Ni me pregunten que aún no lo he decidido.
Tengo serias dudas entre si quiero una posibilidad de cambio radical —no más de lo mismo— o si prefiero apostar por los equipos con experiencia.
También me debato si debo votar “por principio” o tratar de acomodar mi voto a lo que creo es más conveniente para el país.
Dudo si es mejor malo conocido que bueno —o peor y hasta pésimo— por conocer.
Sí sé que me gustaría votar por temas relevantes para el bien común de los costarricenses en términos de prosperidad económica, progreso social y sostenibilidad ambiental.
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El Acuerdo Nacional
También, en mi caso, importa mucho quiénes van a cumplir el Acuerdo Nacional que creo agrega gran valor al próximo gobierno pues le permitirá iniciar con una agenda de proyectos importantes, ya discutidos y aprobados por nueve partidos y ratificado por un décimo.
No me gustan las excusas de que al Acuerdo le falta especificidad o los que dicen que el diablo está en los detalles. Si lo firmó, cúmplalo y punto.
No votaré contra quienes promueven cualquier forma de discriminación, ni por aquellos que se echan para atrás en lo que parecían sus principios, por los que se desdicen tratando de disfrazarse de lo que no son para cazar algunos votos.
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Me hubiera encantado votar por una visión de futuro exigente, capaz de ilusionarme de que alguno entendía que el mundo ha cambiado y seguirá cambiando y que solo las naciones excelentes en adaptación resiliente saldrán adelante. Pero eso ya no va as ser posible.
¿Quién queda?