Desde las alarmas por el cambio climático y las preocupaciones por la “tripledemia” hasta el Reloj del Apocalipsis del Boletín de Científicos Atómicos, nos inundan las advertencias espantosas. Los medios de difusión y las redes sociales nos alertan diariamente sobre todo tipo de peligros, desde políticos nefandos hasta catástrofes naturales. Todas esas advertencias —algunas sinceras y otras, fabricadas— no solo activan nuestros celulares sino también nuestros cerebros, y nos llevan a preguntarnos cómo puede estar afectándonos, psicológica y socialmente, todo este “discurso de amenazas”.
Para ir al grano sin quedar atrapados en la histeria y mejorar la comprensión de las amenazas creíbles, creamos con nuestros colegas un “diccionario de amenazas” que usa el procesamiento de lenguajes naturales para indexar los niveles de amenaza de los canales masivos de comunicación. En investigaciones publicadas en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias, demostramos tanto el uso de las herramientas para identificar patrones históricos ocultos de amenazas como su potencial para predecir comportamientos futuros. (La herramienta es de uso público para quien desee medir el grado de lenguaje amenazante en textos en inglés.)
El diccionario de amenazas aprovecha encuestas de investigación existentes sobre el efecto de “aumento de la restricción" cultural que generan las amenazas crónicas sobre las sociedades mediante la imposición de normas estrictas y duros castigos a los infractores. Hallamos evidencia de una división entre las culturas restrictivas y las más libres de todo tipo —entre ellas, países (pensemos en Singapur frente a Brasil), estados subnacionales (Alabama frente a Nueva York), organizaciones (empresas de contabilidad vs. empresas emergentes) y clases sociales (bajas frente a altas). Sin embargo, carecíamos de una medida lingüística confiable para evaluar los discursos amenazantes a través del tiempo y su relación con las tendencias culturales, políticas y económicas.
Por eso creamos el diccionario de amenazas. Queríamos una herramienta que nos ayudara a medir los distintos tipos de amenazas a través del tiempo y los tipos de respuestas culturales que producen. Antes, para crear diccionarios, los investigadores le pedían a la gente que participara en lluvias de ideas para reunir posibles palabras clave, pero queríamos una mayor amplitud y precisión para nuestro mapa del “universo de amenazas", así que creamos algoritmos para escanear Twitter, Wikipedia y sitios web seleccionados al azar para buscar los términos que aparecen con frecuencia junto a palabras como “amenaza" en los textos. Los algoritmos encontraron 240 palabras que la gente usa frecuentemente cuando escribe sobre las amenazas —entre ellos, “ataque", “crisis", “miedo", “avecina" y “tensión"—. Cabe destacar que esas palabras se pueden aplicar a amenazas de cualquier magnitud, desde un huracán mortífero hasta un conflicto familiar, por lo que la aplicación del diccionario es amplia.
Llevamos a cabo diversas pruebas para confirmar que el diccionario mida las asociaciones con amenazas en los textos de manera precisa. Por ejemplo, considerando que los niveles de amenaza —especialmente el de la violencia organizada— decayeron históricamente en el mundo, analizamos 600 millones de páginas con noticias de 1900 a 2020 para ver si el uso de las palabras amenazantes de nuestro diccionario también lo hacía. Encontramos que así fue, pero el algoritmo también sugiere que los niveles de percepción de amenazas podrían volver a aumentar en los próximos 20 años.
Era esperable que las palabras del diccionario de amenazas aumentaran rápidamente en los periódicos estadounidenses durante los grandes conflictos militares como la Primera Guerra Mundial y la guerra del Golfo. De manera similar, hubo un aumentos repentinos del lenguaje amenazante cuando la Agencia Federal de Gestión de Emergencias estadounidense emitió comunicados por catástrofes naturales. El diccionario de amenazas también captó la creciente gravedad de la pandemia de la COVID-19 en 2020, de acuerdo con los tuits.
En términos del pronóstico de eventos futuros, el diccionario de amenazas puede identificar tendencias importantes en la actividad bursátil, las normas culturales y las actitudes políticas. Por ejemplo, el aumento del lenguaje amenazante predijo en términos diarios la reducción de la rentabilidad de los índices S&P 500, DIJA y Nadaq, así como la menor innovación, medida por las solicitudes de registro de patentes. Y cuando los estadounidenses enfrentan amenazas graves suelen usar más las palabras asociadas con las culturas restrictivas (por contraposición con las culturas abiertas), como “restringir”, “cumplir” y “dictar”.
El aumento del discurso amenazante muestra una asociación histórica con la “restricción" política amplia —que se refleja, por ejemplo, en el aumento de los índices de aprobación del presidente, o el sentimiento antiinmigratorio—. Con el análisis de los discursos presidenciales de los últimos 70 años vimos que los presidentes republicanos (conservadores) mencionaron amenazas con mayor frecuencia que los demócratas (liberales).
Algo igual de importante es que el discurso de amenazas es contagioso. Por ejemplo, la inclusión de una palabra relacionada con amenazas en los tuits aumentó su tasa de retuiteo esperada en un 18 %. Como vimos en los últimos años, la naturaleza contagiosa de los mensajes en línea cargados de amenazas puede resultar especialmente problemática durante las grandes crisis debido al comprobado papel de las redes sociales para amplificar la desinformación y sembrar el pánico masivo.
Ahora que se confirmó la validez del diccionario de amenazas, podemos usarlo para examinar toda una serie de cuestiones sociales fundamentales: podemos examinar la manera en que los discursos amenazantes motivan las teorías conspiratorias y el extremismo, impulsan la difusión del odio y la desinformación en línea, y afectan elecciones, decisiones de política exterior e inversiones económicas. También podemos evaluar el grado en que los usuarios de redes sociales amplifican sus voces exagerando tanto las amenazas reales como las fabricadas. Y, aplicando el diccionario de amenazas a nuestras cuentas de redes sociales, podemos descubrir nuestro posible papel en la difusión de los mensajes amenazantes. Eso nos ayudaría a tomar decisiones más informadas sobre qué compartir y qué filtrar.
En la vida diaria, empresarial y política solemos ir a tientas a la hora de entender la naturaleza de las amenazas existentes y sus probables implicaciones. Al igual que un reflector, el diccionario de amenazas puede buscar huellas lingüísticas que revelen importantes patrones sociales (geográficos, poblacionales e históricos). Así podremos distinguir de manera más confiable los peligros genuinos de los riesgos fabricados, algo fundamental para construir un mundo más seguro.
Michele J. Gelfand es profesora de Gestión Intercultural, y de Comportamiento Organizacional y Psicología, en la Universidad de Stanford. Virginia Choi es doctoranda en la Universidad de Maryland.