Esta pandemia trae el gran reto de rectificar la brújula política del país, sustituir imanes y verificar orientación para señalar un rotundo norte de cambio.
A pesar de que los estudios de opinión siguen señalando la preocupación de la ciudadanía hacia el COVID-19, lo cierto es que el desempleo y la situación económica empieza a ser la pesadilla de muchos políticos ante la falta de propuestas y la falta de liderazgo para propiciar un diálogo constructivo que no sólo encuentre alternativas, sino también que fortalezca nuestro pacto social.
Bien dicen que las crisis hay que aprovecharlas. Esta pandemia nos ha cambiado la vida a todos, empezando por las rutinas, las relaciones, las libertades individuales y sociales, etc. Psicológicamente, este “experimento social” traerá sus secuelas y efectos individuales, pero ¿en el campo político, estamos haciendo ajustes que permitan reorientar nuestra hoja de ruta? ¿qué nos hace falta para ser una ciudadanía más activa, más exigente con nuestra clase política? ¿cómo podemos salir de esta crisis con un contrato social fortalecido? ¿no son suficientes los escándalos de las últimas semanas?
Ineficiencia en la gestión institucional -cobros alterados del AYA a sus abonados-, alteración de informes de parte de la Defensoría ocultando nombres de políticos involucrados y la situación de la Sala III, son sólo tres ejemplos de la última semana, que deberían de hacernos reflexionar sobre el rumbo político que llevamos.
No es casualidad, que en medio de tanto caos queramos enfocarnos únicamente a lo que sucede dentro de casa, dándole la espalda a la política y condenando a toda aquella persona que se interesa por escudriñar o develar lo que sucede como “uno más de la lista de corruptos que andan buscando algo para sí mismos”.
¿Qué nos está pasando como sociedad? ¿En qué momento creamos esa realidad paralela en la que no importa lo que pasa en la política? Y peor aún, ¿en qué momento hemos dejado a esas personas, que no están preparadas para asumir sus cargos, tomar las decisiones y dirigir el rumbo del país?
La confianza en la clase y en las instituciones políticas cuenta con las valoraciones más bajas ante la opinión pública, pero ni eso nos hace movilizarnos y generar una conciencia colectiva e individual crítica de la situación.
Tenemos un pacto social debilitado, producto de las heridas históricas de corrupción y clientelismo que han caracterizado la gestión política en el país, pero tenemos también la oportunidad en este momento de crisis de analizar de manera clara, precisa y oportuna la situación nacional, llamar al diálogo abierto, promover la escucha activa y reconstruir ese pacto o contrato social.
Es fundamental en esta reconstrucción dos factores: el papel que juegan los partidos políticos en la formación y selección de líderes y la relación entre el sector público y privado.
El jaque a los partidos políticos
Los partidos políticos o se transforman o desaparecen, así de sencillo. El sistema de partidos políticos debe de modernizarse y responder a las dinámicas sociales y políticas actuales. La irresponsabilidad de algunos partidos políticos que llenan sus listas con personas que no están preparadas para el cargo, sin ni siquiera capacitarles, es una práctica que debería de desaparecer y en la cuál los ciudadanos podemos jugar un papel trascendental, exigiendo a los partidos, personas que realmente estén preparadas para el cargo. Es injustificable que aquellos procesos de capacitación ideológica que antes ofrecían los partidos políticos, prácticamente, hayan desaparecido.
El mejor ejemplo de esto es lo que sucedió con “Coalición Costa Rica” un grupo conformado por jóvenes la mayoría sin preferencia partidaria, que en dos meses promovió el voto hacia el partido que ahora esta gobernando el país. La mayoría de los dirigentes de este grupo que hoy se le olvido su lucha por el país, se encuentran en puestos del Gobierno, muchos sin la experiencia, ni requisitos mínimos para ejercer sus cargos; pero ahí están, lograron brincarse toda la parafernalia política de los partidos y tomaron un atajo para llegar al poder - y no hay nada más nefasto que llegar al poder a costa de lo que sea-.
Los partidos políticos deben de retomar su misión creando identidad partidaria, sentido de pertenencia y promover espacios de debate y análisis crítico sobre temas de interés nacional.
Así que las nuevas generaciones observan los partidos, sus ritos y disputas preparando el jaque mate, mientras la guerra de caciques no está viendo más allá de sus narices.
La brújula se les perdió hace rato y lo peor es que ahora han proliferado otros partidos que por han logrado colarse en las contiendas gracias a esos cálculos políticos electoreros que han fragmentado tanto a nuestra sociedad y que flaco favor le han hecho a nuestra democracia.
Es hora de que los verdaderos líderes políticos impulsen las reformas necesarias para que los partidos políticos fortalezcan su identidad, las capacidades de diálogo y negociación de sus partidarios y logren responder a las nuevas tendencias y demandas ciudadanas de interlocución activa.
El clásico entre en sector público y privado
Al mejor estilo de las películas del lejano oeste, es reiterativo como se satanizan y victimizan estos sectores, como si esto fuera una película hollywoodense de villanos y héroes. Se construyen protagonistas y antagonistas, se crean imaginarios sociales inexistentes en la realidad y de manera irresponsable se censuran propuestas en momentos donde tenemos que tener la madurez de escucharnos activamente, de reflexionar y enmendar errores y de negociar -ceder- cuando sea necesario.
La alianza público-privada es fundamental para salir adelante y es una de las fortalezas que tiene el país.
Tenemos un sistema público robusto con instituciones como la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), las universidades públicas y sus centros de investigación y análisis, el mismo Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) que tiene conectado a todo el país en medio de la pandemia. En la acera de en frente, tenemos un sector privado que es el motor económico del país, que genera empleos, que dinamiza las relaciones comerciales nacionales e internacionales.
Ambos sectores deben contribuir en este momento de crisis, reconociendo abusos unos, renunciando a privilegios otros.
La alianza entre estos sectores requiere de una base sólida de confianza en las relaciones, de señales de empatía política y social e iniciativas contundentes que marquen la diferencia y creen procesos de cambio de paradigmas sociales.
Reorientar nuestro rumbo político será un tratamiento intensivo que requiere sacrificios y conciencia colectiva e individual; compromiso de los principales actores y transparencia en la relación con la ciudadanía. Sólo así lograremos aprovechar esta crisis y salir fortalecidos como como sociedad.