Durante los últimos años la inflación no ha representado un problema importante para el país. De hecho, la inflación no alcanzó la meta de 3% anual establecida por el Banco Central. Esto le permitió al banco adoptar una política monetaria expansiva, sin poner en peligro la estabilidad de precios. La tasa de interés de política monetaria se pudo mantener a niveles muy bajos y, a la vez, fue posible ejecutar un programa agresivo de crédito para facilitarle a los bancos comerciales paliar a sus clientes los efectos negativos de la pandemia.
El Banco Central alcanzó así dos objetivos. De una parte, desempeñar un papel importante para enfrentar las serias consecuencias económicas y sociales de la pandemia. De otra, facilitar un elevado crecimiento económico, el llamado efecto “rebote”, en el año 2021.
Sin embargo, en los últimos meses se ha notado un claro aumento del índice de precios. Es más, las expectativas de inflación, con base en la encuesta de enero de este año, también han mostrado un aumento considerable. De continuar esta tendencia durante los próximos meses, la inflación sobrepasaría el 4% en el transcurso del año, o sea, el límite superior de rango establecido por el Banco Central. Las alarmas del Banco Central no tardaron en encenderse y con toda razón. La inflación causa múltiples perjuicios, es un verdadero flagelo. Tanto para el progreso social (impuesto injusto), como para el crecimiento económico, dado su impacto negativo en las variables macroeconómicas (tasa de interés, tipo de cambio, ahorro e inversión nacionales, así como el riesgo país). Además, la situación de las finanzas públicas tendería a empeorar por varias razones: el costo de las compras del sector público aumentaría, los salarios de los empleados deberán reajustarse y las tasas de interés más elevadas encarecerán la atención de la deuda pública. Todo ello difícilmente sería compensado por el aumento en el rendimiento de los impuestos.
Causas
¿Qué ha sucedido? ¿A qué se debe el aumento de la inflación? Podrían aducirse a causas internas, pero este no ha sido el caso. En efecto, la demanda nacional no ha aumentado de manera desmedida: el crédito bancario no muestra un crecimiento anormal, la emisión monetaria del Banco Central se ha mantenido a niveles normales, no ha ocurrido tampoco alguna expansión de la emisión monetaria, consecuencia de un ingreso cuantioso de capital extranjero. La política monetaria del Banco Central ha sido adecuada.
Las causas de la inflación han sido, más bien, de origen externo. Concretamente, las presiones inflacionarias se deben a la inflación importada. ¡En Estados Unidos recientemente la inflación sobrepaso el 7%! Consecuencia de excesos del lado de la demanda (política monetaria: tasa de interés de política monetaria y compra de títulos valores) y restricciones de lado de la oferta (interrupción de las cadenas de suministros).
El efecto de la inflación importada para el país es evidente. El aumento en el precio de las importaciones incide directamente en el índice de precios si se trata de bienes finales de consumo y de manera indirecta cuando son bienes intermediarios, bienes de capital y materias primas al incorporarse al proceso de la producción nacional de bienes y servicios. El Presidente del Banco Central explicaba hace pocos días cómo, en el año 2021, el precio de las importaciones había aumentado más que el de las exportaciones, incluido un costo mucho mayor de los fletes marítimos.
Ante esta situación, en la cual justos pagan por pecadores, la reacción del Banco Central no se ha hecho esperar. Tomó dos medidas importantes. La primera fue revertir su política de disminuir paulatinamente la tasa de interés de política monetaria como había ocurrido en los últimos tiempos. Ahora dio una primera campanada, la aumentó cautelosamente, tal como lo han hecho muchos otros bancos centrales. La segunda medida, muy importante sin duda, consistió en anunciar posibles aumentos futuros de la tasa de interés de política monetaria conforme cambien las circunstancias de la economía mundial y especialmente la evolución de la inflación y de la política monetaria en EE.UU.. Se trata así de echar mano de un instrumento de política monetaria utilizado recientemente, con mayor frecuencia, por los bancos centrales. Consiste en anunciar anticipadamente el uso de determinado instrumento de política monetaria, sin precisar cuándo se aprobará. Se pretende así ejercer influencia en la toma de decisiones de los agentes económicos de manera que surta efecto, al menos parcialmente, desde su anuncio y no a partir de su aprobación.
El punto clave para el país es, como se indicó anteriormente, la evolución del proceso inflacionario y la orientación de la política monetaria en Estados Unidos (EE. UU.). Ahora bien, sobre este tema en ese país se lleva a cabo un amplio debate acerca del origen de la inflación y, por consiguiente, acerca de cuál es la política que debe adoptarse. Para unos, no se trata de un proceso inflacionario, sino más bien de un “golpe” inflacionario único, cuya causa desaparecería cuando se controlen los efectos de la pandemia. La inflación se desacelerará y volverá a nivelar más razonables (¿2% - 3%?). Para otros, por el contrario, se trata ya de un proceso inflacionario en marcha, el cual permeará todos los sectores de la economía y afectará a todos los grupos sociales. Detener este proceso y lograr una disminución importante de la inflación requerirá de una política monetaria de un alcance muy significativo. Si llega a prevalecer el primer punto de vista, la política monetaria servirá para acompañar y reforzar, por un periodo relativamente corto (¿18 meses?), el proceso de desaceleración del proceso inflacionario. Por el contrario, si se adopta el segundo punto de vista, entonces los instrumentos de la política monetaria deberán utilizarse con mucha mayor amplitud e intensidad durante un periodo más extenso. Además, en este segundo caso, el banco central de EE.UU. navegará entre dos aguas. Si el programa del ajuste resulta demasiado fuerte y rápido, si bien la inflación podría disminuir, el costo sería muy elevado, pues muy posiblemente se caería en una recesión económica. Es decir, menor crecimiento económico y más desempleo. Por otra parte, si el ajuste es insuficiente la disminución de la inflación tomaría más tiempo. Por el contrario, si la inflación se generaliza a toda la economía sería necesario, de todas maneras, adoptar una política monetaria más restrictiva.
Ahora bien, el panorama para el Banco Central no sólo es complicado por el proceso inflacionario en EE.UU., sino también debido a las posibles consecuencias de una escalada militar a causa de la crisis en Ucrania. El efecto principal sería un aumento general en el precio de las importaciones, especialmente considerable en el caso del petróleo, el cual afecta, prácticamente, todos los sectores de la economía. En consecuencia, las presiones inflacionarias se incrementarían y, por ende, el problema para el Banco Central empeoraría. Además, otros posibles resultados negativos de la crisis de Ucrania habrían de tenerse en cuenta, por ejemplo: el efecto sobre el comercio internacional, las inversiones extranjeras y el turismo; todo lo cual plantearía al Banco Central una situación más difícil.
Tareas
Dada la situación anterior, el Banco Central tendrá entre manos varias tareas:
Primera, auscultar de manera permanente la evolución de la economía internacional y en especial el proceso inflacionario en EE.UU. Interpretar acertadamente esta información es indispensable para la formulación adecuadas de las políticas del Banco Central.
Segunda, continuar, como ya anunció el Banco Central, el ajuste de la tasa de interés de política monetaria, según la evolución de la inflación.
Tercera, considerar, si el proceso inflacionario persiste o se agrava, la necesidad, más pronto que tarde, de desempolvar algunos de sus instrumentos (bonos de estabilización, encajes bancarios, persuasión moral) y así, no poner todos los huevos en una sola canasta, es decir, en la tasa de interés de política monetaria. Así, la política del Banco Central incluiría el uso de varios instrumentos (policy mix).
Cuarta, actuar preventivamente para blindar las reservas monetarias internacionales. En efecto, debe tenerse en cuenta, de una parte, la posibilidad de un mayor déficit comercial de la balanza de pagos, consecuencia del aumento del precio de las importaciones y de la salida de capitales de parte del gobierno para pagar la deuda pública externa y de entidades financieras (operadores de pensiones, fondos de inversiones, entre otros). Y, de otra parte, la posposición del desembolso del préstamo del FMI y el retraso, en la Asamblea Legislativa, de aprobar varios empréstitos externos. Todo lo anterior, posiblemente, plantee al Banco Central considerar la necesidad de reforzar las reservas monetarias internacionales. Se trataría así de obtener financiamiento externo mediante la obtención de algunos préstamos en organismos internacionales, como podría ser un nuevo crédito con el Fondo Latinoamericano de Reservas.
Quinto, lograr la debida coordinación de las medidas del Banco Central con otras políticas públicas tales como la de salarios públicos, tarifas de servicios públicas, el financiamiento del déficit fiscal y la aprobación de un acuerdo con el FMI.
En fin, si EE.UU. no logra controlar a tiempo la inflación y si la crisis de Ucrania genera nuevos problemas, el Banco Central se verá obligado a desempeñar, una vez más, el papel del malabarista: mantener varias bolas en el aire sin permitir que ninguna de ellas caiga.