El Almirante James B. Stockdale es el oficial de mayor rango del ejército estadounidense que fue prisionero en la guerra de Vietnam. Estuvo cautivo casi 8 años en un lugar que los prisioneros de guerra estadounidenses llamaban sarcásticamente el Hanoi Hilton.
El Almirante Stockdale no tenía idea de cuándo podría ser liberado, no tenía certeza de que existiera una posibilidad real de ello, incluso existía la posibilidad nada despreciable de que su final fuera “muerte en prisión”, sin embargo, esa falta de un punto final no detuvo su inquebrantable creencia de que saldría de su torturador cautiverio.
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“Nunca perdí la fe en el final de la historia. Nunca dudé, no sólo de que iba a salir, sino de que al final lo conseguiría y convertiría esa experiencia en el evento más importante de mi vida”.
En los escasos períodos en que compartió celda con más prisioneros, organizó una sociedad clandestina con leyes, tradiciones, costumbres y hasta héroes. Instauró un sistema de comunicación basado en sonidos con el que los presos podían hablar a través de las paredes, lo que los ayudó a mantener su energía en momentos difíciles. Eso era lo que fortalecía la fe de Stockdale: brindar ayuda y esperanza a otros.
A pesar de todo ese reforzamiento, de esa invencible creencia de que saldría adelante hacia un futuro mejor, Stockdale nunca negó la extremadamente difícil realidad que enfrentaba, algo que le permitió sobrevivir más allá de otros prisioneros mucho más optimistas que él, situación que dio origen a la paradoja de Stockdale.
Planes dinámicos
Una vez liberado, James Stockdale fue altamente condecorado y es uno de los ejemplos de resiliencia más icónicos de los últimos 50 años.
Cuando le preguntaban ¿quién no lo consiguió?, él respondía, ¡los optimistas!, ellos antes de Navidad decían, "en Navidad estaremos afuera", llegaba y pasaba Navidad y entonces decían, "para Pascua estaremos afuera", llegaba y pasaba la Pascua y entonces decían, "para el día de Acción de gracias estaremos afuera", y entonces volvía a ser Navidad otra vez, y así morían, porque se les partía el corazón.
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Esas previsiones optimistas que repetitivamente fallaban, pues pasaban de ser un refuerzo positivo en la adversidad, a hacerlos rendirse y posteriormente dejar de luchar, lo que resalta que es tan importante creer firmemente en la obtención de buenos resultados (intención), como saber enfrentar con disciplina los hechos más salvajes (acción), de lo contrario, podemos llegar a apagar hasta la última chispa de optimismo.
Así, la acción de evaluar la situación adversa y establecer un plan de trabajo, debe estar acompañada de la intención de enfrentarla con buena voluntad.
La actual crisis no tiene un punto final claro, mucho menos un cronograma, por lo que, al igual que lo hizo Stockdale, debemos reconocer las enormes dificultades que enfrentamos, establecer planes de acción dinámicos y permanecer absolutamente confiados en que los días más brillantes están por venir, que todo esto también pasará.