A Javier Hernández, a su esposa Emilia Miranda y a sus hijas Andrea y Ana Laura siempre les ha gustado viajar y siempre estaban observando diseños de instalaciones o edificios interesantes.
Javier y Andrea estudiaron arquitectura (ella aún está en la tesis en la Universidad de Costa Rica), Emilia es docente y Ana Laura estudia danza en la Universidad Nacional.
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Muchas veces a los clientes Javier les hacía propuestas adaptando algunas de esas ideas, pero al final tenía que ajustarse a lo que ellos pedían. El cliente manda.
Entonces surgió la espinita de hacer un negocio propio y con su familia fundó Arenal Glamping en La Fortuna, San Carlos, un sitio que sigue la tendencia del hospedaje del camping tradicional con las comodidades de un hotel.
El día en el que falleció el esposo de una conocida, del que dependía toda su familia, una hija de Javier dijo que lo mismo podría pasarles a ellas. “Hay cosas que marcan la vida”, dice Javier. ¿Qué podría dejarle a su familia cuando ya no esté? Tenía que ser algo productivo.
Despues de graduarse en el Liceo San Carlos en 1981, Javier empezó a estudiar la carrera que en ese tiempo se enfocaba a dibujo de arquitectura e ingeniería en la sede de Barrio Amón del Instituto Tecnológico de Costa Rica (actualmente es la carrera de arquitectura).
Siempre le había gustado y se había destacado por sus habilidades en dibujo. Siguiendo esa pasión en el año 2005 incluso se graduó en arquitectura en la Universidad Central. Para ese entonces ya tenía su propia oficina donde brindaba servicios de dibujo en ingeniería y arquitectura.
En esa misma época había comprado un terreno en La Fortuna, a kilómetro y medio del centro de la localidad, camino a Agua Azul.
Hace tres años, su cuñado Freddy le propuso que alistaran el terreno como un área de camping. Pero Andrea le comentó sobre la tendencia del glamping. Investigaron y fundieron su buen gusto arquitectónico y la intención de desarrollar un negocio en familia, aprovechando la belleza escénica de la zona con el Volcán Arenal como principal protagonista.
El glamping es la versión de hospedaje que combina el camping tradicional en la naturaleza con el glamour de un servicio hotelero de lujo, dirigido en especial a quienes es atractiva la aventura de acampar con múltiples comodidades.
El término se deriva de la combinación de las palabras glamour y camping, precisamente. Según la startup GlampingHub hay 34 tipos de glamping. Esta plataforma (con sedes en Denver, Colorado, y Sevilla, España) se lanzó en 2013 para facilitar la reserva de alojamientos de lujo en un concepto de turismo sostenible.
El sitio web de datos Statista reporta que solo en Gran Bretaña en 2019 los turistas pasaron casi 12,5 millones de noches en tiendas de campaña en establecimientos con servicios tales como baños, lavanderías, pasillos de recreación, áreas de juego, tiendas y cafeterías.
The Business Research Co. estima que el mercado global de campamentos y caravanas pasará de $62.000 millones en 2021 a $100.510 millones en 2026, con un crecimiento anual de casi 10%, especialmente de la mano de las nuevas generaciones y los adultos jóvenes nacidos desde 1980 que muestran predilección por campamentos, actividades de aventura y exploración de la naturaleza. Toma fuerza, en particular, con el renovado interés por la salud y en bienestar desde 2020.
Según el reporte, Estados Unidos y Canadá son los mercados más importantes para este tipo de turismo, seguido de Europa Occidental y unos 50 destinos en total en los diferentes continentes. En Costa rica hay unos 41 glampings, según el Instituto Costarricense de Turismo (ICT), en diferentes sitios del país e incluyendo La Fortuna.
Para Javier, Emilia, Andrea y Ana Laura la idea de aprovechar el terreno en un servicio de glamping era muy atractiva por sus condiciones: son unos 15.000 metros cuadrados que incluyen una quebrada, una montaña que cruza la propiedad y un bosque secundario que atrae aves de todo tipo, como tucanes y pavas, así como perezosos, entre otros. “Los visitantes pueden convivir con la naturaleza y tener una gran experiencia”, recalca Javier.
El proyecto abrió el pasado 2 de diciembre y brinda hospedaje en cabañas de lona individuales (para parejas) de 30 metros cuadrados y una cabaña familiar (de 40 metros cuadrados), todas con mesa de noche, lámparas, sillón, baño (ducha y servicio), aire acondicionado, terraza (con sillas y mesa). Unas tienen vista al Volcán Arenal y otras a la montaña. Las cabañas individuales tienen una cama queen y la familiar tiene dos.
Las instalaciones abarcan una piscina y jacuzzi, comedor (el desayuno está incluido en la tarifa), salón de yoga con clases en la mañana, un mini gimnasio (con pesas y máquinas) y un área de coworking. Se cuenta con servicio de Internet tanto en el coworking como en las habitaciones.
Normalmente los turistas suelen visitar durante el día otros sitios de La Fortuna, pero dependiendo de la cantidad de huéspedes se ofrece un plato del día en el almuerzo y para la cena se puede solicitar servicio express de restaurantes cercanos. Sí se cuenta con el servicio de bebidas y café durante el día.
La piscina tiene terrazas y sillas para descansar, así como cumple con la Ley de Igualdad de Oportunidades para las Personas con Discapacidad (N° 7600), pues es en forma de playa.
Hay también otras áreas para disfrutar el paisaje durante el día o en la noche, especialmente en días despejados, y pasar entretenidos.
Cada servicio del proyecto se fue construyendo poco a poco, empezando por la cabaña familiar y luego las individuales. Iniciaron con ahorros propios y luego recurrieron a financiamiento de Banca para el Desarrollo y de una cooperativa local.
Queda pendiente el lanzamiento de la página electrónica. Actualmente los clientes realizan las reservaciones mediante el contacto en Facebook e Instagram y apoyándose en WhatsApp, así como con la plataforma de Airbnb.
Pese a las pocas semanas de haber inaugurado el hotel, ya hay fines de semana con ocupación total y se espera que siga así, combinando turistas nacionales durante los sábados y los domingos y los turistas extranjeros el resto de días.
Javier, que es feliz en la arquitectura, mantiene sus servicios en esta profesión y el hotel lo llevan Emilia, Andrea y Ana Laura.
Aunque reciben constantes sugerencias de aumentar las instalaciones, dado el atractivo y buen gusto del hotel, por ahora la idea es que los huéspedes se sientan cómodos y mejorar lo avanzado en servicio y atención. “La idea es consolidar el proyecto”, recalca Javier.