Con el comienzo del 2021 retomamos la tradición de reflexionar sobre el nuevo año, anticipar sus relieves y proponernos metas de importancia. Será el año en que celebramos dos siglos de construcción de vida independiente. El 2021, sin embargo, arrastra el peso de un 2020 insólito en sus amenazas y embates. ¿Qué podemos predecir de un año profundamente impredecible?
Podemos esperar que la pandemia alcance en algún momento un nivel de contención importante, si el proceso de vacunación se desarrolla de forma adecuada y las personas actúan responsablemente.
En el ámbito económico, dejo a los expertos los pronósticos, pero lo que se ha adelantado es preocupante.
En educación, me atrevo a decir que tendremos un año apenas un poco menos oscuro que el 2020: un ciclo lectivo atípico y parchado, requiriendo ajustes periódicos frente a la magnitud de los efectos legados por el 2020 y las dificultades propias del sistema educativo.
Nos tomó años compensar el golpe infringido sobre la educación en la década de los 80, considerando solo las coberturas, pero la mayoría de quienes vieron su educación negativamente afectada entonces, sigue sufriendo sus consecuencias, cerca de 40 años después.
En el 2008, Christensen y Horn en su libro Disrupting Class predecían, basados en modelos de ciclos de la innovación, que para el 2019 un 50% de los cursos a nivel de secundaria serían híbridos con un fuerte componente en línea. Fue la pandemia la que empujó lo que aún no había sucedido en la mayoría de los países. Se ha estimado que en el 2020 más del 95% de los cursos ofrecidos tenían el componente de virtualidad, para este nuevo año se deberá continuar por esa ruta, y probablemente será el nuevo patrón postpandemia.
Sin embargo, los vacíos y debilidades que se evidenciaron en el país para funcionar bajo esa modalidad virtual, siguen presentes y urge abordarlos para evitar que continúe ahondándose el impacto de la crisis en la educación de las nuevas generaciones, especialmente el desigual acceso a internet a nivel de los hogares, y la necesidad de muchos docentes de prepararse mejor para trabajar en este formato híbrido.
Leda Muñoz es catedrática de la Universidad de Costa Rica y cuenta con más de 35 publicaciones científicas y académicas. Actualmente es la directora ejecutiva de la Fundación Omar Dengo.
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