Miriam Sánchez trabajaba como jefa de cajas en los supermercados Palí y Maxi Palí, de la cadena Walmart, en Puerto Limón. Pero un problema de su columna la obligó a renunciar y se incorporó al emprendimiento que tenía su mamá, María Reyes.
Cuando María falleció en 2015, Miriam mantuvo la empresa, diversificó su portafolio y ahora quiere vender en supermercados e incluso ser proveedora de instituciones públicas con productos que rescatan la cultura y el ambiente del Caribe a través de la marca Arawá. Sus productos llegan a la Meseta Central y a otras zonas.
“Estoy capacitándome y preparando el taller”, dice Miriam, que incluso empezó a estudiar administración con énfasis en contaduría en la Universidad Estatal a Distancia (UNED).
Miriam nació en San Pedro de Sula, Honduras, pero su familia se trasladó a Puerto Limón cuando ella tenía dos años. Creció e hizo su vida en el Caribe costarricense donde conoció y aprendió a admirar la riqueza, la variedad y el intenso color de la cultura y de la naturaleza de la región.
En 2010 salió de trabajar en los supermercados porque sufre un problema en su columna y al año siguiente se incorporó a la empresa de su madre, que entonces fabricaba colas de tela en su emprendimiento desde 2002.
Cinco años más tarde, con el fallecimiento de doña María, Miriam se hizo cargo de la microempresa, que se ubica en el Barrio Los Corales I. El primer paso que dio fue ampliar el tipo de productos y enfocarse en la identidad caribeña.
Además de las colas, empezó a producir prendas y accesorios de vestir, como gorros o turbantes, vinchas y vestidos. Todos con diseños caribeños. Para identificarlos y diferenciarlos, Miriam dio otro paso.
Empezó a fabricarlos y comercializarlos con la marca Arawá, que ella explica se deriva del nombre científico Arawacus de una mariposa pequeña amarilla que abunda en la zona. Incluso registró la marca. Las ventas crecieron y tuvo que apoyarse en dos colaboradores.
Miriam subcontrata algunas de las confecciones y su hijo, Gerald Steven, se encarga de las entregas de pedidos en especial en Limón. Gerald también colabora en el taller.
Miriam, de la marca, registró la empresa ante el Ministerio de Hacienda en el régimen tradicional y se registró como pyme en el Ministerio de Economía. Con la mira de vender en supermercados y ser proveedora de instituciones públicas también realizó cursos de contabilidad.
Miriam reconoce que requiere volumen, es decir: aumentar la producción. Y eso implica financiamiento.
En el taller trabajaba con una máquina de coser. Empezó a tocar puertas y encontró que los trámites y los requisitos que le pedían en los bancos eran engorros. “Los bancos no confían y no creen en uno”, recalca Miriam.
Las entidades bancarias han venido lanzando diferentes tipos de programas, en especial para emprendedoras, como en el caso del Banco Nacional, BAC Credomatic y Scotiabank.
El Sistema de Banco para el Desarrollo indica que ha otorgado más de ¢548.815 millones a través de las diferentes entidades que operan como agencias operadoras a la fecha. Pero, más de la mitad se colocó en la provincia de San José y apenas el 18% a emprendedoras.
La provincia de Limón aparece como la provincia donde menos coloca financiamiento (menos de ¢20.000 millones).
Miriam se desanimó. Incluso una emprendedora que hace ataúdes para mascotas, Mireya, le recomendó la Fundecooperación para el Desarrollo Sostenible.
—Esa es otra más— le respondió Miriam a su amiga.
“Ni le di pelota”, dice. Aún así Mireya le pasó información. Miriam la guardó. Más adelante pasó lo mismo.
Mario, un emprendedor que vende y arregla máquinas de coser, le hizo la misma recomendación un día que llegó al taller y cuando Miriam le comentó que le urgía tener máquinas industriales. Mario acababa de obtener un crédito. Miriam nuevamente no hizo caso. Hasta unos meses después.
A los seis meses, en 2018, Miriam vio que la máquina de coser casera ya no daba la talla. Solo la producción de colas se había duplicado. Necesitaba, sí o sí, una máquina overlock y una cortadora. Entonces buscó la información y llamó por teléfono.
“Me contestó una muchacha, muy amable, escuchó mi caso y me dijo que me iban a visitar”, cuenta Miriam. Y, efectivamente. Al mes la muchacha tocó la puerta del taller de Miriam. Iba con dos asesores. Ahí mismo empezaron el proceso.
Le hicieron preguntas de la empresa, de los productos, de su visión sobre adónde quería llevar el taller y se sentaron a revisar los apuntes y los registros de ventas, compras y gastos que Miriam llevaba en un cuaderno. Miriam confiesa que no era un cuaderno muy ordenado. Todo eso lo hicieron ese mismo día.
Se sentaron en la sala y al final del día le dijeron que sí le podían ayudar. A las dos semanas la llamaron de nuevo, aunque lo que le dijeron no le gustó a Miriam.
Le indicaron que sí le podían brindar el financiamiento y que solamente se requería el aval de Fideimas. El Fideicomiso del Instituto Mixto de Ayuda Social (Fideimas) se orienta al financiamiento de garantías para créditos y también brinda capacitación, asistencia técnica y seguimiento para personas o grupos que ejecuten proyectos productivos. Solo que Miriam no le tenía tampoco mucha fe.
En una ocasión también había solicitado ayuda de Fideimas con resultados negativos. Ahora fue diferente y Miriam lo atribuye al respaldo que recibió en Fundecooperación. Aquí le dijeron que de Fideimas la iban a llamar.
A los pocos días recibió la llamada telefónica de Fideimas. Después de eso, al mes Fundecooperación le entregó el primer desembolsó, que fue “el más grande”.
Fundecooperación cuenta con un programa llamado Crédito a su Medida, que brinda financiamiento para compra de equipo o maquinaria especializada y capital de trabajo con condiciones según la actividad productiva a personas emprendedoras, micro, pequeñas y medianos empresarios, individuales o asociados
El programa incluye la línea de crédito Mujer Natura, que brinda oportunidades de financiamiento para integrar la perspectiva de género, la igualdad y el empoderamiento de las mujeres en la gestión de la biodiversidad.
Kattia Rojas, coordinadora de mercadeo de Fundecooperación, indicó que se brinda desde ¢500.000 a ¢10 millones a un plazo de 60 meses, cuenta con periodos diferenciados y a la medida, periodo de gracia total o parcial de acuerdo con las condiciones de la actividad productiva y garantías hipotecaria, mobiliaria, prendaria, fiduciaria y aval de Fideimas.
Miriam dice que recibió ¢1,5 millones, con lo que compró las máquinas. Posteriormente recibió otros cinco desembolsos. El trámite tampoco es complicado.
En cada caso, Miriam indicó que solamente tiene que enviar un correo electrónico indicando para qué va a ocupar el capital, formalizan el contrato y a la semana están los recursos. La empresaria indica que, además, recibe asesoría y que ha podido contar con el dinero en los momentos más necesarios.
Hay tres momentos claves para las ventas de Arawá: la temporada escolar, agosto (por la celebración del Día del Negro) y en fin de año. En cada ocasión, la producción se prepara con anticipación. La colaboración de Fundecooperación también tuvo otro momento clave y que Miriam no deja de reconocer.
Como a todas las empresas del país, la pandemia fue un duro golpe en el 2020. Arawá vende a tiendas y varias distribuidoras. Las ventas cayeron con el cierre de negocios y el confinamiento. También se suspendieron los eventos, como ferias y otras actividades donde podía exhibir y vender. Con el cierre de fronteras se suspendieron los cruceros.
Cuando un crucero llega a Limón se realiza una feria con artesanos que ofrecen sus productos a los turistas.
Todas las opciones se cerraron de golpe. ¿Qué podía hacer?
En mayo Miriam pensó que podía fabricar mascarillas con diseños caribeños. Solo que dar ese giro, aunque fuera momentáneo y totalmente coyuntural, no era tan fácil. Necesitaba capital para comprar la materia prima. Nuevamente envió un correo electrónico a Fundecooperación.
“Con el nuevo desembolso salí adelante el resto del 2020 y el 2021″, dice Miriam. Y no fue el único cambio.
Arawá empezó a utilizar las redes sociales y la aplicación de mensajería WhatsApp para las ventas. Los clientes la contactan y hacen el pedido. Pagan vía Sinpe, Sinpe Móvil o transferencia bancaria. Si el cliente está en Limón —le venden a turistas también— puede llegar al taller y pagar con tarjeta o en efectivo, en colones o dólares.
Cuando los pedidos son en Puerto Limón, Gerald se encarga de entregarlos. Si son de otro sitio del país se puede enviar por encomienda o por Correos de Costa (en este caso, se cobra el costo de envío de forma adicional).
“Hemos hecho envíos a Guanacaste”, dice Miriam.