Una de las noticias más destacadas en las últimas semanas ha sido acerca del ChatGPT, la plataforma interactiva de inteligencia artificial que ha captado la atención del mundo, y con la cual ya muchos nos hemos relacionado.
La adopción del chat ha crecido rápidamente. Un reporte publicado por la compañía global UBS, confirmó que el ChatGPT alcanzó un millón de usuarios en tan solo una semana, superando a Instagram como la aplicación digital que había logrado ese número más rápidamente. Como referencia, para llegar al millón de usuarios Spotify tardó 5 meses, y Netflix cerca de 40 meses.
Este hecho no quedará aislado. Expertos en tecnologías digitales y mercados globales confirman que durante el 2023 seremos testigos de importantes innovaciones impulsadas por una inteligencia artificial cada vez más generadora de contenido. En otras palabras, la experiencia de GPT es solo el inicio.
Este contexto ratifica que la transformación es un proceso perenne y dinámico, y que las organizaciones, al igual que los individuos, enfrentamos no solo la necesidad de transformarnos, sino además de evolucionar la forma de cómo hacemos el cambio.
Más que nunca, se vuelve imperativo liderar transformaciones ágiles que aborden integralmente estrategia, modelos de negocios, operaciones y cultura; y con un enfoque determinante: la generación exponencial de valor en la experiencia cliente.
Rediseño organizativo
Para las empresas, la relación entre propuesta de valor, procesos, talento humano, tecnologías y mercado debe tomar una dimensión diferente ante la disrupción tecnológica, los nuevos comportamientos de los usuarios, y la incertidumbre socioeconómica, entre otros factores.
Es en este escenario donde la agilidad organizacional se posiciona como un habilitador de la transformación y del desarrollo de propósitos competitivos diferenciadores. Pero la cultura ágil debe desarrollarse progresivamente, no es cuestión de magia.
La agilidad es una mentalidad, no es una técnica con límites. Una mentalidad no tiene límites, por lo que nunca debemos preguntarnos si podemos o no usar la agilidad, sino más bien cómo podemos actuar de manera ágil en una situación determinada, compartió en algún momento Alistair Cockburn, uno de los pioneros del movimiento ágil.
Entonces, ser ágil es un comportamiento orientado a fortalecer la capacidad organizacional de enfrentar con éxito ambientes de transformación, mediante la adaptación temprana, flexible y controlada. Su propósito estratégico es maximizar la entrega de valor en momentos de incertidumbre, de forma continua y en ciclos cortos de tiempo.
Oportunidades
Si bien la agilidad organizacional dio sus primeros pasos alrededor del desarrollo de software, hoy sus bondades están abiertas para múltiples industrias.
Adoptar progresivamente prácticas ágiles les abre a las organizaciones un amplio portafolio de oportunidades: acelerar la adaptación al cambio, elevar la productividad, ofrecer soluciones innovadoras centradas en la experiencia cliente, y crear interconexiones de información e interoperabilidad digital.
Además, se habilitan posibilidades para impulsar la mejora continua y el desarrollo de soluciones de mayor calidad, establecer ciclos de entrega de valor temprana y predecible gracias al trabajo iterativo, obtener una mayor transparencia de negocios y operativamente mejorar la gestión de costos y riesgos.
Y con un impacto diferenciador en los tiempos actuales de transformación, las empresas con prácticas ágiles pueden alcanzar progresivamente una mayor satisfacción y lealtad de sus clientes, gracias a la posibilidad de obtener retroalimentación temprana y a la capacidad de realizar ajustes de forma rápida.
Experimentar, crecer y escalar
Desde la experiencia de EY, el viaje de adopción de prácticas ágiles debe plantearse a través de diferentes fases.
Ello teniendo presente que la velocidad, escala y éxito del desarrollo de la cultura organizacional ágil será variable en cada compañía.
- Valorización: Es clave identificar el nivel de madurez ágil de la organización. Esta revisión permite definir áreas de mejora, identificar posibles riesgos, medir oportunidades de negocio y definir la hoja de ruta para construir (en una organización mínima viable), o escalar, el marco de trabajo basad en agilidad.
- Cambio cultural: Se debe gestionar el comportamiento organizacional a través de los diferentes roles y responsabilidades existentes en los marcos ágiles, para delimitar expectativas, organizar funciones y definir los procesos para la creación de cultura ágil y gestión de cambio. La capacitación interna es fundamental.
- Implementación del modelo ágil: En esta etapa es importante no solo incorporar los marcos de trabajo y las metodologías ágiles, sino además realizar experimentación y las pruebas de concepto en la organización mínima viable (las oficinas de proyectos o de mejora continua pueden funcionar muy bien para habilitar el modelo).
- Monitoreo y análisis comparativo: Se trata de la definición de resultados medibles y ágiles. Para la construcción de indicadores ágiles se pueden usar métodos como el OKR (siglas de Objetivos y Resultados Clave, en inglés).
- Escalamiento ágil: Cuando se alcanza una madurez ágil óptima, el siguiente paso es escalar el modelo a los diferentes niveles de la organización.
Retomando la experiencia del ChatGPT, uno podría reflexionar si estas nuevas aplicaciones son una amenaza o una oportunidad para las empresas. Pero de lo que podemos estar convencidos es que las tecnologías digitales son, y serán, generadoras de transformaciones perennes.
Le pregunté al mismo GPT: ¿Cómo pueden responder las empresas al constante cambio tecnológico?
“La agilidad ayuda a las empresas a responder al cambio de manera rápida y efectiva… Las empresas que son ágiles pueden adaptarse a los cambios del mercado de manera efectiva y mantenerse competitivas.”
El autor es gerente senior de Transformación de Negocios de la Firma EY.