La educación está en crisis y necesita un plan urgente de atención. Pero el frío no está en las cobijas. Usar esta situación para generar alguna ganancia en esta coyuntura política, con desplantes histriónicos o señalamientos vacíos de soluciones reales, no ayudará a la educación. Si bien hay que reestructurar el Consejo Superior de Educación, e incluso reformar la estructura y organización del MEP, se requiere proceder con buena letra, planificada y estratégicamente, para no perjudicar aún más a los estudiantes. Es cardinal no perder de vista el fin último: el aprendizaje y el desarrollo de la niñez y la adolescencia.
La calidad del sistema educativo depende en gran medida de sus docentes, por lo que una buena parte de los esfuerzos debe dirigirse a brindarles la actualización, capacitación y acompañamiento que requieren. Es en la mediación del docente donde el aprendizaje se facilita y estimula para los estudiantes, en especial para quienes no cuentan con las condiciones propicias en sus hogares.
Una segunda prioridad es reanudar la actividad en los centros educativos, esta incluye ahora la incorporación cotidiana de modelos híbridos con el componente virtual ampliándose y fortaleciéndose. De nuevo, la no presencialidad lesiona en particular a los estudiantes en contextos menos favorables.
La lista de tareas pendientes es amplia: infraestructura, conectividad, y más. Modificar estructuras y cultura organizacional toma tiempo, se debe iniciar pronto, pero hay que hacerlo con pericia y sin empujones.
Cada candidato debe, de manera clara, precisa y concreta, explicarnos cómo propone resolver los grandes problemas que enfrenta el país. La educación es muy importante para actuar desde el cálculo político, o aspirar a la Presidencia sin un plan inmediato e inteligente para su rescate.
El último Estado de la Educación debería ser lectura obligatoria para los aspirantes: un diagnóstico amplio y sereno basado en evidencia y profunda comprensión de los temas relevantes, y una lúcida propuesta de rutas hacia la solución de los más graves y apremiantes problemas detectados.
Cuántos países quisieran tener un instrumento como este, y cuan inaceptable sería que se lo “brinquen” los que aspiran a conducir nuestro país.