nuestro consumo y, para hacerlo, nada más importante que reducir la huella de nuestra enorme carga de tránsito.
Desde esta perspectiva, el mejor traslado es —efectivamente— el que no se hace.