El confinamiento persuade al corazón y a la mente a repensar prioridades.
Vida, muerte, amistad, amor, soledad, solidaridad… todo parece vivirse a la vez, mezclándose en las salas de hospital, en las noticias, en las conversas, y eso que atestiguamos de día, revuelca nuestro inconsciente de noche.
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Furgones refrigerados para suplir las morgues, testimonios de quienes no pudieron despedir a un ser amado, caras extenuadas del personal de salud; imágenes recurrentes de dolor, dedicación y sacrificio, más allá del individualismo feroz y simplista de algunos fanáticos.
Mientras escribo, evoco la separación obligada de la gente que quiero. Su calidez, su abrazo, su humanidad nunca podrá ser sustituida por recursos virtuales. Mi hermano, peligrando en los hospitales. Mi hermana y sus besos fraternos. La imposibilidad de abrazar a mis sobrinos nietos. Fernando en Pasoagres, Federico expuesto en los tribunales.
Perspectiva de futuro
Zoom me permite continuar mis clases, pero extraño la vivacidad de mis estudiantes, su diversidad, su sed de conocimiento. ¡El buen humor del personal de la farmacia! Hoy no disfruto de sus sonrisas, ocultas tras máscaras. Los chicos empacadores del supermercado, atrás quedaron nuestras discusiones futboleras.
En medio de la ausencia, del miedo a extinguirte y la añoranza del contacto con los que amas, emerge la determinación de sobrevivir a todo esto y seguir disfrutando la vida. Más allá de mero optimismo, se trata de esperanza en el porvenir.
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Como sociedad lo estamos haciendo bien, disciplinados y solidarios, venceremos.
Sobrevuela una oleada de pericos. Su algarabía me recuerda que, pese a todo este episodio mundial, debemos disfrutar de nuestro propio vuelo. Su plumaje multicolor anuncia alegremente perspectiva de futuro.