La nueva realidad, más allá de lo que resulte de la pandemia, tiene que ver con la forma en que los contribuyentes nos adaptemos a los requerimientos de sustancia económica, análisis sobre propósito de negocio (business purpose test), suministros automáticos de información, entre otros.
El cumplimiento formal será clave en nuestras interacciones con las administraciones tributarias y definirá, en muchos casos, nuestras posibilidades de éxito llegada una auditoría.
Lo anterior significa que, para efectos de sucesión, protección patrimonial, eficacia y eficiencia de las inversiones y optimización de la carga fiscal, debemos tomar en cuenta seriamente los elementos descritos en el párrafo anterior, de modo que ninguno de ellos impida el cumplimiento de todos los fines que se persiguen.
A la luz de los propósitos enunciados, tenemos tres aristas para considerar: nuestra estructura, nuestro flujo transaccional y nuestro soporte documental.
En el primer caso, hablamos de la forma en que tenemos definido nuestro esquema empresarial o familiar, en términos de las personas físicas, vehículos o entidades legales, grupos de empresas, etc. Se trata de la composición de los sujetos que se convierten en centros de imputación de conductas, y a través de los cuales buscamos el logro de nuestros objetivos económicos.
Puede ser unipersonal, donde el individuo concentra la totalidad de los elementos patrimoniales. Puede haber varios individuos. De ahí en adelante, pueden existir sociedades, fideicomisos, y otros muchos vehículos legales.
En relación con éstos, su existencia dependerá de muchos factores; pero lo más importante a valorar es que no existan duplicidades, que no existan encadenamientos que encarezcan la tributación; estar seguros de que tengan sustancia económica y estar claros de que todos son susceptibles de ser detectados y fiscalizados.
Existen hoy ciertos deberes como la declaración de sociedades inactivas, el registro de transparencia y beneficiarios finales, que constituyen un reto para el mantenimiento adecuado de esas estructuras, y que deben ser ponderados justamente para que la estructura, per se, no sea generadora de riesgos.
Por el otro lado, nos referimos a los flujos o transacciones. Es decir, a la forma como se relacionan nuestros elementos estructurales entre sí y con los terceros, tanto en lo jurídico como en lo comercial, laboral, etc.
En este sentido, debemos tener en cuenta que estos flujos sean eficientes, que aprovechen los beneficios fiscales y de otra índole que pudieran existir. Que se respeten reglas especiales como precios de transferencia, normas regulatorias en actividades específicas, tratados de libre comercio, etc.
En muchos casos, el establecimiento de ciertas rutas transaccionales puede generar riesgos tributarios, ya sea porque dichas operaciones son cuestionables per se, o porque ocurre entre sujetos (parte de la estructura) que no son los idóneos.
Consecuentemente, vemos como la estructura y los flujos deben estar correctamente dispuestos para ser eficientes y eficaces, maximizar las oportunidades y minimizar los riesgos.
Además, también existen para estos propósitos diversos puntos de contacto con el fisco, como las facturas electrónicas y los formularios de suministro de información. Al igual que en el comentario anterior, los flujos transaccionales deben adaptarse y ser susceptibles de soportar los cuestionamientos que pudieran hacerles.
Finalmente, de nada nos sirve una estructura bien diseñada y unos flujos bien estructurados, y una perfecta simbiosis entre ellos, si no contamos con soportes documentales robustos de todos ellos.
Empezando por una contabilidad llevada de manera adecuada, pasando por la elaboración de contratos oportunos y claros, y llegando al máximo nivel de detalle en cuanto a los elementos individuales de soporte de cada transacción, el soporte documental es piedra angular del trinomio que orienta un correcto enfoque de asesoría.
Ciertamente, cada uno de esos elementos: estructura, transacciones y soportes; y cada uno de sus componentes, tiene características que muchas veces ameritan conocimientos especializados para su correcta comprensión y adecuado uso. Por tal motivo, todo planeamiento debe partir de un enfoque integral, que justamente permita identificar los factores macro y micro, así como aprovechar las experiencias y replicar los casos de éxito.