En las profundidades de los mares, más allá de la jurisdicción de los estados nacionales, existe una riqueza mineral que desata el apetito de empresas multinacionales y de algunos estados.
En el fondo de los oceános existen concentraciones de cobalto, níquel, cobre, zinc y manganeso, minerales críticos para el desarrollo de energías renovables y con posibles aplicaciones al campo militar y aeroespacial. Sin embargo, no ha sido hasta hace poco que se han presentado las posibilidades de explotar estos recursos, aunque con riesgo de dañar los ecosistemas marinos.
Las compañías chinas Comra y Metals Company, junto con la canadiense Deep Green Metals y escandinavas, figuran entre las interesadas por iniciar la explotación minera del 70% del planeta.
La competencia trasciende el campo de la geoeconomía y se extiende al terreno de la seguridad por la utilización de estos minerales en el terreno militar. La capacidad técnica y científica requerida para trabajar a presiones y temperaturas extremas son relevantes para la estrategia de las grandes potencias.
Las reglas aplicables a la exploración del lecho marino derivan de la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, instrumento que legitima a la autoridad internacional de los fondos marinos.
Esta organización trata de regular la extracción de estos recursos considerados como herencia común de la humanidad. Siguiendo el principio de precaución, ha recomendado pausas en la exploración hasta que los riesgos ecológicos sean determinados, sugiriendo la repartición de los beneficios, y prácticas responsables y sostenibles.
El parlamento francés se ha pronunciado contra la minería de los fondos marinos y el presidente Macron está a favor favor de prohibir esta en el lecho marino.
Esta lucha es también la pelea de Costa Rica, donde en nuestra zona económica exclusiva existen nódulos metálicos y a lo largo de Guanacaste tenemos respiraderos hidrotermales y grietas en el fondo del oceáno por donde brota agua caliente rica en minerales como cobre, zinc, plomo, oro, hierro, manganeso y otros metales.
Costa Rica ha sabido conservar y proteger la naturaleza en tierra. Con mayor razón debemos hacerlo en la frontera de las profundidades e impedir el vandalismo en el fondo marino, practicando la diplomacia azul.
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Constantino Urcuyo Fournier es abogado y doctor en Sociología Política de la Universidad de París. Catedrático de la Universidad de Costa Rica, exdiputado y director académico del Ciapa. Profesor visitante en las universidades de Tulane y Salamanca. También es consultor internacional y nacional para diversas empresas.