Unas cuantas fresas con chocolate derretido o unos melocotones untados en miel sin duda son una forma seductora de complementar una cita romántica. Pero este artículo no es una guía sobre cómo seducir a tu pareja, sino una ventana hacia las maravillas seductoras que ofrece hoy en día la tecnología en la agricultura.
Si bien mucha de la agricultura en Latinoamérica todavía se maneja con pico y pala, la innovación para más y mejores cosechas, con menos contaminación ambiental y mejores retornos, se ha disparado en la última década.
Tenemos el ejemplo de Biotrop, una compañía brasileña de bio-productos o productos hechos a base de agentes biológicos (en vez de químicos), que se vendió a una compañía belga por 532 millones de euros. Según el inversionista principal de Biotrop, Aqua Capital, la innovación a base de bio-productos como las bacterias son el equivalente al vehículo eléctrico en lo que es la llamada agri-tech: innovación con baja contaminación que nos lleva a la siguiente era.
No por nada, las grandes corporaciones como Bayer, Bunge y Nestlé pagan incentivos a los agricultores para que busquen la forma de hacer agricultura más sostenible, y a la vez, invierten millones de dólares en startups que aceleran el proceso de investigación y desarrollo que es tan lento de ejecutar para una corporación.
Otro ejemplo es la startup argentina Kilimo, que ya ha levantado casi $10 millones en total para combatir con Inteligencia Artificial la falta de agua en la agricultura.
Y en Costa Rica estamos avanzando rápidamente para colocarnos a la vanguardia de la tecnología en agricultura. Un ejemplo que fue publicado por La Nación (29 de junio, 2024) es Orbital Space Technologies, la primera compañía costarricense que lanza un satélite al espacio para hacer, entre otros, experimentos agrícolas. Resulta que la falta de gravedad en el espacio ayuda a que la experimentación sea, en palabras muy cotidianas: más pura.
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Inteligencia artificial, experimentos en el espacio, bacterias manipuladas hasta convertirse en bio-fertilizante: todo suena casi a ciencia ficción, pero en realidad es ciencia pura y dura, que está haciendo de la agricultura una industria seductora hasta para las nuevas generaciones de agricultores que en algún momento habrán pensado en no seguir los pasos de sus antecesores, pero que ahora ven con entusiasmo todo lo que se puede lograr con tecnología.
Según un artículo publicado por el gigante de la agricultura Corteva, las generación de Millennials y Z, hijos de agricultores, que se fueron a las ciudades para perseguir una vida diferente a la de sus padres y abuelos, regresan al campo pero con una visión muy clara de cómo manejarían ellos el negocio: usar la tecnología y los datos para generar mayores ganancias que las anteriores generaciones y catapultar sus negocios.
Estas nuevas generaciones además usan las redes sociales no solo como herramienta de mercadeo para sus negocios, sino para educar a los consumidores y a otros agricultores. Y todo esto ocurre en el mejor momento, ahora que más y más consumidores se interesan por entender no sólo de dónde vienen los alimentos que comen y cómo se procesan, sino también qué impacto en el medio ambiente tuvo todo el proceso de siembra y cosecha.
Recientemente participé del World Agri-tech Summit de Sudamérica en Sao Paulo, Brasil. Fui como inversionista pero también con la intención de conectar con el ecosistema. Me quedó grabada una frase que dijo el director de Barn Investements: “a Latinoamérica todavía la ven como exportadora de granos y frutas. Tenemos que mostrarle al mundo que somos también exportadores de tecnología”.
Como directora del fondo de agri-tech Danta Fund, yo definitivamente quedé seducida por todas las posibilidades que tenemos por delante en el mundo de la agricultura. Como costarricense que está viendo muy de cerca toda la oferta de tecnología y talento en el país: estoy segura de que Costa Rica se va a visibilizar muy pronto no solo como exportadora de tecnología de dispositivos médicos y semi conductores, sino también como innovadora y exportadora de tecnología agrícola.
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La autora es emprendedora y directora de Danta Fund.