Conversando con una amiga, Yorleny Jiménez —quien es de Calle Blancos, Goicoechea— quedó con la inquietud de los problemas que generan las hojas o el rastrojo de las piñas, empezó a investigar y vio que se podía obtener una fibra vegetal para crear productos como bolsos y accesorios.
La idea dio origen a su emprendimiento Ahimsa, que hace alusión a no violentar el ambiente ni a los animales. Las primeras muestras con clientes tuvieron éxito, pero para ella la tarea va más allá de ofrecer unos diseños bonitos. “La intención es que los consumidores se den cuenta de esta alternativa de productos artesanales, de calidad y exclusivos”, dice Yorleny.
Ella es consultora en comercio internacional, logística y aduanas, servicios que todavía brinda. Estudió y ha sido docente de la Universidad de Costa Rica (UCR) y de Fundepos. Luego trabajó en DHL y en Banacol de Costa Rica, una empresa de capital colombiano, con funciones en la importación y la exportación de insumos y productos perecederos.
En 2013 se independizó para brindar servicios profesionales. Seis años depués, conversando con una amiga que trabaja con una asociación de pequeños productores de piña de la Zona Norte, comentaron los problemas del rastrojo, que genera moscas, contiene residuos de agroquímicos y debe ser quemado, lo que contamina ambiente.
Ambas comentaron que habían leído que a partir de las hojas se obtenía una fibra, generar un textil vegetal y crear productos. Yorleny empezó a investigar más.
Encontró en España una empresa que utilizaba materiales que adquiría en Filipinas. En la investigación se dio cuenta de la situación creada por el consumismo con la ropa que usamos cada día para todo tipo de actividades. Y quedó impactada.
Los consumidores compran y desechan la ropa según la moda que llega con cada estación, en el caso de los países desarrollados, bajo el modelo de “ropa rápida”. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) ubica a la industria de la moda como la segunda más contaminante del mundo.
El rubro del vestido utiliza cada año 93.000 millones de metros cúbicos de agua, un volumen suficiente para satisfacer las necesidades de cinco millones de personas. La UNCTAD alerta también que cada año se tiran al mar medio millón de toneladas de microfibra, lo que equivale a tres millones de barriles de petróleo. Hay otros datos de su impacto.
La producción de ropa y calzado produce el 8% de los gases de efecto de invernadero; se botan al mar alrededor de medio millón de toneladas de microfibras al año; se emiten unos 1.200 millones de toneladas de dióxido de carbono; y las fábricas usan colorantes y producen residuos que contaminan ríos y el ambiente.
“Cada segundo se entierra o quema una cantidad de textiles equivalente a un camión de basura”, dice Yorleny. “¡Por un jeans se usan 10.000 litros de agua! Se debería buscar productos o subproductos que puedan reutilizarse, generando otros productos de alta calidad, estéticamente bonitos y útiles. Y tenemos que aprender a reutilizar esos productos”.
En Costa Rica se puede disponer de esos materiales por el gran volumen de desechos que se generan en los cultivos. La hoja o rastrojo se usa completamente para extraer la fibra y, lo que queda, para biocombustible o fertilizante orgánico. Con la fibra y el textil natural se puede sustituir el cuero animal y los materiales sintéticos.
Yorleny inició, a principios de 2020, un programa de mercadeo en Fundepos. En el primer curso, en febrero de ese año, tenia que desarrollar un proyecto. Era la oportunidad.
En abril y mayo, en medio de confinamiento, Yorleny siguió los cursos de Fundepos en forma virtual y paralelamente inició el programa de emprendimientos de la Agencia Universitaria para la Gestión del Emprendimiento (AUGE UCR). Aquí planteó dos ideas: desarrollar el textil vegetal o producir bolsos y accesorios. La idea de producir el material no era factible, pues requería mucha inversión. La de crear productos, sí.
En AUGE le dejaron la tarea de crear unas muestras con este material y los probara con algunos clientes. Junto con su esposo Jorge Barboza, quien es escultor, empezó a crear y a confeccionar los primeros diseños. Jorge tiene una empresa donde fabrica estuches para instrumentos musicales, Estuches Ferreous, y en el confinamiento los pedidos dejaron de llegar.
Entre ambos empezaron a crear las primeras muestras. Utilizaron vinilo, con el objetivo de adquirir práctica. Ella hacía el diseño, ambos cortaban el material y Jorge cosía el bolso. Primero a mano. Luego en máquina de coser.
Después pasaron a utilizar unos metros de textil vegetal que Yorleny había importado de España, poco antes de la pandemia, de la empresas que había localizado. La prueba fue positiva. Surgió, empero, un problema.
La fábrica de España había cerrado desde marzo hasta octubre de 2020 y no se podía traer más material. Cuando reabrió, sin embargo, tenía pendientes pedidos y habían aumentado los costos y las dificultades de los fletes, incluso por avión.
Yorleny ubicó otra fábrica en Italia que creaba textiles a partir de desechos de uvas, pero solo vendían en altos volúmenes. En México otra empresas creaba un textil vegetal de cactus o nopal. Mandó a comprar unos metros de este último. Las pruebas dieron resultados, pues a las personas que utilizaban los productos de muestra les había gustado el diseño y la propuesta de valor. Solo que para finales de 2020 no podía aventurarse.
Aunque no podía seguir en AUGE ni empezar a producir, pues carecía de recursos para invertir y traer sufientes material, ella mantiene la idea de ser pionera en usar materiales alternativos, impulsar la fabricación de los textiles orgánicos en Costa Rica, generar encadenamientos productivos con mujeres jefas de hogar que pudieran coser las piezas y fabricar productos con otros productos según el enfoque de economía circular.
En agosto de 2021, Yorleny logró importar un poco de material y creó una segunda generación de productos, que son los que actualmente muestra y comercializa: bolsos, carteras y accesorios para hombres y mujeres, fabricados con textiles de piña y nopal. También está pensando en diseñar billeteras. Yorleny asegura que una ventaja del material es su duración, hasta diez años, y que la calidad es similar a la de cuero.
Primero quiere dar a conocer sus creaciones, producir bajo pedido, y que los conozcan como productos de diseño exclusivo para cada persona, hechos con material textil natural innovador, libre de sacrificio animal, sustentable y en el modelo de economía circular.
“El plan ahora es posicionar la marca”, responde Yorleny. “Posicionar que es un diseño para cada cliente, con un certificado de exclusividad y que los clientes vean la calidad del producto. El enfoque es la exclusividad”.