Opinión de Leda Muñoz | “La música, retomando el significado auténtico de enseñar música (no la actividad liviana en que se ha convertido), debería volver a ser un elemento curricular central en Costa Rica”.
Los antiguos griegos y romanos dieron los primeros pasos para formar un currículo para la educación secular, y en la Edad Media se consolida lo que se denominó las siete artes liberales. Estaba conformado por dos grandes elementos: el trivium, responsable de la enseñanza de la lengua (inicialmente el latín, organizado en gramática, retórica, y dialéctica); y el quadrivium para las matemáticas (que incluía aritmética, geometría, astrología y música). Es interesante que la música ocupara ese lugar, y aunque las razones de entonces son otras, el conocimiento actual sobre cómo funciona el cerebro y se desarrollan capacidades de pensamiento, indican que era una muy buena decisión.
Hoy, de aquel currículo se mantiene la enseñanza de la lengua materna, las matemáticas y las ciencias, pero se dejó de lado la música como elemento sustantivo. Esta es un lenguaje completo y aprender lenguas es una de las mejores formas de desarrollar capacidades cognitivas. La música en particular aumenta las conexiones entre los dos hemisferios, mejora la capacidad de resolución de problemas, promueve elementos como la disciplina, el manejo del error y la frustración, el trabajo en equipo y la creatividad.
Si bien el país ofrece variadas opciones para estudiar música desde edades tempranas (programas preuniversitarios de las universidades públicas, algunas escuelas municipales de música, y el Sinem), esta debería ser un componente básico del currículo nacional, al alcance de todos los niños.
Los resultados de aprendizaje que está logrando el sistema educativo muestran deficiencias graves. Frente a esta preocupante realidad, y dada la inédita revolución tecnología y la expansión acelerada del conocimiento y su acceso, sería no solo oportuno sino urgente revisar, entre otras cosas, qué y cómo se enseña y se estimula mejor la capacidad de pensar. La música, retomando el significado auténtico de enseñar música (no la actividad liviana en que se ha convertido), debería volver a ser un elemento curricular central.
Esta podría ser parte de una especie de quadrivium para el Siglo XXI, el siglo del conocimiento, para promover un desarrollo cognitivo profundo y amplio que nos prepare para enfrentar los grandes desafíos que se tienen, organizado en la enseñanza de diversos tipos de lenguas (entendiendo estas como sistemas de signos que nos permiten comunicarnos): la lengua materna y al menos una segunda lengua para la comunicación verbal; las matemáticas (que ahora deben incluir probabilidades y análisis de datos); la programación, que es el lenguaje de la nueva sociedad digital y una eficaz forma de estimular capacidades como el pensamiento crítico; y sin duda la música. Sería una poderosa combinación para aprender a pensar y a crear.
Leda Muñoz es catedrática de la Universidad de Costa Rica y cuenta con más de 35 publicaciones científicas y académicas. Es exdirectora ejecutiva de la Fundación Omar Dengo.
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