Latinoamérica es como una gran familia. Tenemos nuestras diferencias, sí, pero los rasgos homogéneos que compartimos solo los podremos potenciar si presentamos un frente unido y de colaboración.
Los recursos naturales que ofrece la región son casi todo lo que se necesita para innovar a lo grande. Latinoamérica posee alrededor del 40% de la biodiversidad mundial, donde países pequeños como Costa Rica contienen aproximadamente el 6% de esa biodiversidad. También encontramos en nuestra región más del 30% del agua dulce, más del 50% de bosques tropicales y casi el 40% de los minerales a nivel mundial. El comercio agrícola supera en dólares el de cualquier otra región.
Con toda esta riqueza, estamos como para que nuestras startups ofrezcan las mejores soluciones en deep tech del mundo, y si bien, existen muchos casos de éxito en Latinoamérica, como lo son NotCo, Bioceres y nuestro propio trapito de dominguear en Costa Rica, Establishment Labs, estamos lejos de sacarle provecho a todo nuestro potencial.
Definamos, precisamente por el alto nivel de investigación y desarrollo que requieren. Además, son el tipo de tecnología que pueden tener impacto global, y ser adaptadas para diferentes tipos de aplicaciones. Son precisamente las startups deep tech las que pueden llevarnos al estrellato, marcar la diferencia.
Veamos el caso de Israel, un país diminuto, con escasos recursos naturales. Pasó de ser un país en crisis económica durante la mitad de los 80 a un país desarrollado, con una apuesta por la innovación deep tech apoyada por los sectores públicos y privados. El gobierno israelí se apuntó a equiparar la inversión en deep tech que hacían los inversionistas privados, y esta duplicación de capital permitió que las startups lograran crecer rápidamente.
Ahora, si bien en Latinoamérica tenemos ejemplos de gobiernos que también se han apuntado a inyectarle capital a este tipo de empresas, como lo es el gobierno brasileño o el chileno, la mayoría de los gobiernos latinoamericanos todavía no tienen programas importantes de inyección de capital. Eso incluye a Costa Rica, donde si bien contamos con cierto apoyo financiero, el capital que se ofrece es tan poco, que apenas da para que una startup le dé un poco de forma a su idea, no para que realmente saque adelante un prototipo.
Por eso, mientras esperamos a que nuestros gobiernos se suban a la ola del emprendimiento deep tech (esperemos que sea durante esta década) los inversionistas privados debemos arremangarnos las mangas y apoyar a las startups con más capital presemilla y semilla. Y, si bien, la inversión privada (Venture Capital o VC) en la región creció 20 veces en la última década, todavía se requiere de muchísimo más.
El mundo VC es un mundo cíclico, casi como la moda. Si una compañía de algún sector específico tiene éxito, por detrás vienen más compañías del mismo sector y los inversionistas que están dispuestos a apostar por ellas. Pero cuando ese sector agota su ciclo de éxito, los inversionistas pasan a apoyar otro tipo de sector.
Mientras esperamos a que nuestros gobiernos se suban a la ola del emprendimiento deep tech (esperemos que sea durante esta década) los inversionistas privados debemos arremangarnos las mangas y apoyar a las startups con más capital presemilla y semilla”.
Relación con el medio ambiente
La nueva ola de inversión VC es climate tech, o tecnología desarrollada para mitigar los efectos del cambio climático o para adaptar nuestro planeta al cambio climático que ya se dio y se dará. Esta tecnología, en su mayoría, es deep tech, y cubre más de 60 sectores variados como la producción de materiales de construcción, el almacenamiento de dióxido de carbono, la agricultura regenerativa y muchos más. Y está de moda no por coincidencia, sino porque finalmente se ha definido que tenemos grandes problemas climáticos por resolver.
¿Qué se necesita para aplicar tecnología de clima de punta? Precisamente lo que ofrece Latinoamérica: recursos naturales que permitan confeccionar todo tipo de soluciones que sean aplicables a nivel mundial. Recursos naturales que tenemos en abundancia (si los preservamos).
Además de mayor inyección de capital, hay otro componente que es urgente que cambie en nuestras startups: nuestra idiosincrasia de crear un producto para solucionar únicamente un problema local. Esta forma de pensar de nuestros fundadores empresas ha sido el talón de Aquiles de muchos, y en gran parte se debe a que la mayoría de nuestros fundadores, por más talentosos que son, no han tenido oportunidad de rozarse con los grandes mercados desarrollados del mundo.
Para que una startup sea exitosa, tiene que vender en volumen. Para vender en volumen, tienen que poder acceder a los grandes mercados poseedores del capital y que están dispuestos a pagar por el producto o servicio que ofrecen. Esos mercados, con algunas excepciones como lo es Brasil o México, no están en Latinoamérica. Al menos, no para las startups deep tech. Esos mercados se encuentran en los países desarrollados de nuestro planeta.
Unamos los esfuerzos privados, públicos y académicos en cada uno de nuestros países latinoamericanos, y colaboremos a nivel regional para llevar nuestras startups deep tech a su máxima expresión. Luego, ¿quién nos podrá detener?
La autora es managing partner en Danta Fund, emprendedora y mentora de emprendimientos.