Según el psicólogo Daniel Goleman, el éxito en la vida depende en un 80% de la inteligencia emocional y no de la inteligencia intelectual, como mucho tiempo se creyó. Eso quiere decir que ya no basta con tener grandes conocimientos técnicos en relación a nuestra profesión y/o quehacer, sino que es necesario desarrollar habilidades varias que tienen que ver con el desempeño social y personal.
Ya no es suficiente que en nuestra hoja de vida vitae enlistemos todos los títulos, certificaciones y formaciones que hemos llevado; sino que es más importante cómo utilicemos todos esos logros para servir a las demás personas. Por ejemplo, un gerente puede ser muy habilidoso técnicamente, pero si no sabe tratar a las personas que tiene a cargo con respeto y carisma será poco el crecimiento que logrará en su equipo de trabajo y esto afectará el alcance de metas y objetivos estratégicos. Y es que las habilidades técnicas pueden desarrollarse a través del estudio y la formación académica, pero las habilidades que en este artículo hemos denominado poderosas, tienen más que ver con la voluntad, disposición y valores; por ende, están asociadas con un importante desarrollo personal.
Las habilidades poderosas o llamadas también power skills, son una serie de competencias y cualidades que están asociadas con el mejor desempeño social, personal y adaptativo. Son habilidades cruciales en cualquier profesión, y empresa; y estas marcan la diferencia, impactan la cultura organizacional e influyen determinantemente en la dinámica interpersonal.
Hoy las habilidades poderosas se han convertido en las más buscadas en los procesos de reclutamiento y selección y es fundamental que los candidatos se preparen en esta línea cuando se sometan a una entrevista.
Una empresa cuyo personal no presente y/o desarrolle sus habilidades poderosas, es una organización que va envejeciendo, es decir, una organización menos innovadora, creativa y competitiva. Su personal posiblemente esté más divido, fragmentado y sin una visión común.
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Algunas de las habilidades poderosas más importantes son:
- Comunicación asertiva y afectiva: no basta con informar o decir las cosas, es fundamental buscar la mejor manera de transmitir los mensajes, cuestionar, elegir bien qué canales de comunicación utilizamos, cómo decir las cosas, de qué manera, en qué tono e incluso qué imágenes y metáforas se pueden utilizar; en qué momento decirlo y a quiénes. No basta con ser asertivos, sino que es fundamental tener calidez a la hora de dar a conocer un mensaje, que los receptores se sientan apreciados y valorados.
- Inteligencia emocional: como se menciona al principio de este artículo, la inteligencia emocional es crucial. Contribuye a que nos sintamos bien con nosotros mismos, pero además a que estemos mejor con los demás. Según Daniel Goleman hay cinco habilidades asociadas a la inteligencia emocional y que es fundamental desarrollar: autoconocimiento, autocontrol, automotivación, empatía y habilidades sociales. Las tres primeras tienen que ver con un desarrollo intrapersonal (a lo interno del individuo) y las últimas dos con el desarrollo interpersonal (la persona en interacción con otras).
- Inteligencia adaptativa: está asociada a la inteligencia emocional, y es la habilidad de adaptarnos a las situaciones que vivimos diariamente, esos retos que se presentan en el trabajo y la vida cotidiana. Adaptarnos no quiere decir ceder o dejarnos llevar por las situaciones vividas, sino mantener nuestra esencia, pero sobrellevando con inteligencia los retos presentes. La inteligencia adaptativa podemos asociarla con la metáfora del bambú, vemos como la estructura del bambú es firme pero a la vez flexible, de forma que ante las corrientes de viento su estructura no se quiebra; el bambú mantiene su esencia pero esa misma esencia se adapta al ambiente.
- Proactividad: esta es una habilidad imprescindible; de hecho Stephen Covey en su libro Los 7 Hábitos de las Personas Altamente Efectivas lo propone como el segundo hábito de la efectividad. La proactividad es fundamental para que las cosas caminen, para que el trabajo y las relaciones avancen. La persona proactiva es visionaria y tiene facilidad para visualizar las cosas que pueden ocurrir, así como también la respuesta a las necesidades presentes. La persona proactiva no se queda en el “no puedo” o ”esto no me toca”, sino que camina siempre en la búsqueda de alternativas, respuestas y soluciones.
- Gestión del tiempo y de las elecciones: definitivamente hoy hay muchos “ladrones del tiempo”, muchas distracciones físicas pero también mentales, que nos afectan constantemente. Por eso, gestionar el tiempo tiene que ver con gestionar nuestras elecciones, podemos preguntarnos, ¿qué es necesario?, ¿qué es importante? ¿qué es urgente y qué puede esperar? De esta manera es viable iniciar una semana, un día y una jornada laboral con enfoque. Podemos tener muchas cosas por hacer pero si elegimos adecuadamente cómo organizarlas, definitivamente lo haremos bien, lo mejor posible con las posibilidades presentes.
- Promoción de la cultura de paz: mucho se habla de la resolución de conflictos en las empresas. Sin embargo, es fundamental buscar personas que crean en la paz y sean mensajeros de la paz donde se encuentren. La persona con paz, lleva quietud, es apaciguadora y gestiona bien sus emociones. No se deja llevar por sus impulsos emocionales e incluso contribuye a que las demás personas los gestionen mejor.
Debemos preguntarnos, ¿cómo estoy con mis habilidades poderosas?, ¿cómo está mi empresa con dichas habilidades?, ¿las hemos desarrollado o no? Estas preguntas serán cruciales para marchar hacia el verdadero desarrollo. Si identificamos que no las hemos promovido, es fundamental idear un plan estratégico que nos permita hacerlo y volverlas parte de nuestra cotidianidad; de manera que se incorpore en nuestra filosofía de vida, comportamientos y cultura organizacional.