Sentí profunda tristeza con nuestro ambiente político estas últimas semanas.
De manera oportunista las universidades públicas, con base en la famosa autonomía universitaria, se excluyen de respetar las reglas —fiscales y otras— que aplican a los demás sectores y ciudadanos. En vez de enseñar con el ejemplo y ayudar a explicar a la ciudadanía la situación y la necesidad de austeridad, corrieron a comportarse de la manera más egoísta; típica de a quienes no les importa el bienestar de la nación, sino únicamente el particular.
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Los diputados aprovecharon la confusión de la huelga para aprobar —con un solo voto en contra— lo que podría ser un desastre ambiental en nuestras costas y mares: la pesca de arrastre. Ellos saben que de una u otra forma terminaremos con ese tema en la Sala IV, pero se dan el lujo de decirle a los industriales de la pesca “que les cumplieron”. Me impresiona lo pobre de su análisis y el carácter populista de la decisión, sin considerar que, si se llegara a implementar, dicha aprobación traería pobreza duradera y crisis ambiental a cambio de unos cuántos dólares para unos cuantos industriales por un período reducido.
Albino...
Pero lo que más me sorprendió fue la ignorancia demostrada y la facilidad con que fueron manipulados algunos estudiantes de secundaria por unos cuantos agitadores que, con tal de ganar algo de visibilidad por medio de mentiras, los engañaron y embarcaron a hacer el más grande ridículo que recuerde en mucho tiempo. Oyendo de su boca que no sabían por qué protestaban, contradecirse en cuestión de dos minutos en una misma entrevista y terminar apoyando lo que inicialmente cuestionaban me hizo debatirme entre la risa y el llanto.
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Y por supuesto Albino… confesar que sabe que viola le ley y la Constitución pero que seguirá en lo mismo porque no se le acusa ante la justicia es típico de lo que convenios internacionales obsoletos y convenciones colectivas ridículas han propiciado en nuestro sindicalismo. Esto debe cambiar.
Tristes semanas.