Victoria categórica para Carlos Alvarado luego de una de las campañas más controversiales, agresivas y polarizadas de nuestra historia.
Esperanza, regocijo, alivio, así como desconfianza, son algunos de los sentimientos más comunes que definen a los ticos luego del resultado.
En apariencia un mandato robusto, eso sí, cargado con un lastre de imagen de su partido.
El reto para Carlos es que hay varias “fuerzas” y vertientes ideológicas que lo presionarán en direcciones opuestas.
Si analizamos los 1.3 millones de votos al PAC, vemos que no hay una línea unificada: por un lado están los inamovibles del partido —estos son los 470.000 que le dieron su voto en la primera ronda, o sea, tan sólo un 35% del total a su favor—.
El resto, 800.000 personas, son un crisol de ideologías y motivaciones, incluidos los del PUSC que ven a Rodolfo Piza jugando un papel clave, y de otros partidos, a muchos de los cuales los motivó el miedo ya sea a la mezcla de la religión en la política o a un retroceso en derechos humanos.
Ilusionarnos y apoyar
Y esto sin tomar en cuenta que, de los 850.000 votantes del PRN (una cifra nada despreciable viendo que es un número similar a los votos con que Laura Chinchilla fue electa y un número de votos mayor a los que ha recibido cualquier presidente antes de Laura), una mayoría fue un voto “anti-PAC”, por temor ideológico y por los episodios de corrupción e inoperancia del gobierno actual.
Esto significa que más que un cheque en blanco, existe un mandato claro sólo en unos pocos temas.
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Si no hay resultados rápidos y contundentes, se le puede complicar el panorama, como le pasó a su antecesor. Pero a su favor tiene un gran arsenal de capital político. Si es hábil, lo cual no dudo, aprovechará este capital en los primeros 100 días para tomar decisiones difíciles e impostergables que a su vez le darán la credibilidad necesaria para navegar por resto de su gobierno.
Sí, es momento de ilusionarnos y de apoyar. Confío en que Carlos será un líder dinámico que sabrá escuchar y que genuinamente se mantendrá firme en respetar y respaldar esa alianza que lo ayudó a llegar al poder. Esta es una oportunidad de oro, diría histórica, que nos puede impulsar hacia el bicentenario que soñamos.