Nuestro sistema político sufre parálisis y una de sus causas es el desplome de los partidos políticos.
Con el siglo llegaron disidencias en los partidos tradicionales y la formación de nuevos partidos. Surgieron Movimiento Libertario y Partido Acción Ciudadana (PAC). Ottón Solís y su moralismo vienen del PLN y Otto Guevara del PUSC.
El bipartidismo quiso volver, pero el PUSC sufrió grandes derrotas y el PLN trata de rehabilitarse y dejar atrás viejos liderazgos. El PAC desaparece, su rebelión se esfuma en divisiones moralistas, izquierdistas y fiscalistas.
De acuerdo con el Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP), solo el 17% de los encuestados declaran simpatía partidaria. En el bipartidismo ambos partidos acumulaban más del 90% de la votación. ¿Que sucedió?
Un factor ha sido el agotamiento de la narrativa del 48; han pasado varias generaciones para las que estos hechos han perdido significado en la formación de sus identidades.
Otros elementos han sido el electoralismo y la corrupción: no han podido reconocer que la legitimidad política no solo surge de las elecciones sino también de los resultados de la acción política.
Los partidos sufren la Ley de Hierro de las oligarquías que postula que las organizaciones, independientemente de sus orígenes democráticos, tienden siempre a transformarse en oligarquías.
La convergencia ideológica entre los partidos los ha desdibujado, no se diferencian entre sí y no socializan en las diferentes versiones de las ideologías democráticas (social democracia, social cristianismo, liberalismo).
El localismo y sectorialización se han apoderado de ellos y han perdido la visión del bosque, asemejándose a sindicatos o a federaciones de feudos provinciales.
La diferenciación social y cultural creciente han generado nuevos grupos de ideas y valores, como los partidos religiosos, fragmentándose más el panorama, complicándose la representación, la agregación de intereses y su traducción en políticas concretas.
Las organizaciones políticas no están cumpliendo funciones como encuadrar al poder, proponer alternativas generales y controlar la acción del gobierno.
Los partidos deben contribuir a la estabilidad y al cambio del sistema político global, en el marco de la competencia y la alternancia pacífica. Sus funciones van más allá de lo electoral.
---
Constantino Urcuyo Fournier es abogado y doctor en Sociología Política de la Universidad de París. Catedrático de la Universidad de Costa Rica, exdiputado y director académico del Ciapa. Profesor visitante en las universidades de Tulane y Salamanca. También es consultor internacional y nacional para diversas empresas.