Si hay una tiranía perenne, ingrata y demoledora, es la del tiempo. Pasa el tiempo, en forma de años, y de repente es hora de pensionarnos. ¿Cuánto ahorro adicional logramos para complementar el ROP? ¿Cuán endeudados nos sorprende ese momento? Puede ser que ese tirano nos responda que ya no podemos devolver el reloj.
¿Y qué me dicen del tiempo que consumimos en trámites en el país? A veces incluso pensamos que es parte del paisaje institucional. Pero en realidad ese tiempo perdido tiene rostro: de mujeres que se quedan sin trabajo, de niños que se quedan sin protección, de hombres que no produjeron, de caminos que no se recorrieron.
Ah, ¿y el tiempo que derrochamos en cursos que nunca completamos; en carreras que no concluimos; en estudios que “siempre” quisimos realizar, pero se pasó el tiempo y nunca vimos nada? Un tiempo que se llenó de parodias de realización, pero del que no quedan más que las cenizas de una vana ilusión.
¿Qué me dicen del tiempo que perdemos en discutir soluciones? Nadie tiene duda del problema, pero cada uno quiere “su” solución, personalizada y a la carta. La solución a la pobreza, a la reactivación económica, para reducir la desigualdad, para lograr la equidad de género. Pero todo sigue igual, el tiempo no se inmuta, no se deprime, no se jacta.
Ni hablar del tiempo que tardamos esperando ser ricos, pero sin saber que somos infelices. Un tiempo desperdiciado en imaginar lo que haríamos si tuviéramos plata, sin darnos cuenta de que nos sobraba hasta para el necesitado. Un tiempo que se paga, con sangre o con lágrimas, pero que siempre nos pasa la factura.
¿O cuánto tiempo dejamos pasar para decir “te amo” a quienes debimos decírselo? Tal vez mañana, nos repetimos; o quizás lo pueda interpretar mal, nos justificamos; o solo nos parece que no es necesario. Y puede ser que mañana ya sea tarde. No nos percatamos que ahí puede estarse yendo el amor de nuestras vidas, con el silbido de un instante desgarrado.
Ese tiempo que ríe descarado en nuestras propias narices, nos da la espalda, y dice adiós.