La empresa de diseño y moda Lab 96 tenía ya 12 colaboradores cuando se vino la crisis del COVID-19 y tuvo que detener sus operaciones a finales de marzo pasado.
No se quedaron con los brazos cruzados y varias semanas después incursionaron en la confección de trajes y piezas para empresas y personas cuyos trabajos exigen protección.
“Veníamos muy bien”, cuenta Ronny Vindas Arroyo, director de operaciones de Lab 96. “La empresa estaba creciendo, pese a que el país dejó de ser fuerte en la industria textil hace años”.
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Lab 96 forma parte del Grupo Arena (sin relaci{on con Tiendas Arenas), que tenía 54 colaboradores y fue fundado en 1996 por su padre Ronny Vindas Solís. Se ubica en Río Segundo de Alajuela.
Hace ocho años inició la operación de Lab 96 para confeccionar diseños y prendas que requieren empresas de diversos sectores, como hoteles (para sus chefs, por ejemplo) y empresas de construcción (chalecos con franjas reflectivas de seguridad).
El fuerte son las camisas, camisetas, pantalones, jackets y gorras de acuerdo en distintos tipos de materiales, como poliéster o algodón, y estampados (bordados, sublimaciones, serigrafía) para personalizarlas de acuerdo a lo que pida la empresa e institución.
Hace un año incursionaron con su página web y en redes sociales.
Lab 96 vio una oportunidad de mercado. Entendieron que en el país hay una gran necesidad en el campo textil, pues tienen que importar las prendas.
Aquí ellos podrían producir las prendas que se necesitaban en las cantidades requeridas, con los diseños solicitados por las empresas o instituciones.
“Teníamos mucho potencial en un mercado mal atendido y con malas experiencias”, recalca Ronny.
La cartera de clientes incluía colegios, hoteles boutique, restaurantes y hasta las filiales locales de reconocidas firmas globales de tecnología (que les piden camisetas polo con sus logos).
Con el coronavirus tuvieron que cerrar la planta y recurrir a la suspensión de contratos con los colaboradores a mediados de marzo anterior.
Todos los clientes llamaron a cancelar o congelar pedidos que habían realizado. Sin ventas ni ingresos, de la noche a la mañana.
Ronny y su padre empezaron a ver cómo reinventarse para generar ventas.
Dejaron pasar una o dos semanas, mientras asimilaban la situación.
Se enfocaron en ver lo que había pasado, qué necesidades surgían y cómo otras empresas en el mundo generaban nuevos productos y que ellos podrían confeccionar.
“Vimos que se viene una era donde las personas deben andar más protegidas, no solo con más hábitos de higiene”, dice Ronny.
Decidieron incursionar en el diseño y confección de prendas de protección y aislamiento.
No es solo para personal médico.
Les han hecho pedidos de ferreterías, de empresas de buses, odontólogos, de empresas de producción de alimentos, de compañías que trabajan con agroquímicos y de clínicas.
En general son empresas donde los trabajadores tienen que cargar y mover productos y artículos o que están expuestos por diferentes razones propias de sus funciones.
También les ha interesado a clientes para uso personal, por ejemplo para cuando van en buses.
En total cuentan con diez productos.
El más solicitado es el enterizo de protección y aislamiento, un kimono que protege más del 90% del cuerpo, pues solo deja descubiertas la cara y manos para uso de mascarilla y guantes.
Otro muy solicitado es la bata, muy similar a las batas quirúrgicas: va del cuello hasta la espinilla. Cubre 80% del cuerpo.
También se piden mucho los cubrebotas y los gorros que protegen cuello y cabeza.
Ronny explica que estas prendas utilizan telas certificadas, que repelen líquidos (no penetran el traje), son resistentes al cloro, son lavables y se pueden usar al otro día.
Esto les da una gran ventaja en relación a otros productos de un solo uso y desechables.
Aparte son ligeras (el enterizo pesa 230 gramos), no son rígidas y generan confort.
Los precios van desde ¢4.700 (el gorro quirúrgico de protección y aislamiento) hasta ¢16.800 (enterizos), sin incluir Impuesto al Valor Agregado.
También se ofrecen precios al por mayor.
Lab 96 ya lleva cuatro semanas despachando este tipo de productos.
Ronny asegura que ya han vendido más de 400 unidades y hay varias empresas interesadas, que habían comprado trajes desechables en el mercado y esperan terminar de usarlos.
Para Lab96 el reinicio fue gradual.
La primera semana convocaron a cuatro de los colaboradores y a la semana siguiente a dos más; en la tercera a otros cinco.
Actualmente trabajan 16 personas en Lab 96.
La idea es que entre más se venda, se pueda incorporar a más personal.
“Esto no va a ser sólo para la emergencia”, augura Ronny.
La venta se está realizando mediante redes sociales, correo, WhatsApp y llamadas telefónicas.
Se envía a todo el país mediante Correos de Costa Rica o entrega personal.
Si se prefiere, se personalizan las prendas con el logo de la empresa, el nombre del doctor o con distintos diseños.
La experiencia deja lecciones inmediatas.
Ronny dice que en este tipo de situaciones las empresas del país deben apoyarse entre sí.
Y que debemos reconocer que localmente hay capacidad y potencial.
“Son momentos en los que las empresas deben reinventarse. Nada hacemos con sentarnos, llorar y esperar ayudas”, recalca.