Kattia Chaves Alvarado creció en una familia amante del arte. Su abuelita fue profesora de artes plásticas, su tío se dedica a la pintura y escultura, su mamá viene del área de las letras y su hermano es arquitecto.
Aunque ella escogió el campo de la comunicación y trabajó como periodista por mucho tiempo, recuerda que 15 años atrás creaba bisutería para ella.
Cuando quedó embarazada de su hijo esa fue una época en la que también confeccionaba aretes y collares para sí misma.
Nunca lo desarrolló como una opción de negocio, ni siquiera pasaba por su mente esa posibilidad. Pero eso cambiaría años después.
Tras perder su trabajo hace tres años, Kattia empezó a ofrecer asesorías en comunicación y relaciones públicas para emprendimientos.
Pero “en ese ir y venir de las cosas”, nada era estable.
Eran proyectos pequeños y, aunque realizaba trabajos para “excelentes profesionales”, dentro de ellas mujeres emprendedoras, no podían contratarla de manera fija.
Aplicó a diferentes trabajos, pero no halló ninguno que se ajustara a lo que añoraba para su vida.
Aunque contaba con el apoyo de su esposo, deseaba surgir por sí misma.
Luego de una crisis “muy fuerte” en su vida, de la muerte de varios parientes y de pasar pruebas difíciles de salud, Kattia estaba sumamente deprimida y no encontraba respuestas.
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Nuevo propósito
Empezó a meditar sobre qué podía hacer. Sabía que las personas, aparte de formarse en una profesión (cuando así sucede), tienen otros talentos, por lo que se dispuso a descubrir cuál era el suyo.
Anhelaba instituir un proyecto distinto, algo “que naciera de su corazón”, que la hiciera sentirse productiva y feliz.
Allí recordó esas habilidades que tenía para crear bisutería y de cómo una amiga le había enseñado tiempo atrás diferentes técnicas.
Retomó este pasatiempo para hallar algo que la entretuviera en medio de sus problemas y buscó los materiales que tenía guardados de hace muchos años atrás.
Acudió a comercios para adquirir suministros y su hijo y esposo le regalaron algunas herramientas en su cumpleaños, en setiembre de este año.
Se matriculó en clases de bisutería en dos lugares distintos, buscó tutoriales e información en YouTube y en otros sitios de Internet.
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Así comenzó nuevamente a crear piezas para llevar en el cuello, en las muñecas y en las orejas.
De un pronto a otro se dijo: “Esto está vendible. ¿Por qué es vendible? Porque son piezas que se ven bonitas. Esto podría resultar una entrada”.
Inició realizando algunas ventas a amigos y conocidos.
Como le daba miedo trabajar fuera de la legalidad, se inscribió en el régimen de tributación simplificada y emprendió la tarea de darle identidad a su negocio, al que llamó Taú y que lanzó oficialmente este mes.
En sus diseños trabaja con piedras como ágatas, cuarzos, amatistas, lapislázuli, malaquitas, jades, amazonitas y labradoritas, entre otras.
Igualmente, emplea materiales como cuero tipo regaliz, cueros planos, cristales, perlas cultivadas y alambres con polímeros. Posee líneas tanto para mujeres como para hombres.
Kattia ha experimentado en carne propia que ser artesana no es una labor sencilla, pues se requiere de muchas horas de disciplina, de esfuerzo, de investigar sobre materiales y proveedores.
También ha tenido que aprender técnicas y buscar un estilo que la haga sentir cómoda y pensar en cómo exponer sus productos, a cuál canal de ventas le va a apostar y a qué tipo de clientes quiere llegar.
“Si uno está solo en el proceso, porque debe encargarse de todo, la labor es más complicada. A la vez, es de suma satisfacción y hay un control y conocimiento integral sobre la empresa”, reconoció.
Hasta la fecha, la emprendedora ha invertido alrededor de ¢3 millones en la compra de materiales, equipo y en construir su emprendimiento.
Aunque lleva poco tiempo de haberlo fundado tiene muchos planes, como apoyar a la población indígena del país que crea diseños.
“Ellos nos han heredado todo, de forma que quisiera poder incluirlos en mi proyecto”, anunció.
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Al haber vivido situaciones complicadas, entiende que hay muchas mujeres allá afuera que necesitan un apoyo adicional para empoderarse y animarse a surgir, como aquellas que han sido víctimas de violencia doméstica o de abuso sexual.
“En la vida muchas veces necesitamos encontrar en el fondo de nosotros mismos cuál es ese talento que se puede convertir en emprendimiento, en el sostén para una familia, pero muchas veces las personas requieren de un empujoncito, de un apoyo adicional para dar ese salto”, dijo.