Los bancos centrales en todo el mundo están considerando emitir sus propias monedas digitales. Aunque se suele citar a la inclusión financiera como uno de los principales motivos, esta no es una consecuencia automática. ¿Cuáles son el diseño y la implementación exactos de las monedas digitales de los bancos centrales (MDBC) para que quienes no están bancarizados accedan a los servicios financieros esenciales?
Según el Banco Mundial, en el mundo hay 1.700 millones de personas adultas que no están bancarizadas. Sin acceso a los servicios del sector financiero formal, se ven obligadas a recurrir a alternativas que a menudo implican costos o riesgos significativos. Esa exclusión financiera consolida la pobreza, limita las oportunidades e impide que la gente se proteja de las dificultades. Sofoca las posibilidades de un futuro mejor.
El primer paso para la inclusión financiera, pero no el último, es la capacidad de hacer y recibir pagos. La gente necesita una manera rápida, segura y barata de transferir dinero. Hasta el momento los bancos centrales satisficieron esta necesidad ofreciendo la forma de dinero más inclusiva que poseemos: el efectivo. Pero si solo usan efectivo, quienes no están bancarizados quedan fuera del sistema financiero formal y carentes de la información y el registro de transacciones necesarios para acceder fácilmente a los servicios financieros. Esto puede llevar a que para las pequeñas empresas sea mucho más difícil ahorrar y acceder al crédito.
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Pero el escenario de los pagos está cambiando gracias a la amplia adopción de las tecnologías digitales y móviles. Las transacciones en efectivo se reducen en medio del desplazamiento hacia los pagos digitales, una tendencia que la pandemia de la COVID-19 aceleró con el aumento vertiginoso de las transacciones en línea. Dada esta situación general, es fundamental que trabajemos para cerrar la creciente brecha digital. Los bancos centrales y los responsables de las políticas tienen ahora la oportunidad de explorar reformas, entre ellas, la emisión de dinero digital de bancos centrales para todos.
Las MDBC podrían ofrecer la oportunidad de superar algunas de las barreras que enfrentan quienes no están bancarizados. Los servicios tradicionales tienen costos y requisitos potencialmente prohibitivos, como tarifas por transacción, el mantenimiento de saldos mínimos en las cuentas o la necesidad de demostrar formalmente la identidad. Otros obstáculos adicionales son el bajo nivel de confianza en los pagos digitales y la falta de teléfonos inteligentes en algunos grupos.
Aunque las MDBC no son la única forma de superar esas barreras, podrían formar parte de las herramientas que permitan lograr la inclusión. Los bancos centrales ya están coordinando mejoras adicionales para el sector minorista con la adopción de sistemas de pago rápido. Las MDBC representan una extensión natural de esta gama de servicios. Tanto los sistemas de pago rápido como las MDBC pueden alentar a los proveedores que compiten con ellos a ofrecer nuevos servicios, reducir los costos y, en última instancia, ampliar el acceso. Un beneficio adicional de las MDBC es que por su propia naturaleza incluyen las ventajas únicas del dinero de los bancos centrales: seguridad, irrevocabilidad, liquidez e integridad.
Las MDBC podrían evitar muchos de los intereses comerciales creados que surgieron alrededor de los sistemas de pago y generaron ineficiencias y costos para los usuarios. También podrían reducir los costos con la eliminación de los riesgos de crédito y liquidez inherentes a otras formas de dinero digital. Las MDBC podrían mejorar y conectar los sistemas de pago, tanto nacionales como internacionales. Podrían alentar a los países con infraestructuras financieras limitadas a saltar directamente a un esquema de MDBC, creando la oportunidad de conectarse a un sistema de pagos inclusivo, seguro y eficiente.
También hay beneficios para las políticas sociales. Por ejemplo, los gobiernos podrían usar las MDBC para canalizar el apoyo financiero hacia los hogares con bajos ingresos. Esto profundizaría la inclusión social a largo plazo y funcionaría como medio de acceso adicional a otros servicios financieros.
Para hacer realidad esos beneficios la implementación de una MDBC debe ir acompañada de reformas de las políticas y salvaguardas para solucionar sus posibles dificultades y riesgos, como los bajos niveles de alfabetismo financiero y digital, y los desafíos operativos (entre ellos, la ciberseguridad). La reforma de las políticas también debiera evitar la desintermediación: el peligro de que se mantengan grandes cantidades de dinero en monederos de MDBC en vez de depositarlo en bancos comerciales, lo que impediría su uso en préstamos (como hipotecas) y otros fines productivos.
Los bancos centrales debieran tener también en cuenta al diseñar las MDBC que permitan la competencia en igualdad de condiciones, otorgando la gente control sobre los datos de sus transacciones y la capacidad de compartirlos con un conjunto más amplio de proveedores de servicios financieros. La creciente preocupación sobre la privacidad de la información se podría solucionar integrando directamente la protección de la información personal en la estructura de las MDBC.
Los bancos centrales que exploren la creación de MDBC tendrán muchas opciones de diseño para equilibrar la protección de la privacidad con la transparencia, y para garantizar tanto la inclusión como la integridad financieras. Tendrán que considerar si otorgan acceso directo a los consumidores o usan un modelo completamente intermediado, que ofrezca monederos digitales de MDBC a través de bancos o proveedores de servicios financieros no bancarios. Hace falta más diálogo, investigación y ensayos para demostrar cómo las MDBC pueden impulsar la inclusión financiera.
Los responsables de los bancos centrales y otros representantes del sector público tienen la obligación de garantizar que el sistema financiero sea inclusivo, abierto, competitivo y receptivo a las necesidades e intereses de todos los grupos. Con el diseño adecuado, las MDBC son muy prometedoras para ayudar a apoyar un sistema financiero digital que funcione para todos.
Agustín Carstens es gerente general del Banco de Pagos Internacionales y S. M. la reina Máxima de los Países Bajos es representante especial del secretario general de las Naciones Unidas en Inclusión Financiera para el Desarrollo.