En el último informe Estado de la Nación 2024 se discute la inversión en educación como un tema crucial para el desarrollo de Costa Rica. Sin embargo, los resultados revelan un doble problema: la constante reducción del presupuesto educativo y graves brechas en la eficiencia del gasto. Esto exige una reflexión urgente sobre cómo gestionamos los recursos asignados a un pilar tan esencial del desarrollo humano y social.
Entre el 2018 y 2024, el presupuesto del Ministerio de Educación Pública sufrió una contracción de 13,4% en términos reales. Esta reducción ha afectado áreas críticas como becas, infraestructura y programas de apoyo, afectando directamente la calidad de la educación y las oportunidades de acceso de las poblaciones más vulnerables (Informe Estado de la Nación, página 85).
Más allá de los recortes presupuestarios, el informe destaca en su página 82 que los problemas estructurales en la gestión de los recursos hacen que, en muchos casos, los fondos asignados no generen los impactos esperados. Es como “echar agua en un balde con agujeros”: sin un sistema que garantice una buena gestión, seguimiento y evaluación del uso de los recursos, una mayor inversión no necesariamente se traduce en mejores resultados educativos.
Es un error común suponer que un incremento en el presupuesto educativo garantiza automáticamente mejores resultados. Según el informe, la efectividad del gasto es el factor determinante para que los recursos tengan un impacto positivo. Si los fondos no se asignan de manera estratégica ni se emplean bajo esquemas de monitoreo y evaluación, es probable que el sistema educativo no cumpla sus objetivos. Esto se evidencia en Costa Rica, donde recortes presupuestarios no han sido el único problema; la falta de planeación adecuada y priorización ha limitado el impacto incluso en áreas de alta inversión, como infraestructura educativa y becas.
Además, investigaciones internacionales han demostrado que la relación entre gasto educativo y resultados no es lineal. En sistemas con altos niveles de ineficiencia, un mayor presupuesto puede generar redundancias, burocracia y desperdicio de recursos, en lugar de mejoras en aprendizajes o cobertura. Por ello, las políticas educativas deben enfocarse en maximizar el uso del gasto mediante procesos basados en evidencia, priorización de áreas críticas y una cultura de rendición de cuentas. Esto se refleja en el análisis del informe, que destaca que simplemente invertir más “no soluciona los problemas estructurales que enfrenta el sistema educativo costarricense”.
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Es fundamental que Costa Rica mantenga un nivel adecuado de inversión y lo incremente periódicamente para garantizar el acceso y la cobertura educativa. Sin embargo, la prioridad debe centrarse en mejorar la eficiencia del gasto, lo cual debería abarcar:
- Monitoreo continuo para evaluar en tiempo real cómo se asignan los recursos versus sus resultados.
- Prioridades claras: concentración de gastos en áreas estratégicas, como capacitación docente, mejora en la contratación con una modificación en el estatuto del Servicio Civil, infraestructura básica y tecnologías educativas.
- Transparencia y rendición de cuentas: Garantizar que cada colón invertido contribuya directamente a mejorar el aprendizaje y las condiciones de los estudiantes en una u otra forma.
Cuando los recursos se gestionan adecuadamente se obtiene una reducción de la brecha educativa entre las zonas urbanas y rurales, se abren oportunidades de calidad para todos, independientemente de su origen socioeconómico y una población altamente educada tiene garantizada una oferta laboral capaz de responder a los desafíos de un mundo globalizado.
Costa Rica enfrenta el reto de reforzar su sistema de gestión educativa para maximizar el impacto de cada recurso invertido. Esto requiere no solo aumentar la inversión, sino también optimizar su uso mediante la implementación de sistemas como el SGCE-CR, que establezcan estándares claros para una educación efectiva. La clave está en promover una cultura de evaluación y rendición de cuentas, con indicadores transparentes que impulsen mejoras continuas y decisiones centradas en el beneficio estudiantil. Además, el involucramiento de todos los actores del sistema educativo garantizará innovación, adaptabilidad y un futuro más prometedor para la educación del país.
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El autor es Director Escuela de Educación de la Universidad Fidélitas.
