Hace pocos días, capturó mi atención la actitud de un señor recolector de basura, quien iba muy feliz cantando en plena mañana. Saludaba a la gente mientras recogía las bolsas de basura que los vecinos habían dejado en las afueras de sus casas de habitación, esperando a que pasara el camión recolector. La alegría de esa persona era admirable, tenía una gran energía y un positivismo que contagiaba; pensé cuánto necesitamos personas que trabajen y que vivan con esa alegría; si todos (as) hiciéramos el trabajo con esa ilusión las cosas serían muy diferentes, nuestra sociedad estaría mejor, más sana, tranquila, feliz y enfocada.
De repente también me vino a la mente el tema de inteligencia emocional (IE) propuesto por el autor Daniel Goleman. Una de las habilidades específicas de la IE mencionada por el autor es la automotivación, esa capacidad de impulsarnos, tener esperanza, motivación y optimismo en nuestra vida.
Según Daniel Goleman, la inteligencia emocional es la capacidad de reconocer las emociones tanto propias como ajenas y de gestionar nuestra respuesta ante ellas. De acuerdo el autor, el éxito de una persona no depende del intelecto o de estudios académicos, sino de su inteligencia emocional, esta se va desarrollado y forjando a lo largo de la vida. Cada individuo la va cultivando y fortaleciendo a partir de sus experiencias, en los diferentes contextos y escenarios, familia, trabajo, amigos y estudio.
Relacionado con lo anterior, según la revista Forbes, “Antes, el éxito de una persona dependía de su nivel de estudios, universidad o currículum vitae. Hoy, el éxito depende del desarrollo de sus habilidades emocionales y comunicativas.” (Forbes, El valor de la Inteligencia Emocional en el Éxito, 2019, p. 1).
En el trabajo, la inteligencia emocional es imprescindible, ya que contribuye a que tengamos un mejor desempeño en lo que hacemos; nos permite efectuar las labores con mayor serenidad y enfoque; identificar y reconocer las diferentes emociones experimentadas y canalizarlas adecuadamente.
También contribuye a un desarrollo sano de las relaciones interpersonales y a evitar de conflictos. Cuando las personas son capaces de identificar sus emociones, y tomar conciencia de las mismas pueden canalizarlas de una mejor manera y además empatizar más con las emociones de sus compañeros (as) de trabajo, lo cual refleja una “madurez emocional”.
Según el artículo mencionado anteriormente de la revista Forbes, con base en un estudio realizado con multimillonarios, estos mencionaban que “saber relacionarse y conectar con los demás, era al menos para ellos, la habilidad más importante para la obtención de recursos.” Y es que definitivamente las personas con inteligencia emocional son sumamente agradables en los ambientes de trabajo y los negocios. No solo alcanzan mayor facilidad para obtener ascensos y ganancias económicas, sino mayor capacidad para la comunicación asertiva y afectiva y para el networking.
La inteligencia emocional por tanto, se convierte en un importante reto a promover en las organizaciones, es de las habilidades transversales que no pueden faltar y que todo colaborador (a) debe tener y más aún en puestos de liderazgo.
Daniel Goleman menciona cinco habilidades específicas que componen la IE, las cuales idealmente deben desarrollarse para el éxito laboral:
- Autoconciencia emocional: se refiere a conocer nuestras emociones, observarlas y reconocerlas. Esta autoconciencia se puede llevar a cabo a través de ejercicios de introspección para acceder a dichas emociones.
- Autoregulación emocional: se refiere a la capacidad de regular nuestras emociones y no dejar que estas nos controlen. Nuestras emociones son valiosas, siempre nos dicen algo, son una forma de expresión y en muchas ocasiones nos protegen de posibles peligros, sin embargo es necesario aprender a canalizarlas adecuadamente. Para esto es fundamental conciliar el llamado “cerebro racional”, con el “cerebro emocional”, es decir, racionalizar nuestras experiencias, comprenderlas, y equilibrar a partir ahí, nuestras respuestas emocionales, fundamentalmente emociones como la ira y el enojo.
- Automotivación: es esa capacidad de impulsarnos al logro y hacia las metas, creyendo en nosotros mismos (as), generando autoconfianza, felicidad y viviendo con plenitud. Como el señor recolector de la basura mencionado al inicio del artículo, toda persona que tiene el poder de impulsarse y alegrarse en su trabajo, posee la habilidad de la automotivación. Y es que la automotivación es imprescindible, pues la persona que disfruta de esta habilidad; con su optimismo, también logra motivar a los demás y hacer de su ambiente de trabajo uno espectacular.
- Empatía: la empatía es la raíz del altruismo y en el trabajo es tan importante pues nos permite conectar emocionalmente con nuestros clientes tanto internos como externos. Poder empatizar con sus emociones genera un grandioso valor agregado ¿A quién no le gusta sentirse comprendido y validado?, y la persona que desarrolla dicha habilidad, definitivamente trasciende en su trabajo.
- Habilidades sociales: es la capacidad de socializar, comunicar y relacionarse. Esta habilidad es fundamental, ya que permite una mejor conexión social, lograr reuniones exitosas, acuerdos y negociaciones. La habilidad social también es primordial para generar sinergia en los equipos de trabajo.
Definitivamente la inteligencia emocional impacta el desarrollo profesional y promueve el éxito laboral; reflejado en el logro de mejores resultados económicos, puestos profesionales y gerenciales, como en el desarrollo de relaciones sociales, conexión interpersonal e incluso, mayor autorrealización y plenitud laboral.
Lo anterior, porque estamos en un momento donde el éxito laboral no depende tanto del coeficiente intelectual, sino precisamente de la inteligencia emocional. La buena noticia es que la inteligencia emocional se puede desarrollar, a partir de nuestras experiencias, elecciones y procesos de alfabetismo emocional.