Hasta la pandemia de la covid-19, la humanidad estaba logrando grandes avances para prolongar la vida y aumentar la prosperidad económica. Es fundamental que volvamos a esa trayectoria a medida que se recupera la economía mundial. Las nuevas investigaciones que examinan los avances en forma granular pueden ayudarnos a lograrlo.
Habitualmente el progreso humano se evalúa al nivel de países. Los 178 países sobre los que hay información a la que se puede acceder con facilidad tienen, en promedio, una superficie de 700.000 kilómetros cuadrados (unas 270.000 millas cuadradas), una población de 40 millones de personas y un PIB cercano a los $700.000 millones. Pero obviamente hay grandes diferencias entre ellos y al interior de sus territorios, y la eficacia de los esfuerzos para aumentar la prosperidad económica y el bienestar humano dependen de que podamos entenderlas.
Por eso nuestro nuevo informe Pixels of Progress: A Granular Look at Human Development Around the World [Píxeles de progreso: una mirada granular al desarrollo humano del mundo], ofrece una imagen 230 veces más detallada que la perspectiva a escala de países. Con técnicas de última generación para obtener y analizar los datos, como la luminosidad nocturna, entre otras, examinamos los patrones poblacionales, el desempeño económico y los cambios en la expectativa de vida entre 2000 y 2019 en más de 40.000 microrregiones, cada una, en promedio, de 3.000 km2, con 180.000 personas y un PIB de $3.000 millones.
Este enfoque revela, por ejemplo, que en 2019 casi la mitad de la población mundial disfrutaba un nivel de vida con el que apenas 20 años antes solo contaba el 21 % de la humanidad (en su mayor parte, los países de la OCDE). En 2000, en 12 microrregiones costeras chinas —con poblaciones de 71 millones— la expectativa de vida era de más de 72,5 años y su PIB per cápita, superior a los $8.300 (lo que las ubicaba en el 30% del mundo en mejor situación según ambos indicadores). Para 2019, el 86% de la población china —1.200 millones de personas— vivía en microrregiones con niveles de vida que superaban esos umbrales. Más allá de China, hay microrregiones donde viven 920 millones de personas en 75 países que también superaron ese umbral.
En el otro extremo del espectro se lograron mejoras similares: en el año 2000 había más de 1.000 millones de personas en las microrregiones con los peores niveles de vida, pero para 2019, esa cantidad se había reducido hasta poco más de 400 millones, a pesar del crecimiento poblacional. La India albergaba en el año 2000 al 43 % de las microrregiones cuya esperanza de vida era inferior a los 65,6 años y sus ingresos, inferiores a $2.400 (el 30% más bajo del mundo), pero en 2019 ya no tenía ni una sola región en esa categoría.
En general, nuestro enfoque granular muestra que el nivel de vida solo cayó en raras ocasiones, y en lugares que a menudo solo se pueden identificar a través de una lente microrregional. Los promedios por países oscurecen las diferencias entre las realidades microrregionales: mediante análisis de regresión hallamos que la tasa de crecimiento del PBI per cápita de los países solo explica aproximadamente el 20% de la tasa de variación del crecimiento de sus microrregiones. En otras palabras, el progreso económico se explica principalmente en términos locales.
Por ejemplo, en los países donde la mirada a escala de país mostraba una reducción del PIB per cápita, nuestros análisis describen una historia más matizada. El análisis a nivel de países muestra que 191 millones de personas en 20 países experimentaron tasas de crecimiento negativas del ingreso entre 2000 y 2019, pero cuando los miramos más de cerca podemos ver exactamente dónde se redujo el PIB per cápita: en 6.300 regiones que albergan al triple de gente —574 millones—, en 100 países. Para el 80% de ellos las pérdidas de ingresos no se explican por el empeoramiento económico general, sino debido a su rápido crecimiento poblacional.
Y luego tenemos microrregiones con avances especialmente rápidos. Tomemos, por ejemplo, a Dibër, una microrregión oculta en los Alpes albaneses. Su economía sigue siendo en gran medida agrícola, pero desde que Albania se unió a la OTAN en 2009, las autoridades locales han estado trabajando para reflotar su otrora floreciente sector turístico —orientado a los viajeros acaudalados que visitan los baños termales de Peshkopi— con la ayuda de agencias internacionales.
Durante el período que estudiamos, la cantidad de turistas de salud aumentó ininterrumpidamente a medida que crecieron las instalaciones, al tiempo que sus lagos glaciales y bosques primarios atraían a senderistas y excursionistas. Es probable que esos acontecimientos hayan ayudado a impulsar la salud y los ingresos de Dibër, donde el PBI per cápita más que se triplicó —pasó de $3.300 a $10.200— entre 2000 y 2019, y la expectativa de vida aumentó de 74,1 a 78,3 años.
La experiencia de Dibër es representativa de una tendencia más amplia: el ingreso y la longevidad crecieron a mayor velocidad en las microrregiones que presentaban mayor atraso, reduciendo las diferencias mundiales en salud y prosperidad. En el año 2000, el 5% de la población en peor situación vivía en microrregiones cuya esperanza de vida era inferior a los 49,7 años (la expectativa del 5 % en mejor situación era de 30 años más: más de 79,5 años). Para 2019 esa diferencia se había reducido a 23 años.
La pandemia interrumpió —y hasta revirtió— los avances que examinamos, pero no eliminó la posibilidad de ampliar los beneficios en el futuro. Con una comprensión más granular del avance del progreso en el pasado —que nos informe, por ejemplo, cómo asignamos los recursos— podemos encontrar el camino para hacer realidad ese potencial (e incluso trazar un curso más rápido, claro y eficiente para lograrlo).
Chris Bradley es director del McKinsey Global Institute y socio sénior de McKinsey & Company en Sídney. Marc Canal Noguer es miembro del McKinsey Global Institute en Barcelona.