La pandemia parece lejana, pero no debemos olvidar sus lecciones. Nos obligó a reencontrarnos con nuestra casa como espacio privilegiado para ser y estar; nos recordó que tras las ventanas se encuentra una comunidad, la nuestra; y que podíamos vivir sin consumir constantemente. Descubrimos placeres simples como el cuidar las plantas, la conversación de la sobremesa, o un café pausado y en silencio a media tarde.
Y comenzamos a hablar de que, cuando llegara la postpandemia, deberíamos reiniciar con una mejor forma de vivir y convivir, evitando el volver a la “normalidad” de antes. Confiábamos en que podíamos a aprender algo valioso de la crisis.
Constatar la fragilidad e interdependencia de la humanidad frente a un microscópico virus, que nos puso en jaque y mató a cientos de miles de personas, sin duda es una gran lección. Pero tenemos otras lecciones frente a nuestras narices: los embates cada vez más frecuentes y severos del cambio climático, que cobran vidas y destruyen cosechas y pueblos; la amenaza a la paz mundial que los recientes movimientos bélicos abren una vez más, contextos en que la posibilidad de recurrir a la fuerza nuclear es real. Y sin duda la transformación digital, ahora con la llegada de una inteligencia artificial que se democratiza de alguna manera al darle acceso a cualquier persona, y que ya nos ha mostrado sus bondades así como sus grandes capacidades de hacer daño.
Solo actuando colectivamente como humanidad, podemos enfrentar estos retos globales. Urge reconocer y fortalecer nuestra naturaleza común, y ahí el papel especial de la escuela es clave, brindando una educación humanista que enseñe, entre otras cosas, sobre la condición humana, la identidad terrenal, la comprensión y la incertidumbre, como plantea el filósofo Edgar Morin. Lamentablemente, sucede lo contrario, el humanismo se va debilitando en la educación y en la cultura general.
Aún me tomo un café lento y en silencio cada tarde, mirando por la ventana, y veo gente con mucha prisa, sin tiempo para mirar a su alrededor. Me temo que no aprendimos la lección y la prepandemia ha vuelto a reinar.