Cuando una empresa se propone captar recursos, ya sea para financiar un nuevo proyecto, o para el giro normal del negocio, evalúa las opciones disponibles. Con frecuencia, la primera consideración es el crédito bancario. Sin embargo, esa no es la única posibilidad.
En el mercado de valores, las empresas también pueden obtener financiamiento, ya sea mediante la emisión de bonos, acciones, o bien utilizando vehículos de propósito especial. El mercado constituye una fuente alternativa, que le permite a la empresa diversificar sus fuentes de fondeo y no depender de un único proveedor.
En mercados con mayor desarrollo que el costarricense, como podría ser el de México o el de Brasil, la emisión de acciones es muy usual para obtener fondos que financien el crecimiento de las empresas. Se puede pensar en acciones comunes, preferidas o convertibles.
No se trata de llevar al mercado el 100% del capital, la empresa bien podría iniciar colocando 15% o 20%, con todos los beneficios que aporta un recurso que no tiene vencimiento como los bonos o la deuda bancaria.
Por alguna razón, en Costa Rica existe cierta percepción, desde luego equivocada, de que el financiamiento bancario y el obtenido a través del mercado de valores son competidores, cuando realmente deberían de verse como complementos.
La deuda bancaria, ciertamente, es esencial para la operación de las empresas, porque su manejo usualmente se suele vincular al del flujo de efectivo, de manera que facilita el pago de proveedores o de las planillas de la empresa, por lo que frecuentemente utilizan el crédito bancario para su capital de trabajo.
El fondeo bursátil, por su parte, tiene la capacidad de permitir mecanismos que los bancos no pueden replicar. Por ejemplo, una empresa podría financiar un proyecto grande con el Estado, titularizando los flujos que se van a generar con ese negocio. Al mismo tiempo, ese financiamiento se puede lograr fuera del balance, sin afectar la estructura de endeudamiento de la empresa, mediante una figura jurídica especial, como sería un fideicomiso.
En el mercado de valores también es posible estructurar las deudas con mayor flexibilidad que la que permiten las regulaciones a los bancos. Por ejemplo, se pueden definir fechas en las cuales se pueden amortizar montos mayores o menores, según lo requiera el proyecto a financiar. Es decir, es posible diseñar el financiamiento en función de la necesidad concreta de cada proyecto o empresa.
Más importante aún, las empresas pueden fortalecer su posición patrimonial emitiendo acciones, en vez de deuda, lo que no es posible con los bancos. Este paso se ve favorecido si la empresa ya ha acumulado trayectoria como emisor en el mercado de valores.
De lo indicado, resulta evidente que la decisión de un empresario en cuanto a una u otra opción, va más allá de si las tasas o los trámites son menores. Tiene que ver más con la estrategia de crecimiento, y con la estructura de capital que optimice el costo, la flexibilidad de la tesorería y mejore el perfil de riesgo de la empresa.
En ese contexto, una opción respalda a la otra, favoreciendo la concreción de los objetivos de corto y largo plazo de la empresa.
María Brenes Quesada es gerente de Proyectos de la Bolsa Nacional de Valores S.A.