A menudo cuando hablo de liderazgo compasivo con mis allegados, estoy consciente que lo próximo que voy a recibir son sonrisas nerviosas de tono amable unidas a miradas de suspicacia, interrogación o contradicción, es como si del todo no fuera posible mezclar estas dos palabras: liderazgo y compasión.
Todavía subsiste en nuestra sociedad la imagen del líder duro, dominante, que resuelve de manera implacable los retos sin apenas hacer contacto con sus emociones, un líder por demás admirado de cabeza fría a quien no le tiembla la mano en ninguna circunstancia. Y dentro de esa concepción del liderazgo tan aceptada y arraigada en nuestro imaginario colectivo resulta casi impensable imaginar que otro tipo de liderazgo pueda ser más efectivo y brindar mejores resultados a todo nivel.
Bajo este estilo de liderazgo tradicional, los colaboradores se convierten en personas “doblegadas” o “dominadas”, que, en vez de desplegar todas sus capacidades, terminan intentando complacer a ese líder que no admite otras opiniones más que la suyas, movidos en muchos casos por la fuerza del temor.
Sin embargo, como dice Santiago Vásquez, director del Centro de Liderazgo Emergente, el verdadero líder no se concentra en demostrar a su equipo que sabe más que ellos, sino en sacar lo mejor de los miembros de sus equipos.
Los datos no me dejan mentir, investigaciones recientes muestran que este liderazgo “tradicional” -cuando se vuelve tóxico- puede tener efectos profundamente dañinos en las personas. Datos publicados en el artículo What to do when you have a bad boss (Qué hacer cuando usted tiene un mal jefe) del Harvard Business Review, dan cuenta de estudios en Suecia y Estados Unidos que revelan que, quienes trabajaban para jefes tóxicos, tienen un 60% de posibilidades de sufrir un ataque cardíaco, un derrame cerebral o alguna afectación potencialmente mortal, así como que son más susceptibles al estrés crónico, la depresión o la ansiedad.
Pero para hablar de liderazgo compasivo hay que hablar antes del significado de la compasión. Etimológicamente compasión significa “Sufrir juntos” y responde al deseo de aliviar o reducir el dolor en el otro. En otras palabras, la visión universal de que todos estemos bien y que no suframos, o visto de otra forma, como lo dicen los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS), de que no dejemos a nadie atrás.
Tanto para tradiciones orientales y cristianas, aun con sus diferencias, la compasión es un camino directo hacia el amor, la emoción positiva por excelencia, que como dice Barbara Fredrickson, la principal investigadora del laboratorio de Psicofisiología y Emociones positivas de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, es la práctica por excelencia que nos lleva a la felicidad.
Y dentro de este contexto la razón de porqué un liderazgo compasivo es un liderazgo que da más resultados tiene que ver con la simple razón de que es un liderazgo más humano centrado en el otro y no en uno mismo, su enfoque está en conectar, en empatizar primero y luego en el deseo profundo de colaborar en sacar lo mejor de las personas y en apoyarlas a crecer.
Mientras que los líderes dominantes se ven a ellos mismos como los poseedores de la verdad, los líderes compasivos se interesan de manera genuina por sus colaboradores. Esta actitud es provocadora de lealtad, es simple, confiamos en las personas que quieren lo mejor para nosotros, y les damos lo mejor que tenemos, en cuenta lo más preciado: nuestros talentos. Los líderes compasivos empoderan y desencadenan el impacto positivo real en las organizaciones.
Mientras que los líderes dominantes se ven a ellos mismos como los poseedores de la verdad, los líderes compasivos se interesan de manera genuina por sus colaboradores”.
Jesús, como líder espiritual, enseñó el liderazgo compasivo a sus discípulos, les dijo que el que quisiera ser el primero debía ser el último, el servidor de todos y en el evangelio de San Juan fue más allá al afirmar “Vosotros me llamáis maestro y señor y decís bien, porque lo soy, pues si yo el maestro y el señor y os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los unos a los otros”.
Un líder compasivo sabe que las personas conquistan el mundo con sus fortalezas, no con sus oportunidades de mejora y por eso su visión está en ayudar a que sus colaboradores crean más en ellos mismos y en sus capacidades.
Eso no significa que un líder compasivo no se encargue de las oportunidades de mejora de sus colaboradores, pero estar atento a sus errores o sus equivocaciones no es su prioridad principal, cuando un líder compasivo corrige lo hace desde el interés auténtico de que su colaborador se desarrolle y fortalezca, y es por esta razón que el colaborador se siente comprendido y apreciado y está dispuesto a comprometerse con su crecimiento personal y profesional.
Un líder compasivo no solo crea mejores colaboradores, más creativos, comprometidos, solidarios e innovadores, sino que crea mejores seres humanos para el mundo, que en el futuro replicarán, el mismo estilo de liderazgo que los hizo desplegarse.
Para empezar a aprovechar los grandes beneficios de este tipo de liderazgo hay que desmitificar el paradigma de visualizar al líder compasivo como una persona de carácter débil, todo lo contrario, su firmeza y fortaleza se encuentran justamente en que se da a sí mismo y a los demás el permiso de ser humanos, por ende, llega donde pocos: inspiran al máximo, despiertan talentos a todo nivel y logran lo que todo líder necesita para desarrollar una visión estratégica: que le sigan voluntariamente.
Dice Tal Ben Shahar, exprofesor de felicidad de la Universidad de Harvard, que las empresas gastan mucho dinero tratando de generar bienestar y compromiso en sus colaboradores creando espacios de recreación o instalaciones de calidad, pero que en realidad el predictivo número uno de la felicidad laboral se encuentra en sus liderazgos, pensamiento que secundan diversas encuestas a nivel mundial donde se demuestra que el liderazgo es el factor más relevante para el compromiso laboral.
Hoy más que nunca con una pandemia a cuestas y un replanteamiento de la relevancia de salud mental y el bienestar, conviene replantearse los modelos de liderazgo en nuestras empresas y organizaciones y empezar a invertir en un cambio profundo en nuestras maneras de liderar hacia enfoques más empáticos y compasivos que puedan generar un impacto verdadero tanto en el bienestar laboral de nuestros colaboradores como en nuestros resultados financieros.
La autora es Máster en Neurofelicidad Laboral y de la Salud.