El Pacto Verde Europeo apunta a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de Europa a cero neto en 2050, sobre todo a través de la descarbonización del sector energético. Pero si bien Europa quiere ser un líder global en la lucha contra el cambio climático, la pregunta es si puede o no lograr su objetivo y a qué costo. La tarea es formidable y los obstáculos, abrumadores.
La crisis del COVID-19 demostró la magnitud de los cambios que hacen falta para reducir masivamente el uso de carbono. Los consumidores y los políticos quieren evitar ese shock introduciendo gradualmente suministros estables de energía barata y verde. Las buenas políticas y el progreso tecnológico pondrán al alcance ese objetivo; pero, por ahora, hay contrapartidas.
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Como el carbono debe gravarse lo suficiente para compensar la externalidad climática negativa que genera, el precio de las emisiones de dióxido de carbono debe subir, lo que hará que la electricidad resulte más cara. Eso, junto con un incremento de los precios del gas natural, es la razón por la cual los europeos han experimentado un aumento reciente de los precios de la electricidad mayoristas. Las consecuencias políticas de esta situación fueron preanunciadas en la revuelta de los gilets jaunes (chalecos amarillos) de 2018-19 en Francia, que fue una respuesta a apenas un aumento moderado de los impuestos a los combustibles.
Europa debe importar gran parte del gas natural que necesita. Pero para garantizar un suministro seguro, se pone a merced de países como Rusia y Argelia, que tienden a usar sus recursos de gas con fines geopolíticos (contra Ucrania y Marruecos, respectivamente). Rusia suministra un tercio del gas que necesita Europa y está presionando para activar Nord Stream 2, un gasoducto para ofrecer un suministro directo a Alemania, eludiendo a Ucrania. Para colmo de males, hay ciertos países como Alemania o España, no la Unión Europea, que negocian directamente con los proveedores. Rusia ha sabido explotar esta dinámica y recientemente ha demostrado que puede influir en el precio del gas suspendiendo el suministro.
El conflicto entre las prioridades climáticas y la energía barata y segura está creciendo. Un país con reservas de carbón siempre puede aprovechar esos recursos para asegurarse su suministro de energía. Un ejemplo es Alemania, donde la generación de electricidad alimentada a carbón representa alrededor del 30% del suministro eléctrico, debido a la decisión del gobierno de eliminar gradualmente la energía nuclear luego del desastre de Fukushima de 2011 en Japón.
El aumento de los precios del gas y de la electricidad este año deja en claro que la transición energética no será un proceso sencillo. Los desafíos son enormes y uno de los más importantes es el de superar el problema de la intermitencia. Para mitigar la volatilidad de precios, las energías renovables requieren una tecnología de respaldo que se utiliza cuando la intensidad del viento o del sol es baja. El gas natural normalmente cumple esta función –de ahí el alza de los precios de la electricidad– y eso seguirá siendo así por lo menos hasta que existan instalaciones de almacenamiento de electricidad más eficientes.
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En el mercado de electricidad mayorista de la UE, el precio está determinado por la última tecnología en el orden de mérito del suministro (es decir, la secuencia de las centrales eléctricas preferidas). Por lo general, este respaldo es una planta de turbina de ciclo combinado (gas) o una instalación hidroeléctrica. El mercado es un pool donde los volúmenes de suministro de los generadores se agregan y se alinean con la demanda para obtener el precio al cual todos los proveedores son remunerados.
En términos ideales, la señal de precios de un mercado competitivo daría el indicio correcto para la inversión por parte de los productores y el consumo por parte de los usuarios. Pero, en verdad, no existe ningún acceso libre para algunas tecnologías (como nuclear e hidroeléctrica), los usuarios no necesariamente responden a los precios y la estructura del suministro no es competitiva sino oligopólica.
Pero estos factores por sí solos no son motivo para perjudicar el pool, de manera que la pregunta es cómo ofrecer los incentivos correctos para la inversión, particularmente en renovables. Aquí, los contratos de largo plazo para suministrar electricidad y las subastas de contratación pueden desempeñar un papel crucial a la hora de mejorar el funcionamiento del pool y mitigar el poder del mercado. Debido a las reducciones sustanciales de los costos en los últimos diez años, las energías renovables ahora son competitivas y florecerán siempre y cuando los combustibles fósiles no estén subsidiados y el carbono se cotice como corresponde.
La inversión depende de la estabilidad regulatoria y, por lo tanto, puede verse perjudicada por una reacción apresurada a las alzas de precios actuales. Aun así, hay ideas que vale la pena considerar. La República Checa, Grecia, Francia, España y Rumania han propuesto que la UE coordine las compras de gas y cree una reserva estratégica. Es una idea excelente, ya que aumentaría la posición de negociación de la UE y, al mismo tiempo, mejoraría la seguridad del suministro.
Otras propuestas recientes deben evaluarse con cuidado para evitar cualquier interferencia con la formación de precios. En lugar de intentar ponerle un tope a los precios de la electricidad, es mejor subsidiar a los consumidores vulnerables de manera directa. El mercado mayorista debe seguir ofreciendo una señal de precios para productores y consumidores. No se debería culpar a los especuladores del aumento inevitable del precio de los derechos de emisión (dentro del sistema de comercialización de emisiones); más probablemente refleje la anticipación del mercado de precios más altos del CO2 -un componente necesario de la transición energética.
Si Europa quiere liberar la lucha contra el cambio climático de la política de la seguridad energética, primero debe alcanzar una mezcla de energía equilibrada en un mercado integrado. Eso implica que no puede ignorar el potencial aporte de la tecnología nuclear, como ha señalado el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático.
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Es más, una política energética unificada en Europa para la compra y el almacenamiento de gas es necesaria, como lo son las inversiones para desarrollar nuevas tecnologías como la captura de carbono y el hidrógeno verde. Pero la UE no puede ser ingenua. El cambio climático es un problema global. Si las reducciones de emisiones de Europa resultan neutralizadas en otras partes del mundo, no se habrá hecho progreso alguno, y Europa terminará siendo menos competitiva. Para abordar esta cuestión, hará falta un ajuste en frontera del impuesto al carbono.
La UE tiene la reputación de actuar solamente cuando está al borde del desastre. Bien podemos estar en uno de esos momentos. El invierno se acerca.
El autor es profesor de Economía y Finanzas en la Escuela de Negocios IESE.